El depuesto presidente hondureño Manuel Zelaya intentó aterrizar, hoy domingo 5 de julio de 2009, en el aeropuerto de Toncontín, en Tegucigalpa, en un intento por retornar a su país. Viajó en un avión de matrícula venezolana, acompañado del sandinista Miguel d'Escoto, el cura guerrillero que hoy preside el LXIII período de sesiones de la Organización de Naciones Unidas.
En declaraciones que le escuché decir, por la vía telefónica, en el canal de noticias de 24 horas de la televisión española, se lamentó que las turbas que se encontraban en los alrededores del aeropuerto no hubiesen roto el cerco militar, ya que así hubiesen movido los camiones que estorbaban la pista de aterrizaje y hubiera podido bajar, como era su intención.
El análisis de la situación que hoy se dio me obliga a señalar, en primer lugar, que consituye un gran error no haber dejado que bajara y que las instituciones de ese país se pusieran a funcionar, pero no puedo dejar de señalar que es una gran irresponsabilidad del depuesto presidente Zelaya, quien no tiene un solo aliado político ni en la Corte Suprema de Justicia, ni en los tribunales, ni en el Congreso Nacional ni en la institución encargada de la investigación y gestión penal como para que piense que su regreso es triunfal, el tratar de confrontar a la sociedad hondureña por el afán de volver para gobernar unos cuantos meses.
Cierto es que el periodo constitucional para el cual fue electo no ha finalizado, pero también lo es que la situación política en Honduras no tiene retorno, y las personas sensatas que observamos los acontecimientos, a la distancia, no podemos dejar de evaluar, con todo y la preeminencia que siempre le hemos dado y le seguiremos dando a la legalidad y al orden jurídico, las consideraciones prácticas que envuelven este conflicto político.
Es un hecho que si el presidente Manuel Zelaya pone pie en Honduras le esperan 18 juicios con sendas órdenes de captura. Es un hecho que logró lo que pocos políticos logran en siglos de vida republicana en nuestros países: unificar a todo un pueblo; lo malo es que lo unificó en contra de él. Es un hecho que, antes del intento de retorno de hoy, pasó una semana de convulsión y no hubo muertes qué lamentar.
Hoy, con sus irresponsables actuaciones y declaraciones, los observadores de lejos solo podemos interpretar su megalomanía, su falta de análisis de la realidad, su carencia de escrúpulos al lamentar que sus seguidores no pusieron el pecho frente al ejército.
Yo acuso y hago responsable a Manuel Zelaya Rosales de los muertos y heridos que haya en Honduras por esa actitud fuera de lógica. Con él hago corresponsables a sus padrinos políticos ideologizados, Hugo Chávez, Daniel Ortega, Cristina Fernández de Kirschner y Rafael Correa.
Especial mención tengo que hacer de la Organización de Naciones Unidas. Esa organización también tiene responsabilidad en lo que pase en Honduras. Es el presidente de su Asamblea el que está acompañando a Manuel Zelaya en esta aventura. La ONU no nació para confrontar a las sociedades de sus países miembros.
Los defensores de la ley y de la democracia en Centroamérica queremos que se debatan las ideas, no que se instigue a los pueblos. Por favor, tengan sentido común. Hay riesgo de pérdida de vidas de por medio.
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