jueves, 19 de abril de 2012

NACIONALIZACIÓN DE UNA PETROLERA, PUGNA ENTRE ARGENTINA Y ESPAÑA Y CAVILACIONES AL RESPECTO

La nacionalización de la participación accionaria de de REPSOL, la petrolera española, en Yacimientos Petrolíferos Fiscales, YPF, la petrolera argentina, ha sido vista acentuadamente desde el punto de vista de las consecuencias a futuro, no sólo de Argentina y la confianza que generará para atraer más inversiones, sino en el contexto de Latinoamérica, como si todos los países fuésemos iguales.

Nosotros no vamos por ahí.

Comencemos por decir que la experiencia guatemalteca con las privatizaciones fue, en términos generales, si no del todo popular por el encarecimiento de algunos servicios, sí exitosa en función de mejorar la calidad de los mismos, ampliar la cobertura (de nada servía una empresa del Estado si no era capaz de proveer de servicios a las grandes mayorías) y diversificar la oferta, invirtiendo en traer y proveer lo último en tecnología.

Sin embargo, ese no fue el caso de la Empresa Eléctrica de Guatemala, S. A., cuyo proceso de privatización fue el más floreado por la generalidad de opiniones, de la prensa o de expertos, pero que, al caer en manos de administradores españoles, se desprestigió totalmente al generar el mayor descontento de la historia de esta empresa dentro de la ciudadanía.

Lo mismo sucedió en Argentina, por lo que se supo en su momento, con la privatización de Aerolíneas Argentinas, que paró en poder de Iberia, la línea aérea española cuya gestión administrativa fue fatal para el futuro de la primera y, junto con sus sindicatos, lo sigue siendo para la segunda, que en las últimas fiestas navideñas o de fin de año dejó varados a cientos de miles de pasajeros en prácticamente todo el mundo, ganándose a pulso un nefasto prestigio que, pensamos, no sólo será un lastre para su futuro desarrollo sino constituye una enorme posibilidad de que vaya cada vez a menos hasta que desaparezca, por la sencilla razón de que el público usuario no tiene por qué arriesgarse a estos ajetreos, habiendo otros proveedores del mismo servicio.

Uno de los argumentos que esgrimen los argentinos para haber procedido a nacionalizar la participación accionaria mayoritaria española, que les permitía tener control absoluto sobre la administración, pero especialmente sobre los niveles de decisión de reparto de utilidades, es precisamente la falta de inversión en nuevas exploraciones y explotaciones, lo que finalmente derivó en importación de carburantes en un país que debiera ser productor y exportador.

¿Será de sus inversiones argentinas que REPSOL sacó los fondos necesarios para invertir en la procesadora de hidrocarburos de más de 3,000 euros que ayer inaugurara en España el Príncipe de Asturias, Felipe, en funciones de la agenda del Rey de España? ¡Quién sabe!

De algún lado ha tenido que salir ese dinero, que se suma al reparto de utilidades a los socios de REPSOL, pero el sentimiento generado en Argentina es que se están explotando los recursos naturales de su país, todo se va en regalías y, encima, tienen que pagar las importaciones de carburantes, en moneda dura, para poder funcionar.

¿Tan difícil es ver el caldo de cultivo en que han estado operando los útimos tiempos?

Ahora bien, el gobierno español ha salido a defender los intereses de REPSOL como si fuesen propios, pero nada dice de la calidad de gestión de los administradores españoles en las empresas públicas en donde han ido a invertir en otros países, que según nuestra experiencia, no es sólo pobre y deficiente sino arrogante, prepotente e impolítica.

¡Quién sabe! Quizás el mejor escenario fue el que se dio recientemente en Guatemala, en que la Empresa Pública de Medellín, una compañía público privada colombiana, le compró su participación en la Empresa Eléctrica de Guatemala por US$.605.0 millones, asumiendo una nueva administración que, seguramente, será mejor que la anterior.

Por supuesto, la arrogancia y el populismo por el lado argentino también son criticables, pues consideramos que hubo otras maneras de solucionar el tema de la falta de inversión y de la mala gestión sin llegar a la expropiación, que por otro lado no toca a otro tipo de YPF, como la poderosa familia Eskenassy, que tiene más del 25% de la misma y nunca puso un centavo para hacerse de ese suculento paquete de acciones. ¿Amiguismo?

Coincidimos con los mejores analistas en que la popularidad de la Presidenta Cristina Fernández con esta movida, que atrae a la gente menos inteligente y menos estudiada, a la larga le hará un daño al país. Lo que no han dicho, pues sólo se refieren a los niveles de atracción de nuevas inversiones, es el enorme problema en que meten a todos aquellos productores que actualmente exportan a España, pues podrían ver cerrado ese mercado súbitamente, no digamos si, como ya predijo la resolución reciente del Parlamento Europeo, se le cierran todas las puertas de la Unión Europea a los productores de otras materias y productos que nada tienen que ver con todo esto.

En fin. Comienza la senda de esta expropiación, que se verá ampiada, según se anunció, a las acciones españolas en la compañía que explota el gas natural.

Lo que no sabemos es hacia dónde todo esto lleva, por más que comprendamos las razones argentinas y las del gobierno español para reaccionar de la manera que lo hacen, pues ya no hay opción, estimamos, de negociar una salida a este entuerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario