No es novedad afirmar que hay varias Guatemalas.
Simplifiquemos las cosas y refirámonos solamente a la urbana y a la rural, las
cuales, en su visión de lo político, funcionan bajo paradigmas y dinámicas
distintas.
En todo país hay un clímax político cuando se lleva a cabo
una elección general. En los centros urbanos, donde los medios y las redes
sociales son mucho más activas, este proceso llega a asquear a las mayorías y,
en el tiempo posterior a la misma, la tendencia de muchos ciudadanos es a
retraerse y no querer saber más de élla.
Lo anterior se agrava con el hecho de que, al asumir el nuevo
gobierno, comienzan las torpezas de los nuevos funcionarios, los actos de
corrupción y hasta los identificados como hostiles a la población, como la
manía de comenzar planteando reformas impositivas contra las que estuvieron en
contra en los discursos de campaña; y el resultado para lo político, tan
importante para todos, es un panorama que va de la animadversión a la apatía y
la falta de participación; un legado que va pasando de generación en generación
y que, al final, no beneficia al país en su conjunto ni a la calidad de vida de
cada persona.
Por el contrario, en el área rural donde no llega el cable, donde
casi no hay televisiones y mucho menos llegan los periódicos, donde vive la
gente pobre que hace un gran esfuerzo por activar sus “frijolitos”, esos
celulares sencillos que no tienen redes sociales, la vida se vive distinta y lo
político tiene otro significado: es distracción, es la novedad cotidiana. En
las montañas y barrancos de esa Guatemala profunda donde sólo la radio llega
también entienden del clímax político y acuden a votar en masa; pero luego, en
lugar de seguir con sus vidas como pensaría un capitalino, lo político tiende a
ser parte de las mismas; de lunes a domingo; en todos los rangos del espectro
político democrático que, por demás, apoyamos. Por lo menos eso es lo que hemos
observado.
Ahora bien, todo lo anterior es aprovechado por activistas y
políticos con colmillo, y esta es la parte más delicada de la ecuación, porque
dentro de este género hay de todo: los positivos de cualquier ideología que se
preparan, proponen, construyen y comparten una visión de futuro; los que
critican cualquier defecto o resbalón de cualquier autoridad pero nunca
participan activamente en nada; los que aprovechan el tiempo para conseguir
apoyo para proyectos comunitarios auténticos; y, por supuesto, y ahí está el
peligro, los malosos que nunca faltan: los marxistas trasnochados que siguen
pensando que los países comunistas son un paraíso y que, siguiendo consignas
internacionales, o por iniciativa propia, hacen de todo para engañar a la gente
con promesas de un paraíso que, hasta donde hemos visto, no existe en ningún
país que haya implementado por décadas lo que ellos, tan profusamente,
propugnan.
Es así como, en una visión a vuelo de pájaro del panorama
político, veremos a muchos miembros de las comunidades campesinas cambiarse de
partido, organizar comités, reunirse para discutir un proyecto, estiras y
encoges por los liderazgos locales; casi todo sin pensar mucho en los bandos
ideológicos (aunque cualquiera de ellos es legítimo si se plantean ideas
democráticas), ni en los temas nacionales, mucho menos en los internacionales.
Están más interesados en su bienestar local, en sus necesidades básicas, lo
cual es completamente válido.
Pero si observamos bien el liderazgo político rural, veremos
engaños, robos de energía eléctrica, invasiones de fincas, bloqueos no
solamente en carreteras sino a proyectos de beneficio general, como los
hidroeléctricos, promesas de nacionalización de la producción y transmisión de
energía, nacionalización de todos los recursos naturales y de las tierras para
repartirlas a los campesinos, oposición y hasta bloqueos en la construcción de
nuevas carreteras e inversiones que implican la creación de nuevas plazas de
trabajo; actividades en las que se atreven a capturar autoridades, a quemar
instalaciones y vehículos, a secuestrar, torturar y hasta a asesinar a los
otros campesinos que no los apoyan en su agenda destructiva.
¡Pero ojo! Hay que diferenciar entre un liderazgo demagogo
populista que no quebranta la ley y uno que incita a la violencia, al robo, a
la destrucción, al mismísimo asesinato. Y hay que diferenciar, también, al
líder negativo local, que siempre ha existido, del megalómano que quiere ponerle
el zapato en el pescuezo a todo un país, cuando las grandes mayorías lo que
desean es trabajo, paz, desarrollo, estabilidad, educación para sus hijos y
salud. Y esto último, nos parece, es lo que está sucediendo.
Por alguna razón que no entendemos, conseguir financiamiento
internacional para los proyectos de beneficio comunitario es casi imposible,
pero para financiar actividades delictivas se presta una gran cantidad de
países y de organizaciones que es prolijo enumerar.
El marxismo internacional que realmente nació en 1919 cuando
Lenin fundó la Tercera Internacional, la Komintern,
fue sepultado al caer el muro de Berlín y resquebrajarse la antigua Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, pero salió de sus escombros y,
entendiendo los signos de los nuevos tiempos, se mimetizó; dejó de tratar de
imponerse por las armas como aconsejó Trotsky tantos años, pero sigue queriendo
atrapar países y sociedades enteras bajo su bota enlodada de miseria y
represión; y para esto sí hay recursos; hay gente tonta o malvada dispuesta a
enriquecerse impulsando estos temas, y hay gente ingenua que todavía cree en
esos cantos de sirena, brindándoles su inocente apoyo. Los famosos “tontos
útiles”.
Fidel Castro lo entendió perfectamente y, en cuanto pudo,
convocó a “elecciones”, a su manera, y se dio un baño de democracia, haciéndose
llamar y ver como presidente de Cuba. Lo mismo hizo Daniel Ortega en Nicaragua,
que después de la derrota que sufrió frente a Violeta Barrios de Chamorro, en
1990, dejó el uniforme de comandante con que tomó el poder por las armas en
1979, se vistió de traje y corbata y soltó palomas blancas para retomar el
poder. ¡Y ahí sigue! Todos oxigenados por el petróleo de los venezolanos, que
hoy no tienen medicinas ni qué comer.
La vida en nuestro planeta no es sencilla, y mientras todo el
mundo voltea a ver lo que pasa en Estados Unidos de América con el cambio de
gobierno de Barack Husein Obama a Donald Trump, Guatemala peligra de caer en las
garras de lo que ahora llaman progresismo, ecologismo o ambientalismo mal
entendido, Derechos Humanos instrumentalizados y socialismo del siglo XXI: el
guión marxista para la toma del poder dentro de un sistema democrático y
republicano.
Conocemos de primera mano lo que sucede en el país porque
salimos, de vez en cuando, a trabajar con comunidades de todos lados; con esas
que buscan algo positivo y que no quieren entregar su país a líderes ni a
ideologías foráneas. Salir al interior y vivir en la ciudad capital, con su
dinámica diferente, nos hizo darnos cuenta de cómo esta agenda avanza en el
área rural mientras que las mayorías urbanas se mantienen criticando el
tráfico, la falta de agenda de trabajo del gobierno o la manera como se
reparten los funcionarios el presupuesto en bonos navideños.
Ponemos de ejemplo la convocatoria que una conocida
organización campesina realizó, a finales de octubre de 2016, para paralizar la
capital y prácticamente todo el país (20 ciudades y carreteras), con los
objetivos, decían, de pedir la renuncia del presidente Jimmy Morales, para que
se deje de criminalizar a los defensores de los derechos humanos (se referían a
los sindicados de quemar maquinaria y secuestrar campesinos en un proyecto
hidroeléctrico en Huehuetenango, la instrumentalización a que nos referíamos) y
para que se nacionalice la energía eléctrica. El rechazo a nivel de los centros
urbanos de todo el país fue generalizado. Poca gente les manifestó su apoyo en
medios o redes sociales, donde fueron criticados duramente y hasta insultados.
El día de la convocatoria se dio. De los bloqueos que habían
anunciado en todo el país, parecieron dar marcha atrás a última hora, y la
generalidad urbana creyó que, con la aplastante opinión en contra manifestada
durante más de una semana en las redes sociales y en todos los medios
(periódicos, televisión abierta, cable, radios), los habían forzado a dar
marcha atrás; que habían sido derrotados. Y como después de eso ya nada se
supo, ésa es, hasta hoy, la creencia urbana generalizada.
En el interior del país la dinámica fue distinta, pues
quienes acudieron a bloquear carreteras fueron los mismos miembros de esta
organización que se roba la energía eléctrica pero que le cobra una cuota fija
a los usuarios finales, actividad delictuosa que, en algún lado hemos leído,
les deja entre Q.50 y Q.65 millones anuales. Siguiendo una directriz orquestada
(y posiblemente pagada en efectivo), el bloqueo tan anunciado de carreteras fue
súbitamente interrumpido para, después
de la jornada de protestas con pancartas y megáfonos, replegarse y desalojar; y
ahí está lo interesante que casi nadie ve ni entiende: regresaron a sus
comunidades a echar agua a su molino conforme
una agenda oculta, para los demás, que no terminaba con la pretendida paralización
del país.
Lo que a esta organización le interesaba no eran los bloqueos
ni la renuncia real del presidente. Su triunfo fue mediático pues estuvo en
todos los medios durante más de diez días; todo el mundo sabía de ellos; hasta
en los rincones más apartados del país; y eso les ha venido sirviendo hasta la
fecha, porque la labor de zapa continúa para sumar adeptos a su causa con un
discurso anti sistema (renuncia del presidente y de los jueces –curioso, el
tema de los diputados lo veremos después), nacionalización de la energía eléctrica
(eso implica la generación y la transmisión), cierre de las empresas mineras,
nacionalización de las fincas para repartirlas a los campesinos, rescate y
nacionalización del agua para las comunidades y el tema que desarrollamos a
continuación.
Paralelamente, la pretendida Reforma al Sector Justicia
impulsada por la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala,
CICIG, y el Ministerio Público, MP, también ha venido a remover las aguas de la
agenda política, proyecto que es cierto que algunas comunidades apoyan, aunque
nos atreveríamos a afirmar que la mayoría de ellas permanece totalmente indiferente
o se van interesando en la medida que se van enterando; pero este es un tema
que, a nivel urbano, ha generado cuestionamientos y, lejos de ayudar a
cohesionar al país, más lo está dividiendo. Cuando el presidente del Congreso
de la República, Oscar Chinchilla, en su discurso de toma de posesión (14 de
enero de 2017) dijo que iba a apoyar dicho proyecto, las redes sociales
reportaron que casi no hubo aplausos de los mismos diputados. Es decir, el tema
no los entusiasma.
Entendiendo el campo como lo entendemos después de casi treinta
años de trabajar entusiastamente con comunidades campesinas, estamos
capacitados para ver el veneno en la propuesta de lo que denominan “Diversidad
Jurídica”, pues las comunidades han venido aplicando su justicia ancestral, a
la manera que cada quien la entiende, sin interferencia ni del Estado ni de
nadie (hay videos que lo comprueban). Por otro lado, vemos detrás de la misma
no sólo (nuevamente) la agenda de la denominada Comunidad Internacional, sino
la injerencia de algunos diputados que, precisamente, provienen de las filas de
la extrema izquierda, de esa que no ve hacia un futuro de mayor progreso sino
que busca los medios para seguir manipulando en el campo y, con ello, mantener
alguna cuota de poder y el flujo de dólares y de euros provenientes de sus
financistas. ¿Casualidad que aquél grupo no pida la renuncia de diputados?
La Reforma Constitucional al Sector Justicia, si se aprobara
como está planteada, sería un instrumento formidable de zozobra y manipulación
para este tipo de líderes negativos de nuestro país, pues de algo que se da de
manera natural y que les sirve a las comunidades para obtener alguna justicia
después de que, también con la cooperación internacional (esta de la AID, de
buena fe), se acabó con los Juzgados de Paz y, con ello, la posibilidad de
tener, en el lugar, una autoridad que juzgara cuestiones menores, ahora se
tendría el marco legal para comenzar a crear, a su sabor y antojo y quién sabe
cómo, estructuras comunitarias encargadas de juzgar, pero todo en favor de esa
agenda internacional a la que se deben; y lo que vemos, con nuestra
experiencia, es únicamente caos al final de ese túnel.
Aquí es donde nuestro análisis se vuelve interesante, porque
si estudiamos un poco hacia dónde van los recursos provenientes de la
Cooperación Internacional de países como Noruega u Holanda, o la Washington Office for Latin America, WOLA,
de los Estados Unidos de América, o la impresionante red de ONG’s e
instituciones (¡ojo! ¡instituciones!) financiadas por George Soros y su Open Society Foundation, veremos que la
entidad que convoca los bloqueos y se roba la energía eléctrica, el proyecto de
reforma constitucional, las invasiones y tomas de fincas y otras cuestiones,
algunas de ellas ligadas al tema de los derechos humanos, todas están ligadas a
un objetivo común.
¿Cuál es ese objetivo? Hasta la pregunta es un poco necia.
Por supuesto que la toma del poder. Todo apunta, según nuestra información, a
que detrás de todo esto está, además de los diputados aludidos, un catedrático
de Derecho Agrario, antiguo militante de la guerrilla, quien fuera expulsado
por quién sabe qué razones del partido político Unidad Revolucionaria Nacional
Guatemalteca, URNG, el partido de la ex-guerrilla, y que según informaciones
recibidas quiere demostrarle a sus antiguos camaradas, después de que “lo
ningunearon”, que él sí puede llegar a la Presidencia de la República.
Las masas de población urbana, incluyendo las élites que
están más enfocadas en hacer negocios hoy, despertarán del letargo diletante
hacia el nuevo proceso electoral, cuando este comience a calentar motores, en
2018; mientras tanto, todo el mundo celebró las fiestas del fin de 2016 sin
percatarse que, en el interior del país, la actividad política de este grupo,
que cuenta con cualquier cantidad de dinero para movilizarse, no cesó, es
febril, y que cada día se están fortaleciendo con el imaginario de la pobre
gente que cree que, apoyándolos, ya no pagarán energía eléctrica, las
plantaciones productivas y las minas de todo el país serán de ellos y que el
maná caerá del cielo.
Hay otros elementos que apuntan a que todo esto, que aquí
analizamos, se dé, y que la contienda electoral de 2019 sea muy ideologizada,
pero se salen del ámbito nacional y caen en el campo de la nueva Guerra Fría
(se puede consultar http://politicaysentidocomun.blogspot.com/2014/11/el-mundo-vive-una-etapa-de-transicion.html
). Lo que sí podemos anticipar es que las autoridades que sucedan a las
actuales resultarán electas, en gran medida, por la ciudadanía rural de
Guatemala, que está despierta y vibrante desde ya.