La crisis económica mundial es consecuencia, principalmente, de la crisis financiera que, comenzando en Estados Unidos de América, por efectos de la globalización, tiene inmerso al mundo entero en problemas de todos conocidos.
El objeto de este artículo no es analizar lo que todo el mundo ha venido estudiando, ni repetir lo que todo el mundo está diciendo, mucho menos agobiar al lector con cifras, que las hay, sino exponer un par de ideas alrededor del tema y, principalmente, compartir con mis lectores la visión diferente que, sobre el futuro, tenemos.
Primero, no debemos desaprovechar la oportunidad para señalar no sólo la inconsistencia de los países industrializados sino su inmoralidad, por llamarle de alguna manera, al imponer a los países pequeños reglas del juego, como la normativa de Basilea para el ejercicio de la banca, con la finalidad de mantener un mejor control sobre la manera en que manejamos el dinero que nos prestan, pero abstenerse ellos mismos de ejercer ese control que con tanta insistencia nos exigen. Es, precisamente, ese mayor control, el que ha hecho que el efecto colateral de esos enormes agujeros financieros en el resto del mundo no haya sido tan dañino en nuestros pobres países.
Pero el tema principal que quiero hoy dejar establecido es el temor, mientras ya todos los economistas que he escuchado no se ponen de acuerdo si la recuperación de la actual crisis comenzará en el tercer trimestre de 2009 o en el penúltimo de 2010, y mientras se habla ya que la recuperación vendrá, en primer lugar, en Asia, luego en Estados Unidos y, finalmente, en los países de la zona euro, de que las cosas no serán, en modo alguno, como los expertos en el tema económico vienen vaticinando.
Mi visión sobre todo este tema no es tan halagüeño. Creo que estamos a las puertas de una segunda etapa de mayores problemas económicos, comparable, tal vez, sólo con la denominada Gran Depresión de 1929, y cuyas consecuencias, hoy, no me atrevo a calcular.
Mientras todos hablan de la crisis económica mundial yo solamente veo la preparación del terreno para complicaciones que cuesta, hoy, visualizar adecuadamente.
Lo que está sucediendo en el mundo es únicamente una tremenda crisis de la iniciativa privada, que ha envuelto al mundo en tales complicaciones, por su magnitud, que ha creado varias sensaciones: la primera, menos dañina, que los gobiernos deben salir al rescate de instituciones privadas, con la excusa de que hay que descontaminar el mercado y defender los puestos de trabajo; la segunda, que es la que causará la prolongación de la crisis o una segunda y más devastadora, es la creencia, por quienes gobiernan y por muchos teóricos de la economía, de que los gobiernos que están comprometiendo cifras de dinero nunca antes escuchadas en estos hoyos financieros, son invulnerables y todopoderosos.
Lo que estoy viendo venir es, después de la crisis del sector privado, no sólo la crisis de los gobiernos que han metido tanto dinero para rescatar a administradores millonarios y con títulos de las más prestigiadas y caras universidades del mundo, pero fracasados, y las correspondientes empresas que administran sino, especialmente, la tremenda crisis de dinero del gobierno de los Estados Unidos de América y, con él, la debacle del patrón de cambio internacional, el hasta ahora poderoso dólar.
No es ningún secreto que el déficit presupuestario de Estados Unidos comenzó a manejarse de manera diferente (algunos dirían que irresponsablemente), desde la era Reagan, por lo cual podemos ya hablar de prácticamente un cuarto de siglo de acumular déficit constantemente.
A lo anterior, agreguemos que este poderoso país sigue empeñado en la guerra más costosa y la segunda más larga (sólo después de la de Viet Nam) de su ya larga carrera guerrerista, la cual le sigue costando poco más de 500 millones de dólares diaros sólo para mantenerla (es decir, sin contar las multimillonarias prestaciones para sus veteranos) y, que sepamos las personas atentas que nos preocupamos un poco por estar enterados, no ha habido incremento de impuestos para cubir los gastos de la guerra ni ha habido un endeudamiento “fomal”, sino un uso consistente, un abuso, diríamos, de su derecho de señoriaje sobre el dólar estadounidense, es decir, la impresión de verdaderos embarques de nuevos billetes que, obviamente, cada día valen menos.
Si a lo anterior, ahora, agregamos esos aportes de “billones” y de “trillones” de dólares, cantidades que nunca antes en la historia se han visto juntas, que no existen en ningún lado pero que están siendo "entregadas" para rescatar bancos privados, aseguradoras, fábricas de automóviles y etcéteras, todo hace pensar que una crisis precipitará la otra o, por lo menos, la prolongará.
Estados Unidos viene perdiendo desde octubre de 2008, todavía hoy que comienza el segundo trimestre de 2009, un poco más de 600 mil empleos mensuales, lo que hace pensar que esas grandes cantidades trillonarias no están solucionando el problema, ya que han ido a parar a los más grandes compañías, pero la columna vertebral de la producción industrial de ese país, las empresas grandes pero no tanto, las medianas y centenas de miles de pequeñas empresas, no están recibiendo ayuda alguna y siguen recortando personal o cerrando definitivamente.
La gran preocupación que hoy quiero resaltar es el camino que hoy está encausando al mundo hacia un tremendo abismo, el abismo de la espantosa quiebra mundial que sería la quiebra del gobierno más poderoso de la tierra. Los países asiáticos, que son los mayores ahorrantes en Estados Unidos por los enormes volúmenes de reservas internacionales que mantienen en dólares en ese país, ya han demostrado su nerviosismo ante una eventual devaluación de la, hasta ahora, moneda dura.
El presidente Obama no está dando señales de variar el rumbo que traía la administración Bush en estos puntos vitales, lo que hace pensar que los siguientes cuatro años, si las finanzas de su gobierno aguantan, serán de profundización de las causas de la crisis del mañana, pero mucho me temo que no tengamos (me refiero al mundo entero) tanto tiempo. Mucho temo que más pronto que tarde, esa extraña mezcla de Estado Bienestar (de las crisis de Medicare y de Medicaid mejor ni hablemos), de Estado Policía (que tiene un costo tremendo en todo el orbe), aunado al nuevo rol de Estado Rescatador de la iniciativa privada, papel tan caro o más caro que los otros dos, nos está llevando a una vorágine sin precedentes.
Hace muchos años, siendo Edín Velásquez Presidente del Banco de Guatemala y quien escribe Director por Guatemala del Banco Centroamericano de Integración Económica, recomendé que sería sano que Guatemala dividiera sus reservas internacionales en dólares y en euros. El no escuchar ese consejo le ha costado al país varios miles de millones de dólares en pérdidas por la simple devaluación del dólar frente al euro. Hoy, la conversión inmediata de reservas internacionales a euros, debe ser estudiada más a fondo que nunca como medida de paliar riesgos.
La pregunta obligada, entonces, será la del título de esta entrega: ¿Se tratará de una larga crisis económica (derivada de una debacle financiera), o de dos tremendas crisis (mezcla ya de crisis financiera, económica y fiscal), una después de la otra, separadas tan sólo por un pequeño y aparente período de recuperación?
domingo, 12 de abril de 2009
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