Curiosamente, de las nueve acepciones que la palabra "pasión" tiene en el Diccionario de la Lengua Española, es a las 6a. y 7a. a las que queremos referirnos.
Cuando somos niños y jóvenes, es normal que cualquier juego o actividad la hagamos con energía, con total entrega sin averiguar consecuencias, con pasión. La desnutrición a estas edades puede anular esa pasión y hacer que le gane la indiferencia (el estoicismo dicen quienes no entienden el hambre); lo hemos visto tantas veces, especialmente en nuestros periplos por las montañas y comunidades del interior del país.
Es en algún momento de nuestra juventud que mucha gente comienza a perder ese ímpetu natural y, diferenciando las oportunidades que da la vida, se va incursionando en los diferentes senderos con más reserva y hasta con cautela.
A través de la vida hemos compartido con una familia apasionada. Cuando hemos sido deportistas, hemos sido serios y comprometidos con la rama que escogimos. Cuando discutimos, defendemos nuestras ideas con vehemencia. Hemos visto practicar su profesión a nuestros parientes con una entrega total que ha hecho que sus colegas los respeten y los admiren por lo que hacen y lo que representan. Es decir, en nuestro ya largo periplo en esta existencia, lo normal ha sido hacer las cosas "como Dios manda", con cierto dejo de perfeccionismo, con un ánimo inclaudicable y tenaz, sin pensar en el cansancio o en el abatimiento.
Dificultades en la vida todos tenemos. Hay subidas y bajadas como en todo, pero el empuje de siempre, esa chispa natural y ese brillo en la mirada y ese verbo determinado debieran mantenerse hasta el final de la existencia, aunque no siempre es así.
Con casi tres décadas, ya, haciendo política activa, nos podemos percatar que la fuente de nuestra energía no mengua, pero que en el camino no sólo nos vamos quedando solos, hasta de las astillas del mismo palo, sino que la juventud que debiera venir renovando las bajas de elementos de otros tiempos, es muchísimo más indiferente que antes; carece del nivel de compromiso que nosotros, el grupito con el que nos iniciamos hace décadas, teníamos (y, por lo menos dos, seguimos manteniendo).
¿Qué ha pasado? ¿Puede ser tan distinta la misma gente con el paso de una sola generación? Es cierto que el ambiente político de hoy es adverso y asqueroso, pero igual era hace treinta años. ¡Eso fue, precisamente, lo que nos motivó a participar! ¡Restarle espacios a los malos políticos que hacían y deshacían con descaro!
Hacer política en solitario es bien difícil. No hay recursos, no hay apoyo, no hay comprensión; no hay, siquiera, un alero para comentar algo antes de emitir una declaración. Es un camino tortuoso y sombrío.
Reconocemos que esa soledad puede afectar el nivel de pasión que, en una carrera política larga, podamos tener; pero también templa, como aquellas hojas de acero damasquino, nuestras calidades y cualidades de líder.
No sabemos qué pasa con esos hombres y mujeres jóvenes a quienes el país les ha dado todo pero que, o no están dispuestos a devolverle nada y se hacen los desentendidos, o se hacen de rogar cuando son convocados para rescatarlo. Algunos hablan de hacer patria pero parecen reacios a actuar y, teniendo tanta tecnología para comunicarse, les cuesta hasta hacerlo.
¿Tan duro le ha pegado al ciudadano común tanto hecho de corrupción? ¿Saldrán esos hombres y mujeres tan valiosos, de su letargo, y darán un paso al frente ante el llamado de una patria lastimada que los necesita para cambiar el rumbo?
Mientras escribimos estas líneas dudamos de esa participación que esperamos, pero aprovechamos para hacer de nuestra pasión inclaudicable una declaración de fe que vaya contagiando y sumando.
Los destinos del país han estado en manos de bandas de pícaros y, ante un repentino pero corto despertar ciudadano, ahora están en manos de la inexperiencia, que puede ser, para el mismo, igualmente costoso en deuda, en más prebendas para los sindicatos de siempre, en duplicidad de funciones y un largo etcétera.
¡Hacemos un llamado a los hombres y mujeres de bien, de cualquier edad, para que incendien su pasión, para que llenen de aire sus pulmones, bombeen sangre roja por sus venas y acudan al rescate de la patria!
No basta con criticar desde las redes o sugerir tal cosa al vecino o compañero de clase o de trabajo. ¡Hay que mojarse los pantalones en los senderos del porvenir que hay que construir! ¡No dejemos que los pícaros y los mediocres nos hagan como que construyen el futuro!
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