La sucesión de imágenes mentales que un corazón de verdadero patriota puede generar en una cabeza que aspira a ver concretarse algo mejor para su país y para su gente, al chocar con la apabullante realidad, puede generar sentimientos encontrados.
Esto puede resumirse a una especie de reglas matemáticas: el dolor por la patria es directamente proporcional al amor que se le tenga; la conmiseración por los necesitados es directamente proporcional a la comprensión de su realidad; y la indiferencia frente al prójimo es inversamente proporcional al amor por el país.
Soñar y elevar el espíritu para imaginarse una realidad que hoy no existe está íntimamente ligado al amor. Si el amor por el país o la preocupación legítima por sus habitantes más necesitados no existe, tampoco existe la necesidad de soñar y, sin necesidad de visualizar un mejor país y mejores condiciones de vida, el proceso onírico no se da. ¿Para qué?
Mucho se ha dicho de las causas de la pobreza, de la pobreza extrema, de la inequidad, de la ignorancia; de todas esas condiciones que reducen el futuro de una nación a la mínima expresión, al mantenimiento del statu quo. Conocer esas razones porque se ha leído y porque se ha convivido con las gentes que viven bajo tales condiciones es necesario para darle dirección a nuestros sueños.
Nuestra nación tiene muchas verdades, y aunque no todas concuerdan con la verdad del vecino de enfrente, todas las versiones merecen respeto. La versión de la conquista no coincide con la versión del despojo, y mientras esto no se entienda los sueños no pueden elevarse al éter. Lo anterior es un ejemplo profundo, pero solamente eso.
Soñar no produce bienestar material, pero nos prepara para saber por dónde enderezar nuestros íntimos esfuerzos. Soñar cosas vanas puede que nos ayude a relajarnos, a liberar el espíritu, pero no es el sueño que genera preclaras decisiones. Soñar, casi inmerso en un proceso inducido por alguna sustancia, atreviéndose a cuestionar los pilares mismos de la sociedad, dándonos el ánimo de preguntarnos tantos por qués que por generaciones hemos dado por un hecho, es el tipo de soñar que produce líderes visionarios, visionariamente positivos y positivamente fundamentados a la hora de explicar sus aspiraciones.
En un país con tantas y nefandas necesidades y arraigadas costumbres que hay que modificar, no es posible atreverse a soñar un solo sueño.
El liderazgo en nuestro país, sea de jóvenes empresarios, de políticos o de la sociedad organizada para servir de otra manera, debe nutrirse de sueños bien plurales que maticen con colores, con olores y detalles nunca visto las nuevas propuestas que deben surgir para levantar una nación que apenas comienza a despertar.
Paradójico, pero es así. Ahora que la mayoría ciudadana despierta porque la corrupción, que siempre ha existido, rebalsó la gota de la cordura, es hora de soñar. Se sueña despierto para, en ese limbo en que uno se coloca, se pueda volar espiritual pero conscientemente para vincular conocimiento académico con aspiración, para ligar experiencias pasadas con posibles soluciones y, en lugar de ver el hoy o, lo que es peor, tan sólo el ayer, visualizar un brillante mañana.
Soñar es de todos, pero de alguna manera quienes aspiran a tener algún liderazgo deben prepararse mejor, vivir intensas experiencias y, así, soñar mejor, soñar al límite entre lo que es factible y lo imposible, entre la cordura y la fantasía, pero soñar vívidamente.
Si analizamos la historia de las naciones que tienen, hoy, mejores oportunidades que nosotros y más elevados niveles de vida, todas tuvieron líderes visionarios; todos esos líderes se atrevieron a construir políticas o proyectos sobre la base de inspiraciones hasta entonces desconocidas, y tuvieron la energía y la persistencia para impulsar temas que, para algunos o para las mayorías, pudieron parecer imposibles.
¡Soñemos! ¡Atrevámonos a elevar nuestras aspiraciones y, desde el ara de la patria, lancemos positivismo, creatividad y ganas de construir un mejor país por todas partes! ¡Nademos contra una corriente que cada vez va siendo más nuestra! ¡Seamos ejemplo de las demás naciones y de las generaciones por venir! ¡No dejemos de soñar porque está rica la cama y dormimos tan profundamente que se nos pasa el tiempo y nada recordamos al despertar!
¡La construcción de nuestro nuevo país comienza hoy y comienza por soñar de veras! ¡Soñemos, pues; soñemos...!
miércoles, 21 de octubre de 2015
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