Los guatemaltecos tenemos, desde hace casi dos años, un gobierno que se ha caracterizado por hacer las cosas con el menor sentido común: cuando se ve que el mundo se cae, dicen que la crisis no nos va a afectar; cuando la crisis económica global ya nos tiene con la soga al cuello, que hay que subir impuestos; que necesitan más plata para repartir las bolsas solidarias a la gente pobre, y resultamos con la mayor mortandad, por hambre, de la historia del país.
Para mí, no fue entendible, siquiera, la estupidez de cerrarle, según el Gobierno de Guatemala, en conjunto con los de El Salvador y Nicaragua, la frontera a Honduras a raíz del Golpe de Estado, cuando el sentido común señalaba que eran los productores, especialmente los pequeños productores de esos tres países, pero especialmente los guatemaltecos que surten el mercado centroamericano de productos frescos, quienes más iban a sufrir. ¿Quién le repuso a los productores de fresa, de zanahorias, de cebollas, de tomate, de chiles pimientos, de vegetales verdes, las camionadas de producto que se perdieron y pudrieron en la frontera debido al estrabismo político de nuestro mandatario? ¡Nadie! Ni se disculparon por su estupidez (disculpen que lo repita, pero así lo veo, así lo siento y así lo digo rotundamente). Estupidez aparte, también se convirtieron en violadores de la normativa centroamericana al respecto.
Partamos del hecho que hubo un Golpe de Estado en contra de alguien electo democrática y legítimamente. Pero al analizar el hecho, vayámonos para atrás, primero, y analicemos todos los desmanes que Manuel Zelaya provocó, violando reiteradamente la Constitución y las leyes hondureñas, especialmente tratando de cambiar, a como diera lugar, artículos irreformables que conllevan la destitución y el delito de traición a la patria; pero, seguidamente, analicemos también que fueron 123 de 128 diputados, electos también democrática y legítimente, quienes, en un proceso contemplado en la misma Constitución, eligieron, para sustituir a Manuel Zelaya, a Roberto Micheletti, de tal manera que a todos estos hechos hay que agregar que la institucionalidad hondureña, a excepción de la salida violentada de Zelaya, con la cual no estoy de acuerdo, sigue funcionando intacta y regularmente, de tal manera que considero que no está en el ámbito de la denominada "Comunidad Internacional", sino en las instituciones internas de Honduras, y especialmente en su pueblo convocado con anterioridad a las urnas por una institución diferente a la Presidencia de la República y al Congreso Nacional, todo de acuerdo a lo que la Constitución hondureña estipula.
Los gobiernos del mundo pudieron haberse precipitado en un principio, tal como lo he venido denunciando en este blog. La parcializada Organización de Estados Americanos, obligada a informarse primero, no le interesaba todo lo que Manuel Zelaya venía haciendo, y en cuestión de horas había condenado a Honduras, sin comprender, para nada, a los hondureños, a sus instituciones y a sus leyes. Esa condena, considero, fue lo que detonó, conforme a la teoría del dominó, la serie de condenas posteriores, especialmente porque los demás países no percibían, como se percibe ahora, cómo la OEA había sido copada ideológicamente en función de la reelección de su Secretario General, José Miguel Insulza, dando al traste con la seriedad que le correspondía tener y mantener.
Para muestra, un botón: ¿Qué ha dicho la OEA con relación al fraude electoral que cometió Daniel Ortega en Nicaragua, en noviembre de 2008? ¿Que ha dicho la OEA del Golpe de Estado Técnico que viene dando Daniel Ortega al manipular, con "sus" jueces sandinistas, la Constitución de Nicaragua para favorecer únicamente "su" reelección y la de los alcaldes sandinistas (dejando por fuera a los alcaldes de los demás partidos políticos)? Pero ese no es el tema de hoy.
Recordemos que igualmente electo democrática y popularmente, y por tanto ostentando de legitimidad por igual, tenía la persona de Manuel Zelaya y los 128 diferentes diputados del Congreso Nacional de Honduras. Yo pregunto, ¿es legítimo que la OEA defienda las acutaciones ilegales de una sola persona en contra de la voluntad colegiada de 128 diputados igualmente legítimos en el ejercicio de sus cargos?
Después de poco más de cuatro meses y medio, de los gobiernos que originalmente condenaron, sólo dos han tenido la grandeza de enviar el mensaje correcto a los hondureños: Estados Unidos de América y Panamá. No necesitan decir que se equivocaron originalmente. Con sus posición actual, que yo me atreví a predecir, se están elevando por encima de los demás porque tienen la hidalguía de decir, en ese lenguaje diplomático de señales y mensajes cifrados, que entienden mejor que los demás lo que sucedió, que lo lamentan, pero que por encima de todo respetan la soberanía de Honduras y le dan primacía a la voluntad popular, la cual será expresada libremente dentro de unos días.
¿Y qué hace el Gobierno de Guatemala al respecto? Lejos de reconocer que había estado equivocado, lejos de quedarse callado, que es lo mejor en este caso, se vuelve a inclinar por el lado ideologizado de Manuel Zelaya, Hugo Chávez, Fidel Castro (como que ya no se recuerda cuando lo dejaron plantado en un parque de La Habana, Orden del Quetzal en mano, esperando para siempre su entrevista para tomarse la foto con Fidel) y demás comparsas agrupados en la OEA, y se pone en contra del pueblo hondureño, de lo que dicta la razón, del sentido común, en algún sentido de la legalidad de las disposiciones que ha tomado el Congreso hondureño, del Acuerdo Guaymuras que los delegados de Zelaya firmaron con su consentimiento para luego bombardearlo como cualquier terrorista de la democracia, y se pone en contra, también, de la mayoría de la población guatemalteca que ve, en el caso hondureño, un tema de Honduras, no de Guatemala.
Es otra estupidez política de Álvaro Colom (en el supuesto que sea una decisión de él y no de su acompañante) y de su canciller, Haroldo Rodas, salir diciendo que no reconocerán, a estas alturas, ni las elecciones del próximo domingo 29 ni sus resultados, atribuyéndolo a que eso obedece a lo acordado semanas atrás por la OEA.
¿Y no el mismo Acuerdo Guaymuras pide que se reconozcan las elecciones y sus resultados? ¿No es la OEA, con dos delegados, parte de la Comisión de Verificación recientemente instalada para darle seguimiento a dicho Acuerdo? ¿Es que ni la OEA, ni Colom (o su acompañante) ni Rodas saben leer lo que dicho Acuerdo acuerda?
Además, ¿cuál es la insistencia para instalar a alguien quien ya dijo que, hagan lo que hagan, no aceptará su restitución? Y si Zelaya dice que ya no acepta su propia restitución (que no es lo estipulado en el Acuerdo Guaymuras), ¿cuál es la salida de la crisis que proponen, entonces?
Ya dejé establecido, en otra entrada anterior a este blog, que el Acuerdo Guaymuras establece algunas cuestiones de forma para tomar decisiones de fondo, en un calendario incompleto porque faltó establecer algunas fechas, pero en ninguna parte se dice que una condición para que las elecciones de Honduras sean válidas es la restitución de Manuel Zelaya a la Presidencia de la República, aún antes de que el Congreso Nacional, a quien se le pidió resolver sobre el asunto, tome una decisión al respecto.
Yo denuncio por este medio a la OEA, a Álvaro Colom (a su acompañante) y a Haroldo Rodas, no de ignorancia, no de no saber leer, sino de mala fe para con el pueblo hondureño.
Estimo que están en todo su derecho de no reconocer al gobierno de Micheletti, si eso es lo que desean, pero no tienen derecho alguno de negarle al pueblo hondureño su legítimo derecho a elegir sus autoridades, ni tienen potestad alguna para negarle a los candidatos a la Presidencia, al Congreso, a las Alcaldías y Corporaciones Municipales, quienes no tienen nada que ver con las tonterías cometidas por Manuel Zelaya, por la otra tontería cometida por los militares hondureños, ni con las resoluciones legítimas tomadas por diputados actuales del Congreso y por magistrados de la Corte Suprema de Justicia, como para que un presidente (con minúscula) que no entiende por dónde va el mundo y por dónde debiera actuar, en beneficio de su propio país, se meta en los asuntos internos de su vecino.
Cobra tan poco sentido la palabrería del Gobierno de Guatemala en la medida que uno realiza y cae en cuenta que Honduras es nuestro tercer socio comercial, que por simples pláticas con las personas comunes y corrientes de la calle se palpa el sentimiento de solidaridad de las grandes mayorías, no para con Zelaya, no para con Micheletti, sino con el pueblo hondureño que está sufriendo desde hace meses y que ya desea, de una vez por todas, pasar la página de esta historia innecesaria en la que los metió un megalómano y sociópata al que le brillaron (y no es el único) los ojos con los petrodólares que corresponden a los venezolanos y que son derramados en otros países cuando los supuestos líderes saben cantar al son llanero de Caracas.
Es decir, el Gobierno de Guatemala, con esta actitud, vuelve a querer quedar bien con Fidel, continúa sus coqueteos con Caracas, pero se vuelve a divorciar del sector productivo guatemalteco, y no hablo del organizado en el CACIF; hablo de los pequeños productores que mencioné anteriormente, que también están interesados en pasar esta página de la historia de Honduras para seguir comprando, para seguir vendiendo, para seguir sobreviviendo.
En su infinita creatividad, ¿cuál es la propuesta, entonces? ¿Qué propone Guatemala como alternativa a las elecciones de Honduras para terminar con esta crisis? Si la zozobra, por la estupidez de varios gobiernos como el de Guatemala, continúa hasta finales de enero de 2010 en que tome posesión el gobierno que los hondureños elijan el próximo domingo, al igual que nuevos diputados, alcaldes, síndicos, concejales, ¿cuál será el planteamiento si ya no podrán decir que desan restituir a Zelaya?
Me explico mejor: la cantaleta de la restitución de Zelaya pueden seguirla ensayando pero no ad aeternum. Si el período constitucional finaliza el 27 de enero de 2010, ¿cuál será el argumento, posteriormente a esa fecha, para seguir con la cantaleta? ¿Es que no se dan cuenta que, después de todo, en el caso que el Congreso Nacional de Honduras decida que no "retrotrae las cosas" a como estaban el 28 de junio, tendrán que vérselas con un gobierno encabezado por otra persona?
¿Qué esperan, entonces? ¿Que sea el gobierno hondureño el que reconozca al de Guatemala cuando comience a gobernar el sucesor de Álvaro Colom?
Mientras tanto, el Gobierno de Guatemala se tendrá que conformar con que los guatemaltecos, en nuestra gran mayoría, estamos dispuestos a reconocer, con facilidad, que el pueblo hondureño es soberano, que los gobiernos extranjeros no tienen injerencia alguna en sus asuntos internos, y que seguiremos apoyando la elección legítima y democrática de sus nuevas autoridades para, finalmente, seguir haciendo negocios con ellos, como vecinos, como hermanos verdaderos que somos y que nos hace compartir de mejor manera que ninguno las penas por las que están pasando. ¡El pueblo de Guatemala sí apoya el retorno de la normalidad en Honduras!
El Gobierno de Guatemala se vuelve a lucir, ante el mundo, por su falta de propuestas y su divorcio con la población guatemalteca.
sábado, 21 de noviembre de 2009
GOBIERNO DE GUATEMALA DIVORCIADO DEL SENTIDO COMÚN Y DE LA POBLACIÓN EN EL CASO HONDUREÑO
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