miércoles, 8 de junio de 2011

DOS CASOS DE BACTERIAS, PARECIDOS PERO DISTINTOS

A mediados de los años 1990's, como productor de mora para exportar, estaba enterado de que Guatemala se había metido bien al mercado estadounidense y que estaba penetrando excelentemente el mercado europeo. La fruta que producíamos, mi suegro y yo, por separado, por su calidad, era precisamente la presentación del país ante la apertura de nuevos mercados.

Sin embargo, en una oportunidad en que viajé a Miami, Florida, en los Estados Unidos de América, como siempre me fui a meter a un supermercado al área de vegetales y frutas frescas, porque ésa ha sido mi costumbre, a ver los diferentes productos en exhibición, y mi sorpresa fue grande cuando me encontré cartelones, hechos a mano, colocados en el área de las "berries" (bayas), diciendo simplemente "don't buy guatemalan berries" (no compre bayas guatemaltecas), sin haber y sin explicar razón alguna.

A mi regreso, al comentar al repecto de lo anterior, pudimos concluir que lo que sucedía es que Guatemala se había convertido en una potencia en la producción de mora, de manera que, cuando comenzaba la cosecha en Estados Unidos, concentrada en gran parte en el Estado de Oregón, bien al norte, había todavía un traslape con la producción guatemalteca que era capaz de competir, no sólo en precios sino en calidad, al grado de desplazar a la mora producida después de las nevadas y, por supuesto, a través de otras variedades, quizás menos dulces.

La campaña de cartelones fue insuficiente para hacer que el público consumidor dejara de comprarle a Guatemala un producto de calidad, de modo que pasaron a la acción infame de inventarse, con ocasión de un brote de personas enfermas por intoxicación con la bacteria ciclospora, que el origen de la contaminación estaba en las moras de Guatemala.

De nada le valieron a la pequeña Guatemala los argumentos razonados de que la ciclospora es una bacteria que se mantiene al nivel del suelo, lugar en donde las moras nunca están. Es más, la voz de Guatemala estuvo conformada más por algunos productores, entre quienes no había grandes y poderosos pues todos éramos pequeños productores, y si hubo algún apoyo del gobierno fue tan débil, que no lo recuerdo.

Era obvio que Guatemala tenía la razón, pues la contaminación por ciclospora, que sí era una realidad, tuvo que darse por vía de un alimento que estuviera en contacto con el suelo, y la mora es un arbusto espinoso que no tiene ramas rastreras ni nada que se le parezca.

Sin tener pruebas contundentes, me atrevo a señalar a los poderosos productores de Oregón, que ahí sí son grandes compañías que tenían el poder de llenar de cartelones todos los supermercados de Estados Unidos, quienes finalmente encontraron una excusa más o menos creíble y, con la connivencia de las autoridades sanitarias del gobierno estadounidense, y en perjuicio de sus propios consumidores internos, desviaron la atención de donde pudiera estar el verdadero brote, que pudieron ser hojas de espinaca o algo parecido, y enfocaron toda la atención de los medios en las ahora más que nunca famosas "berries" de Guatemala.

La pantomima fue más allá. En el afán de seguir produciendo y exportando, las autoridades fitosanitarias estadounidenses, como si fuese una graciosa concesión, acordaron con la Gremial de Productores de Berries de Guatemala, recién organizada y débil, mandar equipos de técnicos para hacer visitas de campo, revisar las granjas productoras, los procesos de selección y manejo de la fruta, así como las cadenas de frío y de distribución, incluyendo fuentes de agua y pruebas de suelos y de higiene de las mesas de trabajo, con la finalidad de certificarlas para darle certeza al consumidor estadounidense, procedimiento que sólo sirvió para que esa muerte, que debió ser súbita, se prolongara en el tiempo, pues parece que fueron un par de técnicos que certificaron para sacar todo el trabajo de campo, con lo cual primero llevaron a la quiebra a todos los productores y ocasionaron unos de los mayores despidos de gente de esa época.

Para tener una idea, en apenas dos manzanas sembradas, en tiempo de cosecha se empleaba a unas 47 personas, pues es un cultivo verdaderamente intensivo.

Ahora la queja es que muchos migrantes de nuestros países se van para allá, pero esta es una de las causas por las cuales la gente, sin fuentes de trabajo, buscan mejores oportunidades.

El final de ese cuento fue ése. Cero compensaciones, cero remordimientos por parte de esas ingratas autoridades estadounidenses, cero disculpas al pasar los años y no encontrar un solo foco de contaminación con ciclospora, lo cual hubiese, seguramente, sido noticia de primera plana en los periódicos más importantes de ese país.

Ahora pasa algo similar en Europa. Pero no igual.

Comienza un brote de contaminación por una de las cepas de la bacteria Escherichia Coli en Alemania, la encargada de sanidad de una ciudad da la voz de alarma echándole la culpa a los pepinos españoles, quienes pegan el grito en el cielo porque no se consideran responsables, el gobierno español reacciona quejándose, y ahora la Unión Europea, en tan poco tiempo como menos de un mes, ya ha aprobado ayudar a los productores que salieron perdiendo con un fondo de 150 millones de euros, los cuales no alcanzan para cubrir todas las pérdidas, pero constituyen un enorme alivio que les evita la quiebra, les ayuda a mantener pagados los sueldos de la gente y les abre la posibilidad para seguir produciendo y exportando.

Es más, las notas de prensa señalan que ha quedado abierta la puerta a la posibilidad que ese fondo de ayuda se incremente, y aún está pendiente de dilucidarse si se deducirán responsabilidades a las autoridades alemanas que, sin fundamento, dieron una correcta voz de alarma pero con una total falta de tino para con inocentes productores.

Luego, lo que recibimos de Estados Unidos son más préstamos, más deportados, y un amargo sabor de boca en un trato totalmente disparejo en donde la prepotencia de algunos funcionarios, y su connivencia con algunos productores, los ha llevado a sostener este tipo de farsas creíbles para su público, pero objeto de nuestro más grande desprecio, por tratarse de una infamia, como ha quedado bien dicho, y constituir, además, un insulto a nuestra inteligencia y dignidad.

¡Hay que estar metido en el campo, a la par de los campesinos, corriendo los riesgos que implican los mercados y la Naturaleza, para saber hasta dónde duele la mentira proconsular de algunas gentes!

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