martes, 27 de noviembre de 2012

¿PERDIMOS EL PRIVILEGIO O LO GANAMOS?


Vivir en nuestros países no es fácil.  Con bellezas naturales impresionantes y gentes sencillas y de una gran belleza espiritual, nos toca convivir, también, con verdaderos engendros del mal, de esos que no tienen el menor aprecio por la vida, que no entienden del respeto por los demás y que, embrutecidos, encima, se ganan el sustento y el de sus seres allegados y hasta queridos, que los han de tener, con la sangre de seres inocentes.

Dentro de esa dificultad de entorno, no creo que haya registro en la familia de un solo miembro, en cientos de años, que haya sido blanco y víctima de un hecho de sangre deliberado, sino hasta ahora.  Ni siquiera la persecución política de dictadores del pasado logró más que un duro exilio para uno de los bisabuelos y su familia.

Éramos, en cierto modo, una familia privilegiada que veía lo que pasaba; que aún así ha tenido varios miembros que nos hemos volcado a tratar de cambiar las cosas desde el ámbito de la política, entendiendo que estamos sumergidos en una vorágine de degradación que, sin el apoyo debido en cuanto a las oportunidades que requieren las grandes mayorías necesitadas, difícilmente vamos a revertir algún día.

Hemos sido afortunados en muchos sentidos y hasta bendecidos, pues muchos miembros de la familia han podido encontrar el camino para educarse, en unos ambientes familiares cultos, y todos los profesionales de la misma hemos podido encontrar la manera de ayudar al prójimo menos favorecido o más dependiente.

En ese ambiente crecimos, con una madre que volcó su vida a aliviar la pesada carga de los enfermos de cáncer y que hoy, a sus 86 años, tiene 53 de trabajar, ininterrumpidamente, por ellos.

¿Cómo se puede ser distinto frente al dolor ajeno, especialmente el de los más desfavorecidos, cuando eso ha sido parte de la cultura que hemos mamado en casa?

Ahora que nosotros somos la generación familiar de la mediana edad, vienen dos generaciones pujantes, una de profesionales que comienzan a formar sus propios hogares, y otra de nuevos retoños que, con el brillo de unos ojos que denotan mentes brillantes, maman de nosotros mismos cordura, educación, pensamientos elevados, hábitos de estudio y convivencia y buenas maneras.  Serán los profesionales generosos del mañana, cuando nosotros mismos seamos los representantes de la Tercera Edad o seamos un recuerdo para ellos en las reuniones de familia.

Todo esto ha sido turbado la noche del sábado 24 de noviembre de 2012, fecha que quedará marcada en la infamia para nosotros, en que un profesional joven de la Medicina, a punto de cumplir 27 años, fue ultimado por la espalda por sicarios contratados, quién sabe por qué energúmeno, segando una vida productiva que prometía un brillante porvenir.

No estoy seguro de poder afirmar si perdimos esa sensación de ser privilegiados en medio de una sociedad que, en este mismo espacio, he dejado establecido que está enlutada, en una empatía total y verdaderamente sentida, por el hecho de haber permanecido sin ser tocados por los crímenes de sangre que tanto daño le hacen al país.

Establezco lo anterior porque, con la tristeza que hoy todos tenemos ante un hecho consumado que no debió haber sucedido jamás, el dolor que embarga nuestros corazones nos hace estar en una mejor posición para continuar estando al lado de quienes, sufriendo los embates de esta misma violencia, están en condiciones más precarias que nosotros para levantarse de los golpes que da la vida y, por ende, por negativo que sea en nuestras vidas lo que estamos viviendo, sus asesinos deben saber que somos una familia que cree en Dios, que no estamos aquí para comprender Sus designios pero sí lo estamos para ayudar a quienes consideramos que lo necesitan.

¿Quién puede dudar de nuestras buenas intenciones al acercarnos a alguien que sufre por estos mismos motivos, si el Creador nos ha dado, a través del sacrificio de uno de nuestros queridos y jóvenes vástagos, la capacidad de entender mejor su dolor?

¿Quién puede negarnos el derecho de decir, en medio de una de las peores crisis que una familia pueda vivir, que estamos de pie, con tristeza, pero con nuestros valores y nuestras creencias intactas y más que fortalecidas?

Hace casi 7 años que enterramos a uno de mis hermanos, médico, fallecido de muerte natural, y en esa oportunidad recibimos la visita de cientos de personas de todos los estratos sociales, al grado que hasta hubo quien dijo que su entierro estuvo más concurrido que el de algunos ex Presidentes.

Ahora enterramos a otro médico, quien no había podido desarrollar su carrera a plenitud, pero el acompañamiento de tantas personas, centenares, nos ayuda a fortalecernos.  Mensajes llegados de todas partes del planeta nos reconfortan y hacen que nuestros corazones sean más que agradecidos con ellos, con la vida, con las duras pruebas que tenemos que pasar para crecer, y nos hacen ver que mantenemos actitudes de vida que son apreciadas.

No creo en el descanso eterno, pero sí creo en los ángeles, y lo que veo en todo esto es la partida de un ángel que no tuvo tiempo de hacerle mal a nadie y que, en el plano en el que ha de estar en adelante, lejos de descansar eternamente nos estará acompañando y ayudando a señalar el camino con sus consejos al oído, pues si ya no veremos su cuerpo, los sicarios no nos pueden quitar su amor ni nuestros valores para vivir en sociedad y para tratar de entender la Creación. 

¡Vete, Juan Miguel! ¡Vuela libre! ¡Despliega tus alas y ve donde seas más necesitado para comunicar tus virtudes donde seas requerido! La que fuera tu familia terrenal te sigue queriendo pero entiende que, ahora, perteneces a otra familia más amplia y de mayor Luz, y no seremos nosotros quienes te retengamos, pues eso es egoísmo y no va con nosotros. ¡Sé, ahora, un mensajero de la inmensa conmiseración de nuestro Padre!

Gracias por tu sangre que nos permite sustituir el privilegio de sentirnos no tocados por el crimen, que va más en el sentido de nuestro propio interés, por otro más amplio y elevado que nos coloca en la posición de comprender mejor el dolor ajeno, las condiciones sociales de nuestro país y la posibilidad de poner remedio a algunas cosas cuando Dios así lo quiera.

Tu tío que te sigue queriendo.

jueves, 22 de noviembre de 2012

EL AGRADECIMIENTO Y LA POLÍTICA


La famosa frase “La política es el arte de lo posible” es atribuida, por igual, a Voltaire, a Bismarck, a Manuel Fraga y a Maquiavelo.  Quién sabe su verdadero origen.
Lo que sí es cierto es que tiene numerosos ejemplos prácticos.  Uno de ellos, hasta donde sabemos, es la tradicional fiesta de Acción de Gracias que celebra, hoy, el pueblo estadounidense; el famoso “Thanksgiving Day”.

Esta es una celebración que conmemora, supuestamente, la supervivencia de los primeros colonos llegados al norte de América, en el Mayflower, procedentes de Inglaterra, que viéndose exhaustos por la falta de alimento y la entrada de un crudo invierno, circunstancias acentuadas por su falta de conocimiento del nuevo territorio y su poca experiencia en el Nuevo Mundo, se vieron prácticamente rescatados por un grupo de aborígenes que estuvieron dispuestos a compartir sus alimentos y, así, en medio de aquel choque cultural que los llevaría fatalmente a aniquilar a uno de los dos grupos sociales, lograr sobrevivir todos aquel crudo invierno de 1620.

Sin embargo, hasta donde hemos sabido, esta celebración no era conmemorada como fiesta nacional sino hasta fecha reciente.  Fue George Washington, la primera persona en ocupar la Presidencia de ese país, quien proclamó el “Día de Acción de Gracias” sin que, realmente, a nivel de los hogares, cambiara cosa alguna.  Fue posteriormente a que esa nación se desgarrara en el conflicto bélico entre la Unión del Norte y los recientemente conformados Estados Confederados del Sur, la “Guerra Civil” de 1861-1865, en que el presidente Abraham Lincoln, con el afán de proveerle a los habitantes de la nación algo qué celebrar en común, para volver a unificarla, que logró darle un giro hasta ese entonces distinto, eminentemente secular, el cual ha perdurado hasta hoy.

Unir el corazón de un pueblo que, dividido en dos bandos, se mató durante cuatro años, dentro de la agenda política del Presidente Lincoln ha de haber sido de primer orden, y a pesar de que fue asesinado al poco tiempo, nosotros le damos el crédito y estimamos que cumplió su cometido.

Además, y saliéndonos un poco de lo que es la conmemoración en sí, el tema de ser agradecido debe estar presente siempre, no sólo a nivel personal, sino a nivel de la agenda de cualquier político que pretenda hacer las cosas en serio y con dedicación, pues es seguro que, en el largo camino que todos recorremos, no sólo hay otras personas a quienes debemos grandes o pequeños impulsos, materiales o de otra índole, sino un responsable de esa Creación que nos guía, nos aconseja y nos permite avanzar y desbrozar el camino por recorrer, iluminando nuestro pensamiento, proveyendo los recursos indispensables, concediéndonos la salud y la protección necesaria.

La gratitud y la política deben ser compañeras.  Un político puede ser brillante, pero sin el concurso externo de otras personas y sin un entorno propicio que le permita actuar, darse a conocer y ser aceptado, todo intento, toda actividad, son vanas.  De ahí que, sin entender cómo funciona la parte invisible del todo, podría obviarse el que se pueda no ser agradecido, pero difícilmente podrá recorrerse el camino.  Entendiéndola, no se puede andar por la vida y pretender guiar a los demás en el sendero de las decisiones de gobierno o de país, sin tomar en cuenta esa actitud intrínseca que nos hace, voluntariamente, volcar nuestro corazón y nuestros sentimientos hacia quienes comparten y ayudan a que todo esto se dé.  Siempre será preferible un político con los pies en la tierra y la mirada a las alturas.

Política aparte, a nivel de las actividades personales, también consideramos una magnífica oportunidad, aunque tendamos a hacerlo todos los días de nuestra existencia, para agradecer tanto beneficio que, a través de las oportunidades de instruirnos, de la cultura, del país donde nacimos o donde escogimos vivir, de nuestros familiares y amigos y tantas cosas que aparentan ser negativas pero que, en el fondo, nos proveen de nuevas oportunidades para entender mejor y para crecer, se nos presentan en la vida.

Los símbolos externos que representan comerse tantos millones de aves el mismo día, no son lo importante para nosotros que, desde lejos, observamos estas tradiciones; pero sí valorizamos, en todo su contexto, ese afán por compartir y por recordar que hay un prójimo y un Ser Superior que debemos tener presentes en lo bueno y en lo malo que suceda en nuestras temporales y breves existencias en este planeta.