La Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, CICIG, es una comisión de la Organización de Naciones Unidas, ONU, que se instaló en nuestro país, a solicitud del Gobierno de Guatemala en el período de Oscar Berger (por iniciativa, según recuerdo, de su Vicepresidente, Eduardo Stein), por acuerdo de 12 de diciembre de 2006 pero que entró en vigor hasta el 4 de septiembre de 2007, con el objetivo de venir a determinar la existencia de cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad, colaborar con el Estado en su desarticulación, promover la investigación, persecución penal y, además, recomendar la adopción de políticas públicas para erradicar, en pocas palabras, el crimen organizado.
El mandato original era por dos años que vencieron en septiembre de 2009, pero han sido prorrogados, después de que unas 60 organizaciones sociales pidieran al Gobierno de la República solicitar dicha prórroga, por dos años más.
Al principio, quizás por mi formación profesional de abogado, pensé que era el colmo que mi país, mi querido país, tuviese que depender, para lo que hemos dejado establecido, de extranjeros. Sentía que esto era, al mejor estilo ONUSAL que había observado en El Salvador, o MINUGUA, en Guatemala, ambas misiones de la ONU en los respectivos finales de los conflictos armados de estos países, otra excursión de funcionarios internacionales, vacacionando y pasándola bien en La Libertad, en El Salvador, como pude observarlo en el caso de la primera, o en los mejores hoteles de Atitlán o en Tikal como pudimos observar en años pasados, con la última delegación mencionada.
Sin embargo, el rumbo que le ha dado Carlos Castresana Fernández, un Fiscal del Tribunal Supremo de España, nombrado Comisionado en el caso al cual nos referimos, a dicha Institución, con una energía y una seriedad inusitadas para nosotros, acostumbrados a ver venir y partir a funcionarios internacionales, nos ha hecho meditar las cosas y corregir nuestras apreciaciones.
La política de tolerancia cero o de intolerancia que Castresana, a través de la CICIG, ha venido demostrando con el tiempo, nos hace a nosotros, escépticos al principio, comenzar no sólo a ser tolerantes con la Comisión sino a ver las cosas de otra manera.
Los indicios que ha evidenciado la CICIG de algunas ramificaciones de esas redes de corrupción que tienen capturado gran parte del Estado (territorios, poblaciones y algunas instituciones de los tres poderes), es verdaderamente alarmante, y como súbdito de mi país, al cual amo inmensamente, tengo que reconocer que ese cáncer requiere de una cirugía especial, por denominarlo de alguna manera. Caso contrario, no sólo tenderíamos a seguir igual, sino corremos el riesgo de caer en peores escenarios, lo cual, bajo la perspectiva actual, consideraríamos difícil, pero la verdad es que cada día nos sorprende con algo nuevo y negativo.
Desde hace varios meses vengo pensando que la soberanía del país tiene que ser rescatada por funcionarios que vengan de otras latitudes a formar nuevos cuadros con nuevas escalas de valores. Tiene que haber un período en que nuestra juventud se pueda formar en un ambiente sano y diferente, donde no se les peguen las mañas de los cuadros corruptos, y ese es un enorme valor agregado que la CICIG le puede dejar a Guatemala cuando su mandato ya no sea prorrogado, tanto en la Policía Nacional Civil, como en el Ministerio Público, el Organismo Judicial (jueces y magistrados) y el Sistema Penitenciario.
En ese orden de ideas, hace pocos meses, en el seno de la Comisión Política del Parlamento Centroamericano, apoyé francamente una iniciativa presentada por el diputado centroamericano Juan José Rodil Peralta, ex presidente de la Corte Suprema de Justicia y ex ministro en el área de gobernación, acerca de la creación del Instituto Latinoamericano de Investigación Criminal, que sería algo así como una fuerza de tarea destinada a la investigación del crimen organizado en varios países, que cuenta ya, entendemos, con el apoyo de España, Italia, Alemania, Estados Unidos, Chile, Colombia, México, entre otros, y la misma ONU. La apoyé porque no puede existir soberanía si no estamos libres del flagelo del narcotráfico y las montañas de dinero que utiliza para corromper todos los sistemas democráticos, por ejemplo.
Guatemala es demasiado linda y querida para sus hijos como para no conceder a estos funcionarios extranjeros que no han venido a vacacionar sino a arriesgar su prestigio personal y hasta la vida en el trabajo que están efectuando. Su intolerancia para con esos poderes oscuros debe ser fuente de inspiración, de tolerancia y de esperanza para todos nosotros.
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