sábado, 11 de diciembre de 2021

UN BUEN POLÍTICO DEBE SER DISIDENTE.

Comencemos por afirmar que un político conforme no sirve para nada.  Un político mentiroso que utiliza el desengaño ciudadano para su discurso y aprovecharse personalmente, es peor.

Como lo vemos, la situación de precariedad en que viven las grandes mayorías y esa contumaz falta de respuesta del sistema político, le debe doler hasta el tuétano a un buen político.

Hay que ser contestatario pero con inteligencia y educación; por eso hablamos de disidencia. Las herramientas que proveen el Derecho y la Política están para generar los cambios que el sentido común dicte para frenar tanta injusticia, comenzando por la corrupción, y construir un andamiaje que favorezca el desarrollo, las inversiones foráneas y locales, la educación verdadera, la transparencia en la utilización de los recursos como en la Administración de Justicia.

En política serán muy pocos los camarones que se duerman y se los lleve la corriente. La mayoría estarán al acecho para coludirse y asaltar los recursos públicos sin que les importen los índices de desnutrición o desempleo, por mencionar solo dos, o estarán dispuestos a dar la pelea y señalar los temas puntuales de la agenda nacional que hay que mejorar para todos. Estos últimos casi se pueden contar con los dedos de una mano.

A muchos políticos de la mayoría les preocupa el próximo proceso electoral.  A nosotros nos aflige pensar en la Guatemala del año 2,300 o 2,400, después de pasarnos casi una vida observando nuestro raquítico crecimiento económico y nuestra galopante caída, como sociedad, hacia abismos oscuros.

La ciudadanía guatemalteca ha comenzado a despertar, pero todavía son demasiados los cantos de sirena, el dinero mal habido que compra voluntades y ese conformismo con la cancioncita de turno.

Nosotros nos inclinamos por la disidencia. Estar conforme con lo que tenemos es indefendible, y ya no hay tiempo que perder.