viernes, 10 de octubre de 2014

LA EDUCACIÓN COMO LAS NUBES EN LA SEGUNDA GUATEMALA

     Hace un par de días estuvimos acompañando, por gentil invitación, a conmemorar el XXXV aniversario de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales, ASÍES, actividad que sirviera de marco para hacer ver la cantidad de temas y publicaciones en las que ha estado envuelto este tanque de pensamiento en Guatemala.

     Entre las presentaciones estuvo la de la licenciada Cynthia del Águila, quien no sólo es miembro de la Asociación sino es la actual Ministra de Educación, quien tuvo a cargo exponer lo que dicha entidad, durante décadas, ha aportado, en el campo de las ideas, al sistema de educación del país.

     Mientras escuchábamos su interesante presentación meditábamos que, aún cuando detrás de muchas de estas ideas, valiosas en su momento, y de lo que la misma Ministra está haciendo, no puede haber más que los mejores aportes y buena fe de estos buenos profesionales guatemaltecos, los resultados en el campo, sin necesidad de hacer muchas comparaciones acerca de lo que se hace en otros países, todavía vienen siendo desastrosos.

     Se nos ocurre que lo que sucede es que tenemos un pensum general para un país dividido, para dos Guatemalas distintas, y si a veces es difícil que los niños y jóvenes que viven en los centros urbanos cumplan con esos requerimientos educativos, las tasas de repitencia escolar lo dicen todo, no hemos sido lo suficientemente creativos para esos niños y niñas pobres, del interior del país, en donde poner algo en el estómago en la mañana y trasladarse al centro de estudio ya constituyen, de por sí, una gran proeza.

     Es que la pobreza de nuestra gente linda del interior es una enorme limitación para la manera como, desde los escritorios de la capital, con todo y el apoyo de este tipo de tanques de pensamiento, hemos venido enfocando y aplicando la metodología para educar.

     Por eso no nos referimos a la juventud anteriormente, pues merece considerársele por aparte, ya que si nos ponemos en los zapatos de un adolescente pobre que desea aprender, la presión es todavía mayor, pues no sólo habrá tenido que vencer los anteriores obstáculos y ganar sus cursos, muchas veces ni siquiera impartidos en su idioma materno, sino la necesidad de dinero en su hogar, aunado al hecho de que ahora ya está en edad de trabajar y está consciente de su aportación al sustento de todos (incluyendo hermanos menores que no debieran ser su responsabilidad), la capacidad del Estado para educar a nuestros futuros ciudadanos del interior del país es casi nula.

     Nos atrevemos a pensar que si vivimos en un país que, a nivel de población, todavía constituye dos Guatemala, debiera haber dos tipos de tratamientos distintos para generar, a pasos agigantados, las condiciones necesarias para que esos millones de personas que hoy son niños, niñas y jóvenes, pero que mañana serán la base productiva de la nación, aprendan de una manera diferente, más abierta, inclusive sin tantos exámenes formales que los frustran y los llevan a obtener un título que, si no continúan sus estudios y los finalizan a nivel técnico o universitario, se quedan en un esfuerzo vano que no les aporta nada para la generación de un mejor ingreso, el cual se logra únicamente accediendo a mejores oportunidades de emplearse o de desarrollar, por sí mismos, una idea, convirtiéndolos en empresarios.

     Hasta para los posibles inversores se hace difícil llegar a poner una empresa que genere puestos de trabajo en una comunidad en donde la gente ha desertado los estudios y no sabe prácticamente nada compatible con lo que se requiere para producir.

     Si bien es cierto que el ancho de banda del país todavía es deficiente, cosa que se puede mejorar haciendo las inversiones apropiadas, la tecnología ya permite que imaginemos métodos alternos en que esa gran masa de población, que necesita educarse, lo haga de una manera amena, en su idioma, con horarios flexibles para que pueda, también, ayudar en el hogar; pero que vayan, desde la más tierna edad que se pueda, dándole la posibilidad de ir aprendiendo matemáticas, idiomas, desarrollo de sistemas de computación, contabilidad, manejo de inventarios, mercadeo, manejo de redes sociales y quién sabe qué cantidad de habilidades que les abran la mente no sólo a las cuestiones que ya existen sino a las que hoy todavía no se han pensado ni nacido a la vida.

     No estamos por el lado de suprimir del todo la educación formal y los exámenes para poder cumplir y acceder a la educación superior universitaria; menos para los estudiantes urbanos. Planteamos la posibilidad de encontrar nuevas rutas para dejar, de una vez por todas, de producir solamente personas aptas para hacer tareas básicas o para que queden, para siempre, en la informalidad, en el interior del país.

     El guatemalteco, por naturaleza, pues lo trae en la sangre, es bueno para el comercio.  ¿Por qué hemos de producir sólo bachilleres, peritos contadores y maestros cuando podemos reforzar las dotes naturales de los futuros ciudadanos y convertirlos en empresarios con el apoyo de alguna base científica y de las más modernas herramientas electrónicas?  Un simple pastor de vacas que hoy tiene que tirar la leche podría aprender a hacer quesos, por ejemplo, si en la "tablet" en la que aprende hay miles de opciones para aprender.

     La educación en este caso debe ser como las nubes, que no pelean sino acompañan al viento y van en la dirección en que éste sopla, llegando a fertilizar donde la Naturaleza dicta.  En lugar de forzar a nuestra juventud dentro de un sistema rígido de educación a aprender un idioma para, luego, continuar con un sinnúmero de cuestiones que no son prácticas y que cuesta mucho imaginar para qué le pueden servir, como la secuencia de volcanes y ríos o las capitales de otros países, hay que apoyarlo en lo que le va a ayudar a generar sustento, pues lo que requiere inmediatamente su núcleo familiar, ya lo dijo Abraham Maslow, es cubrir sus necesidades básicas.  

     Debemos ser muy creativos para brindar las herramientas para que, en su idioma, ellos mismos vayan, como si estuvieran jugando con la tecnología, descubriendo la infinidad de los mundos del saber, incluyendo la necesidad que tendrán de aprender otros idiomas como el español, el inglés, el mandarín o el idioma que, en su propia visión de lo que requiere, se le antoje.  

     De sólo imaginar esa juventud pujante trabajando como siempre pero regresando al hogar a "jugar" con la herramienta que le proporcione la ventana a otros mundos, sin tareas obligadas, nos bombea con fuerza el corazón.  Y nos lo imaginamos compartiendo esos hasta ahora desconocidos universos con sus padres campesinos que nunca tuvieron la oportunidad de ver cosas así, permeando, para siempre, las mentes de todos.

     Estamos seguros que los índices educativos de Guatemala, que hoy dan pena, podrían cambiar en pocos años si, en lugar de asfixiar a esa Guatemala relegada por la pobreza y la falta de oportunidades, con reglas y requisitos absurdos (como la bendita certificación de partida de nacimiento cada año), hacemos un alto en el camino para, con todos los sentidos, captar hacia dónde van los vientos, y convertir la educación en las nubes, las múltiples y diversas nubes que puedan acompañar nuestro tesoro más preciado y nuestra apuesta, como país, hacia un futuro, ahora sí, promisorio.

     Como maestro de artes marciales conocemos que hay sistemas diversos de defensa personal, pero algunos de los más efectivos son, precisamente, los que se apoyan en la fuerza del adversario, acompañándolo de tal manera que nosotros utilicemos muy pocos recursos para que vaya donde deseamos.  Con la educación y un país pobre, el tema de la falta de recursos es recurrente, así que debemos ser creativos, también, para hacerlos eficientes.  Gastar lo que hemos gastado los últimos 50 años para tener los resultados que tenemos son la mayor prueba de que tenemos que cambiar algunas cosas si deseamos otro tipo de resultados.

     Además, la tecnología ya afecta la manera como cocinamos, la forma como nos comunicamos, y hasta como nos divertimos; tiene que ver con los mecanismos de pago y las modalidades de traslados de capitales, con el diagnóstico de enfermedades y la elevación de la esperanza de vida, con la forma de crear e interpretar música, por mencionar algunos ejemplos.  Entonces, ¿por qué no habría de apuntalar la educación en donde el sistema tradicional no ha podido permear, especialmente con las personas generalmente relegadas de todos los servicios del Estado?

     Sin nubes no hay lluvia y sin ésta no hay cosechas ni riqueza.  Igual pasa con el campo del saber: hay que nutrir los cerebros de nuestra gente para que generen riqueza, pues está visto que el Estado nunca sacó a nadie de sus miserias, como no haya sido a través de la comisión de algún delito; la ignorancia no sólo tampoco lo hizo, sino provocó la pérdida de grandes fortunas.

     Estas ideas sería impensable haberlas planteado hace quince años, pero hoy tenemos genios guatemaltecos siendo ejemplo en el mundo con sus ideas originales en el campo de la informática.  Ya existen las condiciones para hacer las cosas diferentes y, empezando por Guatemala, hasta podemos ser ejemplo en el mundo y para el mundo.  ¡Urge apostar por la educación informatizada! No en balde estamos en lo que denominan la Era de la Información.

     Aprovechamos para encomiar la labor perseverante y positiva que ASÍES ha venido brindando a la sociedad guatemalteca y, de alguna manera, a la centroamericana.  ¡Nuestras sinceras felicitaciones para todos sus integrantes!

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