viernes, 29 de agosto de 2014

LAS ETIQUETAS POLÍTICAS: EL CONCEPTO DEL LIBERALISMO SOLIDARIO

     Hace unos días nos preguntaron si todavía estábamos metidos en política.  Cuando respondimos que todo aquel que opina y se queja de cualquier situación de actualidad está haciendo política, la conversación giró alrededor de si éramos de izquierda o de derecha.

     Lo anterior nos inspira a desarrollar las pocas palabras que siguen como para mejor definir nuestra ubicación dentro del espectro político.

     Comencemos estableciendo que somos de la opinión que, desde que en octubre de 1989 cayó el Muro de Berlín, la infame Cortina de Hierro que la Guerra Fría que se dio entre las dos grandes potencias (Estados Unidos de América, EEUU, y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS) después de que finalizó la Segunda Guerra Mundial en 1945 hizo evidente, las etiquetas para señalar a alguien de derecha (o más conservador) o de izquierda (desde socialista a comunista, dependiendo de sus ideas), están de más.

     Afortunadamente, nuestra madurez política la alcanzamos discutiendo y argumentando dentro de las Comisiones de Trabajo o en la misma Asamblea Plenaria del Parlamento Centroamericano, PARLACÉN, el cual es el Congreso o Parlamento con el espectro político más amplio del mundo (más que el Congreso de los EEUU, que la Duma de la Federación Rusa, que la Asamblea Popular Nacional de la República Popular de China o el mismísimo Parlamento Europeo).

     Haber aprendido a debatir entre ex- comandantes de las diferentes guerrillas de los países centroamericanos, de corte marxista, ex-jefes de los antiguos Escuadrones de la Muerte, de ultraderecha, y de todos los diputados que ocupábamos los espacios intermedios, pero todos bajo las reglas del juego democrático, tuvieron que haber ampliado, en mucho, nuestra visión política en cualquier campo que se escoja discutir pero, especialmente, fortalecieron la tolerancia y la capacidad de escuchar, con atención, las ideas que cualquier persona, independiente de su tendencia ideológica, tenga para aportar.

     Ser etiquetado de derecha o de izquierda (que el centro, como tal, nunca ha existido y es efímero), hoy, es obsoleto.

     Pareciera que los conflictos del otro lado del mundo, en Ucrania, estuvieran reviviendo la antigua Guerra Fría, pero el mundo de hoy es muchísimo más complejo como para simplificarlo entre dos conceptos que han de haber servido a su propósito, décadas atrás, pero que ya no encaja dentro de lo que es la realidad actual.

     Por eso, si alguien nos ha de poner una etiqueta, porque necesita encajarnos en algún apartado mental, preferiríamos visualizarnos como Liberales Solidarios.

     Nos consideramos "Liberales" desde el punto de vista que privilegiamos la convivencia humana bajo un régimen de leyes, el Estado de Derecho, y creemos firmemente en los valores republicanos en donde las libertades del ser humano sean especialmente respetadas y todos seamos iguales ante la ley.

     Calificamos nuestra condición de liberales con el aspecto "Solidario", pues, en contra de lo que suele atribuírsele a los defensores del neoliberalismo a ultranza, nosotros, más que abogar por un gobierno mínimo, abogamos por un gobierno silencioso pero fuerte, es decir, que se inmiscuya lo menos posible en las actividades productivas del ciudadano; pero bajo las condiciones en que se vive en nuestro país, Guatemala, con una minoría privilegiada de tener oportunidades y una gran mayoría esperando respuestas desde su ofensiva pobreza, debe ser un gobierno que, sin ser Keynesiano, abogue por generar, en el interior abandonado del país, oportunidades de educación, de salud (que incluye nutrición) y de empleo que hoy simplemente no existen.

     Lo definimos como "solidario" porque, sin ser fanáticos de la política redistributiva y sin caer en paternalismos que pueden resultar más dañinos a la larga para la población más vulnerable (y hasta provocar mayores problemas sociales), para quien conoce las precarias condiciones de millones de ciudadanos en las montañas y valles del país se hace de urgencia hacer algo por comenzar a revertir esta situación.  El origen de la enorme migración de adultos y, ahora, de niños y jóvenes, especialmente a los EEUU, está en ese abandono, y si analizamos el de las pandillas (o maras), también.  ¡Esas situaciones hay que revertirlas!

     Nuestra pasión han sido los temas de desarrollo, y la única manera en que podemos desarrollar un país entrampado como Guatemala es dejando trabajar en paz a quienes producen, generando reglas claras para quienes quieran venir a invertir y producir, pero no olvidarse jamás de la ciudadanía que se muere de hambre y que no tiene alternativas para generar absolutamente nada en su comunidad.

     Ponernos una etiqueta para, en una o dos palabras, definir nuestra visión política del mundo, es casi imposible, pero esperamos que estas pocas líneas ayuden a quienes requieren de este sistema para entender mejor quién es quién en el mundo del pensamiento político, para comprendernos de una manera más acertada.

     El concepto anterior es completamente nuestro.  Después de escribir estas líneas hicimos una búsqueda en internet y encontramos que hay una página de facebook con este nombre, mas no con la misma expresión de ideas.

miércoles, 13 de agosto de 2014

LOS DIFERENTES DÍAS Y SUS FESTIVIDADES. MAÍZ, JUVENTUD, PUEBLOS INDÍGENAS Y EL TRABAJO INFANTIL.

     Hoy se conmemora, en Guatemala, el Día del Maíz y el Día Internacional de la Juventud.  El primero constituye el principal cereal, básico en la alimentación guatemalteca y, conforme al Acuerdo 767-2011 del Ministerio de Cultura y Deportes, también fue declarado Patrimonio Cultural y Natural de Guatemala.

     
     Esto es congruente, pues desde hace años leímos un estudio sobre el origen del maíz, en los albores de los estudios genéticos de las plantas, y parece ser que el maíz, en el mundo, se originó en alguna parte de Huehuetenango, esas montañas azules del altiplano occidental de Guatemala, de donde sus mejores semillas fueron siendo escogidas por los pobladores y sembradas hacia el norte, en las grandes planicies, donde salvó de morir a los primeros pobladores llegados de Inglaterra en el Mayflower, en 1620, y hasta la Patagonia, traspasando las grandes cumbres de la Cordillera de los Andes en lo que hoy es América del Sur.


     Es Guatemala, quizás, con sus 13 razas y 12 subrazas de maíz, el país con mayor diversidad biológica de este cereal, ligado a nuestra cultura ancestral a través de la cosmovisión que los mayaas tuvieron y que dejaron plasmada en el maravilloso Popol Vuh.

     El Día Internacional de la Juventud, por otro lado, fue aprobado por resolución de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, ONU, a finales del año 1999.

     Sea por resoluciones de autoridades locales o por la de organismos multilaterales, hoy tiende a conmemorarse casi todo.

     Hace unos días, por ejemplo, se conmemoraba el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, algo que estableció también la Asamblea General de la ONU a fines de 1994, sólo que en esta oportunidad la aprobación la hizo por decenios, el primero que venció en 2004, y el segundo, denominado Un decenio para la acción y la dignidad, que se dio desde 2005 y estará venciendo este año.

     Nuestra posición al respecto es de mucho respeto frente a los diferentes gremios que tienen su día, como el de los maestros, el de las secretarias, etcétera, o que realzan figuras claves entre la familia, como la madre, el padre, los abuelos, o frente a grandes segmentos de población que constituyen el futuro, como los niños, o el presente, como la juventud (a quien muchos vislumbran como futuro también, pero nosotros sostenemos que la juventud debe ser protagonista de todo lo que sucede en su entorno y es en la niñez donde debe planificarse y construirse el futuro); o frente a grandes conglomerados humanos como lo constituyen las poblaciones indígenas, tan importantes en nuestro país.

     Sin embargo, ¿de qué sirve conmemorar una fecha en el calendario si se deja de pensar en lo que cada uno de ellos representa todos los días? ¿de qué sirve a quien detenta el poder salir con campos pagados en los medios si se actúa diferente en el quehacer de cada día?

     Nuestro país nunca ha estado en situación tan grave desde el punto de vista alimentario.  Aunque tengamos un Día del Maíz y creamos que nuestra tierra es el origen de tan apreciada planta, los niños se están muriendo de hambre como nunca antes había sucedido, y muchos de los que quedan vivos están condenados a tener un coeficiente intelectual deficitario para el resto de su vida, pues sus cerebros no se nutrieron lo suficiente cuando así lo requerían.

     Conmemoramos el Día Internacional de la Juventud en el domo, techado, con entrada por invitación y con derecho a escuchar más de la burda campaña anticipada del gobierno, pero no se trabaja como debiera hacerse en brindarle oportunidades de desarrollarse integralmente en el país y se les orilla a buscar futuro en otros países, migrando ilegalmente con los riesgos que eso conlleva y cuyos peligros son ya de todos conocidos.

     El ejemplo que utilizamos con relación a nuestra población indígena debiera llegar al mismo seno de las Asamblea General de la ONU, a la oficina oval de la Casa Blanca, a las salas y tanques de pensamiento ligadas al Congreso y al Senado de los Estados Unidos de América, y a las oficinas, tanto de la Comisión Europea como del Parlamento Europeo y demás países que son nuestros socios comerciales pero que no comprenden nuestra idiosincrasia.  Es más, debiera llegar a nuestro propio Congreso Nacional, pues por lucirse o decir que se está haciendo algo, presentan iniciativas que en nada apoyan la situación de las poblaciones indígenas de Guatemala.

     Nos referimos a las cláusulas que, de un tiempo a acá, han venido poniendo en Tratados de Libre Comercio con relación al tema del trabajo infantil, con el cual por principio estamos en desacuerdo si lo vemos como lo pudo describir Charles Dickens en los inicios de la Revolución Industrial, en Inglaterra.

     Por supuesto que no es deseable que los niños trabajen en las fábricas en donde están expuestos a accidentes con maquinaria, ni en jornadas nocturnas o de tantas horas que se conviertan en esclavos de un patrono explotador.

     Pero de nada sirve que haya un Día Internacional de los Pueblos Indígenas, en donde todos los niños están acostumbrados a ayudar en las tareas del hogar y a trabajar no sólo al lado de sus padres y parientes sino como aprendices en lugares en donde, valga la redundancia, aprenden un oficio y, paralelamente, ganan un dinerito para ayudar a la economía familiar, y por otro lado, a través de estos "Tratados" se les han venido restringiendo las posibilidades de aprender a trabajar y de superarse.  Luego, que no se extrañen que haya decenas de miles de ellos viendo cómo se van a otro lado.

     La lógica de escritorio de Washington, de Bruselas y de Estrasburgo, por poner pocos de varios ejemplos, enaltece a comunidades indígenas que ellos no tienen y les cercena el derecho de vivir como ellos, culturalmente, están acostumbrados, porque no concuerdan con sus estándares de lo que un niño o un joven debiera estar haciendo.  Los invitamos a que vengan a vivir un tiempo dentro de nuestras comunidades indígenas, que sientan su pobreza, sus angustias; que compartan sus anhelos y esperanzas y, después, mientras voltean a ver a sus niños jugando tranquilamente en sus calles y parques bien cuidados, que relean sus "Tratados".

     Para quienes vivimos en un país con las venas abiertas por la pobreza de las comunidades indígenas, el Día Internacional de los Pueblos Indígenas es todos los días.  Como políticos sensibles y con los pies en la Tierra no podemos voltear a verlos y felicitarlos "en su día", pues la mayoría de ellos ni se entera que se está llevando a cabo tal conmemoración, pues están ocupados en dedicarle horas enteras de su esfuerzo diario en tan solo sobrevivir (no les caería mal leer un poco a Abraham Maslow y su Jerarquía de Necesidades).  ¿Dónde han estado la "acción" y la "dignidad" de estos diez años de conmemorar que este año vencen?

     Estamos seguros que quienes inventaron todos estos días para darle alivio a su conciencia, jamás acarrearon agua para beber, jamás tuvieron que salir a buscar leña para cocinar, y es poco probable que se hayan preocupado alguna vez por lo que iban a comer al día siguiente.

     Nuestro compromiso político está en pensar que cada día se conmemora el conjunto de personas, conglomerados de población, hechos o productos que no sólo hacen nuestra guatemalidad sino nos inspiran a hacer las cosas mejor que antes, con más energía, con ideas mejor pensadas y con visión de más largo futuro.

     Es posible que una posición como la nuestra no sea del agrado de todos, pero es sincera y sentida y con eso nos basta.  El realce de nuestros valores y cuestiones más preciadas debe hacerse en una base diaria, con sentido de crecimiento e inclaudicable.

     Por lo pronto, entendemos que se quiera proteger a los niños y jóvenes de los centros urbanos, especialmente, pero no podemos entender que no se distinga entre la juventud urbana y la rural, ni que la única manera que haya para hacerlo sea la de subir la edad en que pueden emplearse.  No lo entendemos y no lo aprobamos.  Hay que ser creativos a la hora de proponer iniciativas.

jueves, 7 de agosto de 2014

LA CONMEMORACIÓN Y LA CREACIÓN DE LOS CONFLICTOS

     El ser humano es el único animal en el planeta capaz de conmemorar acontecimientos protagonizados por sus antepasados, y parece ser, también, el único en insistir en crearse más problemas en la medida que avanza en su civilización.

     Cualquier país que celebre el día de su independencia está conmemorando un rompimiento con otro país, un conflicto.  

     Cada año se conmemoran fechas de batallas, de desembarcos famosos, de finalización de conflictos, especialmente militares, pues el ser humano lleva en sus genes la guerra y el festejo.

     Las hay, inclusive, las que conmemoran una entrada triunfal después de finalizado el conflicto, y hasta con el nombre equivocado, como es el caso del Día del Ejército, pues la última batalla de la llamada Revolución Liberal encabezada por Miguel García Granados fue el 29 de junio de 1871, entre Bárcenas, San Lucas Sacatepéquez y la Cuesta de Las Cañas, y la entrada triunfal a la capital, fue el día 30, el día que se recuerda, cuando la Institución Armada se fundó posteriormente, con la instalación de la Escuela Politécnica, el 1 de septiembre de 1873, apenas 3 meses antes de que Justo Rufino Barrios, el gran caudillo de la misma, asumiera la Presidencia de la República.

     El problema nada tiene que ver con lo anterior sino con esa mala costumbre que tenemos los seres humanos, muchas veces a través de la clase política y, a través de esta, por la de la clase nombrada, la burocrática de oficina, de generar nuevas trabas a las que también denominamos conflictos, aunque sean de otra naturaleza, y de irlos sumando a los existentes.

     Por ejemplo, cuando comenzáramos a estudiar Derecho y a trabajar en cuestiones legales en el despacho de un abogado, los trámites para conseguir un fin eran unos.  Hoy, al ciudadano de a pie solamente le falta caminar sobre brasas encendidas para cumplimentar lo que, anteriormente, era mucho más fácil.

     Existen tendencias loables por facilitar las cosas.  Se han dado en el proceso de importaciones y exportaciones, en los de registro de propiedades, empresas y hasta armas, en los del pago de impuestos, y la sumatoria, es decir, el resultado para la ciudadanía, sigue siendo negativo en su sufrir muchas veces silencioso y resignado.  La carga que a través de leyes, reglamentos, ordenanzas y, especialmente, ocurrencias y hasta burradas, es tremenda.

     Por más que hoy existe la tecnología para interconectar oficinas y registros públicos, para minimizar el traslado personal a través de videoconferencias certificables y muchísimas maneras para apoyar al usuario final, el ciudadano que mantiene la burocracia, la voluntad política no existe.

     Poco les importa a quienes ostentan el poder y a quienes los suceden, así como a quienes les antecedieron, lo que sufre alguien haciendo colas, pagando certificaciones extras, yendo a una oficina tras otra a conseguir el papel que a algún funcionario se le ocurrió la semana pasada.  Ni a las órdenes emanadas de un juzgado les hacen caso y mandan al usuario de un lado a otro a conseguir información que ya les consta.

     Es más, hay instituciones que se inventan que la gente solicite certificaciones para acreditarles información interna, que ya poseen, sólo por el hecho de hacerse de unos recursos.

     ¿Quién nos podría explicar, por ejemplo, en qué ley dice que una certificación de partida de nacimiento dura solamente seis meses?

     Porque a algún funcionario idiota de algún país se le ocurrió que, para entrar al mismo, debía tener una vigencia mínima de seis meses en el pasaporte, aunque tuviese boleto de ida y vuelta por un día, ahora la reciprocidad campea por todos lados y los ciudadanos, sin entender que su pasaporte todavía tiene vigencia, tiene que desembolsar antes de tiempo para hacerse de uno nuevo antes de que finalice el tiempo por el cual pagó. ¡Es la estafa institucionalizada!  ¡Con todo y que la extensión de pasaportes es un trámite que mejoró muchísimo al final de la década de 1990.

     Será difícil pero no imposible desarmar toda esta serie de valladares que nos hemos ido poniendo los unos a los otros.  No hablamos sólo de la competitividad de un país, sino de nuestra región y del mundo.  Suficientes problemas le crearon al ciudadano estos últimos cien años el establecimiento del conflicto llamado frontera, un fenómeno prácticamente desconocido para la humanidad durante cientos de miles de años de vida trashumante.

     Es cierto que en el proceso de urbanización de los conglomerados humanos se ha requerido de normas para ordenar la vida en común, pero tal parece que, como no ha habido escuela para aprender a gobernar sino hasta hace pocos años, y este, el de las trabas burocráticas, ha de ser un tema que quizás falta estudiar a fondo, quienes tienen un poco de poder tienden a poner reglas antojadizas, a abusar del ciudadano que le paga el sueldo al final de cuentas.  Es, desde este punto de vista, algo perverso.

     Lo que se requiere es tener muy claras las ideas, optar por priorizar al ciudadano y, como alguien que ejerce alguna cuota de poder gubernamental, tener las agallas para entender que, si quitar muchas de estas trabas podría generar menos ingresos, lo que gana el país, a la larga, es una ciudadanía que, cuando amanece y sale el sol, sale a producir a la calle con más ganas, y de eso todo el mundo, incluyendo las instituciones del Estado, salen ganando, pues quienes generan y pagan impuestos son más y más fuertes.

     Será interesante, algún día, ver cómo se deslegisla y se desarma todo este andamiaje que no lleva a altura alguna pero entorpece el tránsito y hasta la visión de hacia dónde vamos yendo.