viernes, 13 de agosto de 2010

NO HA DE SER MALA FE SINO PURA IGNORANCIA

Apenas logré escuchar, en la radio, que inauguraron un puente provisional, tipo Bailey, en sustitución del recientemente colapsado, a raíz de la tormenta tropical Ágatha, Doña Beatriz de la Cueva, en Chiquimulilla, departamento de Santa Rosa.

Llamó mi atención, de las declaraciones del Presidente de la República, Álvaro Colom, que ordenó cambiarle el nombre al puente y ponerle alguno referente a México, país que donó dicho puente provisional.

Si bien es cierto que no hay que ser ingratos, en este caso estimo que se está confundiendo el cebo con la manteca. Hay otras maneras de manifestarle a nuestro vecino del norte (que más bien es del norte y del oeste) nuestro más sincero agradecimiento por enviarnos oportuna ayuda, a pesar de las condiciones por las cuales está pasando, que entre la crisis económica mundial, las consecuencias de la originalmente denominada gripe porcina, que tuvo su origen en ese país, y los estragos que esto y la ola de terrible violencia están haciendo en la industria del turismo, tan importante para ellos, es de agradecerles con mayor vehemencia.

Pero no debemos olvidar dos cosas: la primera, que doña Beatriz de la Cueva fue la primera mujer que gobernó en toda América y el Caribe, que lo hizo en Guatemala y, por sola esa razón, ahora que tanto se habla de la participación política de la mujer, en lugar de relegarla debiéramos, si no rescatar su figura, por lo menos leer la historia y entender que se trata de un personaje.

La segunda, y esto es un tema que no he leído en parte alguna pero lo he podido deducir, Beatriz de la Cueva fue el instrumento de la primera manifestación de independencia de Guatemala. Me explicaré: a la muerte de su esposo, el conquistador Pedro de Alvarado, en Guadalajara, Jalisco, México, el virrey Antonio de Mendoza, al mandar a avisar de lo sucedido (por carta fechada el 5 de julio y recibida en Guatemala el 29 de agosto de 1541), se tomó la atribución de nombrar como Gobernador de Guatemala al cuñado de Alvarado y hermano de doña Beatriz, don Francisco de la Cueva (quien después casó con la hija de Alvarado y doña Luisa de Xicotencatl, Leonor), lo cual no fue del agrado de nadie en estas tierras por considerarlo una intromisión, aunque el nombrado era una persona apreciada por todos.

Fueron un par de hechos inesperados. Acerca del primero, la muerte del Adelantado, nada se podía hacer; pero ante el segundo hecho, el Cabildo, en memorable sesión de fecha 9 de septiembre de 1541, por mayoría de votos y con la sola excepción del voto del alcalde Gonzalo Ortiz, quien no estuvo de acuerdo, desobedeciendo los deseos del virrey, procede a nombrar Gobernadora a la viuda del Adelantado, doña Beatriz de la Cueva, ocasión en la cual, al firmar el acta, se autodenominó "La Sin Ventura", aceptando el cargo pero solamente para nombrar, al día siguiente, como Gobernador, a su hermano Francisco, llegando a la misma persona que el virrey de la Nueva España había nombrado sin tener facultad, pero por otra vía.

¡Fue una valiente lección de dignidad, de autonomía, de valerosa defensa de la legalidad que nos legó ese cabildo!

Huelga decir que al día siguiente de nombrado el nuevo gobernador sucedió la catástrofe, esa mezcla de terremoto con lahar, que destruyó Santiago de los Caballeros, lo que hoy conocemos como Ciudad Vieja, y con ella murieron la Sin Ventura, sus doncellas y unas 700 y tantas personas más, siendo quizás el primer 11 de septiembre catastrófico de América, varios siglos antes del ahora famoso 11 de septiembre en que cayeron las Torres Gemelas de Nueva York.

Estoy seguro que todos coinciden con el punto de vista que hay que estar agradecidos con quienes nos donan cualquier elemento que sirva para reconstruir el país. Pero no conocer la historia nos lleva a dar algunas declaraciones que desdicen de nuestro pasado, y eso no lo veo como algo positivo.

Por algo, ese puente ha sido ruta de acceso a Ciudad Pedro de Alvarado. Que sea, también, el vínculo entre lo que pasó y el presente, y que nos recuerde que la mujer tiene un lugar especial qué ocupar en la cosa pública, pero bajo el amparo de la honradez y la legalidad.

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