Guatemala es un vergel. Según el Ministerio de Agricultura y Recursos Naturales, MARN, contamos con 8 regiones climáticas y 360 microclimas. La temporada de las preciadas lluvias no es igual en todos lados, es decir, en el Norte (Alta Verapaz, parte de Quiché y Huehuetenango, Petén, Izabal), tienen una temporada que abarca meses distintos de los que suele llover en la Costa Sur (suele, por los fenómenos de La Niña, el Niño, etcétera).
En todo el país se siembra maíz y frijol, pero tales siembras y sus consecuentes cosechas se dan, también, en tiempos distintos. Eso es muy bueno porque: 1) los consumidores guatemaltecos siempre disponen de maíz y frijol fresco y no hay necesidad de almacenamientos largos que arruinan el producto y lo encarecen; 2) los precios mantienen sus fluctuaciones normales, pero debido a que nunca hay una escasez pronunciada, ni una sobreoferta de producto, esas fluctuaciones lo hacen dentro de rangos aceptables para todos; 3) durante muchos años la oferta de maíz y de frijol ha estado en manos de cientos de miles de pequeños productores, de modo que su acaparamiento, para fines de encarecer y enriquecerse inmoralmente, es de lo más difícil y no ha sucedido en décadas; 4) aún cuando la gran mayoría de productores de maíz y frijol lo hacen por satisfacer sus necesidades alimentarias, el autoconsumo, es el excedente de muchas familias, de las más pobres del país, el que surte el mercado, pero también constituye un exiguo ingreso para miles de familias que carecen de otro tipo de oportunidades en sus lugares de origen; y, 5) aun cuando el incremento del precio de los fertilizantes y aperos de labranza ha sido muy marcado desde la pandemia, y precios de otros productos como el trigo se han incrementado en el mercado mundial debido a los efectos de la pandemia de Covid 19 desde 2020 y a la invasión de Ucrania por parte de Rusia en 2022, los consumidores guatemaltecos hemos gozado de relativa estabilidad en los precios del maíz y del frijol debido, primordialmente, al esfuerzo de un campesinado casi olvidado de todos, incluidas las autoridades.
Por otro lado, en la economía de los países también hay ciclos; hay épocas de vacas flacas y épocas de vacas gordas. Todavía hace unas cuatro décadas, en los años 1970, cuando el precio del café en el mercado internacional caía (la siembra de algodón ya casi había terminado y la de cardamomo era incipiente), la economía entera del país sufría las consecuencias: se ralentizaba y hasta se paralizaba el sector de la construcción, se desplomaban las ventas de vehículos, de viviendas, se retrasaban los proyectos mientras el ingreso de los dólares del café no estuviese asegurado. Hasta las carteras de los bancos se cerraban a la espera del cambio en el ciclo del precio cafetero pues la caña y la industria de la caña no solo no era lo suficientemente grande como para provocar esa derrama, sino la concentración en unas pocas familias lo hacía poco factible.
Luego, con el paso de los años, el país se comenzó a diversificar, y surgieron la maquila de todo lo que es textil (que no interesa acá porque no es agrícola) y la exportación de productos no tradicionales, especialmente frutas, vegetales y flores. ¡La dependencia del café había terminado y las nuevas generaciones ya nunca vieron paralizarse la economía!
Cuando se detenía la economía mucha gente se quedaba sin trabajo, como albañiles, pilotos, ayudantes, vendedores. Hasta los bufetes de abogados sufrían porque muchas escrituras que documentaban los contratos, las compraventas, los préstamos bancarios, se posponían o se cancelaban. Con la exportación de arveja china, de pascuas, de tillandsias, de troncos de izote, de rosas, de pacayas, de mangos, de mora (hasta que los gringos se inventaron el cuento de la cyclospora), los minivegetales, y luego una gran diversificación de productos que incluyen tamales, salsas de chiltepe y un enorme etcétera, la economía de Guatemala se fue estabilizando.
Todo esto comenzó antes del enorme flujo de migrantes hacia Estados Unidos de América y otros países y su consecuente chorro de remesas, las que no solo han venido a democratizar el ingreso, especialmente en los departamentos más olvidados del interior del país, sino le han dado al país otro nivel de estabilidad, hasta en la tasa de cambio de nuestra moneda.
Es decir, queda demostrado que el sector agrícola del país es de suma importancia si queremos entender la estabilidad de precios de que gozamos los consumidores, al tener todos nuestros mercados bien abastecidos, así como las cantidades de moneda dura que ingresan al salir para venderse a los mercados extranjeros.
Escribimos estas líneas porque hay noticias de que el gobierno piensa autorizar la importación de frijol negro, libre de impuestos, por lo que aprovechamos para exponer nuestras ideas al respecto:
1) La noticia cayó en frío, sin una sola queja de escasez, sin una fluctuación impagable de precios, lo que hace pensar que no se está tratando de aliviar una situación de emergencia en la que la población se quedaría sin alimento.
2) El ingreso de una cantidad todavía no especificada de frijol vendrá a agregarse a la oferta local, lo que podría tirar el precio por debajo del costo de producción de los campesinos que a eso se dedican.
3) Desconocemos el origen y el año de producción del frijol que pretenden importar, lo que trae a colación una experiencia que tuvimos en 1980 en que llevábamos juicios de cobro de un banco del sistema y se embargó un lote de frijol, el cual, después de los trámites del juzgado, estaba tan viejo, que ni las enlatadoras de frijoles volteados, que cuentan con procesos industriales, lo quisieron. El frijol puede verse igual, pero estar como piedra debido al tiempo transcurrido.
4) Una sobreoferta de frijol bajará los precios del mismo, beneficiando en algo, temporalmente, a los consumidores, pero eso será como el alegrón del burro, pues el mensaje que recibirán quienes todos los años siembran, madrugan para atender sus siembras y nos proveen, es que no vale la pena tanto esfuerzo; entonces, el año entrante serán menos agricultores los que se arriesguen (la agricultura es un riesgo enorme, el comercio casi no lo es) y, consecuentemente, la oferta de frijol será menor y la dependencia de frijol importado será mayor y hasta real, lo que ahora no es, hasta llegar el momento en que el mercado del frijol ya no estará en manos de miles de productores ofreciendo su producto sino en las de uno o dos, o tres importadores que estarán en la capacidad de acaparar, de cartelizarse y de poner el precio que quieran; entonces, el consumidor que hoy se puede alegrar de que baje artificialmente el precio del frijol, tendrá que pagar el precio que los comerciantes privilegiados quieran, y no habrá otra manera que caer firmes con el precio o abstenerse de adquirir el producto.
5) Recordemos que en nuestro país no hay subsidio alguno para los agricultores ni para el sector agroindustrial, en general; en cambio, en otros países, los precios de algunos productos están distorsionados porque el Estado brinda subsidios importantes a quienes producen. Eso, en términos reales, es una competencia desleal que existe desde hace muchos años. No sabemos qué componente del frijol que se importe podría estar subsidiado, agudizando la competencia desleal contra el agricultor nacional. Recordemos: matar la agricultura nacional es depender, para siempre, de agricultores de otros países y pagar alimentos no solo más caros sino en moneda dura, más fletes, seguros, comisiones de intermediarios, y un largo etcétera.
6) La seguridad alimentaria de un país es primordial, y los gobernantes, lejos de dañarla, la deben proteger como un tesoro y estimularla. El negocio de los amigos, para hoy, puede ser la ruina de decenas de miles de familias productoras, para siempre.
Ojalá que el presente ensayo ayude a comprender que productores agrícolas y consumidores caminamos de la mano dentro de una economía. Mientras más libre la economía y menos distorsiones deliberadas, menos sufrimiento para unos y para otros. Ojalá, también, que se trabajara en mejorar las condiciones de producción del campo. El bienestar de quienes producen carne, leche, papas, verduras, frutas, granos, pollos o lo que sea, y surten nuestros mercados y supermercados, es el bienestar de todos los que se benefician de una economía que se mueve y prospera con las altas y bajas regulares de todos los mercados.
Una distorsión de origen burocrático puede provocar una crisis.
Se llenan la boca diciendo que la gente se va porque no hay oportunidades, pero le están clavando la daga en el corazón, desde el despacho presidencial, a la Guatemala profunda, donde se siembra el frijol, el maíz y todo lo que va con la milpa.
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