lunes, 9 de enero de 2012

LA CIUDAD DE GUATEMALA Y EL ÍNDICE DE COMPETITIVIDAD URBANA. LA CUESTIÓN DEL SALARIO MÍNIMO.

La prestigiosa revista "América Economía" ha publicado el ranking de competitividad de las ciudades latinoamericanas para hacer negocios, en donde resulta que, en un año, la capital de Guatemala ha bajado 10 puntos, al caer del anterior puesto 29 al 39, de 45 ciudades medidas.

Son ocho indicadores los que sirven para medir el potencial de las ciudades latinoamericanas para servir de marco a los más diversos negocios, y Guatemala viene cayendo en picada por falta de una infraestructura adecuada que nos entrampa diariamiente en el tránsito vehicular y nos impide desplazarnos, con algún grado de certeza en cuanto al tiempo, de un lugar a otro.

La falta de seguridad ciudadana con tantos asaltos y extorsiones, también se ven reflejadas, así como el servicio a ejecutivos, en donde la cercanía del aeropuerto a la diversidad de oferta hotelera parece no infuir, así como el capital humano, tan dado a protestar y a entorpecer avenidas, calles y carreteras del país y, de repente, a su poca o ninguna capacitación, y el aspecto de desarrollo económico, cuyo dinamismo se ha venido estancando.

Pareciera que lo que se mide es la ciudad, pero desde nuestra perspectiva, los resultados de estas mediciones establecen, de algún modo, la eficiencia y eficacia de nuestros políticos; la gestión de alcaldes (sería injusto hablar sólo del alcalde de Guatemala, pues la metrópoli incluye la buena o mala gestión de varios alcaldes, y la capacidad que tienen de entenderse entre sí) y, muy especialmente, la nefasta infuencia de un Presidente de la República totalmente incapaz de gobernar en beneficio del país y de privilegiar la agenda de seguridad que los ciudadanos tenemos tiempo de pedir a gritos.

¿Quién quiere venir a hacer negocios a una ciudad entrampada en donde niños y adolescentes asesinan casi dos centenares de pilotos del transporte colectivo al año? ¿en donde los asaltos comienzan en la ruta que sale del aeropuerto? ¿en donde los sueldos se "decretan" sin que nada tenga que ver la productividad de las empresas? ¿en donde las instituciones de gobierno no favorecen, para nada, la creación de empresas, sino todo lo contrario? ¿en donde la Superintendencia de Administración Tributaria, SAT, se dedica a perseguir y exprimir a quienes ya pagan impuestos, bajo la premisa de que "todo el mundo es ladrón hasta que demuestre lo contrario"?

La capital de Guatemala paga caro estar tan mal catalogada para venir a emprender una aventura empresarial, pero más caro lo pagan el país entero, las isntituciones que se nutren de los impuestos, pues día a día pierden clientes potenciales que hagan crecer, en general, nuestra economía. Pero quienes más pierden, como siempre, son los descamisados; esa gente de a pie que lucha todos los días por conseguir una mejor oportunidad de empleo y que vive relegada, casi permanentemente, a no mejorar o a no conseguir uno, siquiera, pues resulta lógico pensar que si la competitividad de la capital ha caído, muchas empesas han buscado otros lugares mejores para desarrollarse, impidiéndose de esta manera, no sólo que haya más y mejores empleos y, por ende, la necesidad de subir salarios para retener gente ya entrenada, sino una sobreoferta de personas capacitadas, que día a día se tienen que ir a la calle y que, inexorablemente, pujan los salarios para abajo, por mucho que el gobierno trate de disfrazar esta realidad con sus famosos "salarios mínimos por decreto", que sólo benefician a una minoría, la que gana el salario mínimo, pero no favorecen a las grandes mayorías que ganan un poco por encima del mismo y, especialmente, a los desempleados.

Es más, recalcamos lo que en alguna oportunidad anterior hemos dicho en algún ensayo en este espacio: quienes más han sufrido las consecuencias de subir los salarios por decisión unilateral del todopoderoso e ignorante Presidente, son los jóvenes, que ante la obligación de los patronos de pagar un mínimo de dinero establecido, han perdido la oportunidad de aprender a trabajar como aprendices, siendo relegados por personas de mayor experiencia a quienes los patronos suelen contratar por encima de quienes no saben hacer nada, si tienen que pagarles igual.

Luego, quejarse de jóvenes mareros que se dedican a extorsionar y matar sin comprender las causas reales por las cuales cayeron en el abandono, es no sólo injusto sino falto de inteligencia.

Una de las líneas urgentes de atención para recobrar la competitividad de la ciudad es, precisamente, la atención a nuestra niñez y juventud; crear marcos especializados que les permitan ser aceptados en las empresas para entrenarse en las diversas actividades laborales, frente a un conglomerado de desempleados que también pujan por conseguir esos mismos y limitados empleos.

Por supuesto que hay que invertir en infraestructura y ordenar el tema del tránsito vehicular pero sin prepotencia, sin trampas para los usuarios, sino con sentido común.

Poner autoridades con visión de país en los Registros Públicos, como lo hemos mencionado, que permitan que una empresa esté funcionando en menos de una hora, con todo y cuenta de banco con firmas debidamente registradas, se hace indispensable.

En nuestro mundo globalizado estamos compitiendo en contra de chinos, indúes, rusos y japoneses, por decir algo, y si los funcionarios responsables no tienen la visión o se cruzan de brazos, el precio que pagamos todos no se puede medir adecuadamente, pero sale carísimo en oportunidades, en desarrollo, en calidad de vida y en paz social.

Ahora que estamos a punto de comenzar nuevos mandatos, unas reflexiones al respecto no están de más.

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