1. La recaudación de impuestos en Guatemala, salvo el año 2009 en que pegó más duro la crisis financiera internacional y se consolidaba el desmadre administrativo del gobierno de Álvaro Colom, ha sido consistentemente creciente. Si en 2006 los ingresos fueron del orden de Q.27.2381 millardos y este año se esperan recaudar Q.49 millardos, no hay argumento sólido en contra, aunque la prensa caiga en la trampa de repetir lo que los malos gobernantes de turno, ávidos de más dinero, dicen constantemente faltando a la verdad.
2. No es el gasto público el que se pone en riesgo, sino los programas sobredimensionados que algunos políticos, en el ejercicio de sus respectivos cargos (en el Organismo Ejecutivo, en el Organismo Legislativo, desde la mayoría de municipalidades y desde la Universidad de San Carlos y sindicatos, y hasta desde el contubernio de la iniciativa privada), se han dado en aprobar, obviando el hecho de que los ingresos del Estado son limitados, y nuestra capacidad de endeudamiento, también.
3. Es muy fácil echarle la culpa a las impugnaciones a la última reforma tributaria, pero si los cambios a la legislación que norma lo relativo a los impuestos hubiese sido bien hecha, y no el galimatías y las "fumadas" que, a la carrera, aprobó un Congreso de la República servil e irreflexivo a principios de 2012, otra cosa sería. Debemos comenzar por reconocer que todo Estado necesita de los impuestos, pero nunca hay que perder el balance entre lo que puede ser enmarcado dentro de lo legal (constitucionalmente), el sentido común pero, especialmente, el respeto a la ciudadanía.
4. Antes de hablarse de reforma tributaria, los contribuyentes necesitan que nuestras autoridades fomenten un cambio radical en lo que respecta a compras y contrataciones. De nada sirve que tributemos más y que endeuden hasta la décima generación de no natos, si no hay inversión, si no queda obra, si no mejora la infraestructura del país y las condiciones de vida de la gente. Este es un problema de fondo de los más grandes, y hay que dar señales claras de atajarlo antes de exigir más impuestos del ciudadano.
5. Insistimos en que el divorcio entre Ministerio de Finanzas y Superintendencia de Administración Tributaria hay que zanjarlo y poner a trabajar a cada quién en lo suyo, sin interferencias, o repensar el modelo "experimental" que viene funcionando desde finales del siglo pasado, y cambiarlo por uno que funcione.
6. La carga impuesta a quienes ya tributamos, de auditar los estados que se presentan, solamente fue una clara prebenda para el gremio de los Auditores Públicos, de donde provino la iniciativa que se convirtió en ley, y no vino a mejorar en nada la recaudación. Las autoridades deben ser más creativas y aprovechar los adelantos tecnológicos para auditar en tiempo real, y no obligar a quien ya paga impuestos a contratar más personal para, finalmente, entregar al ente recaudador la opinión personal de alguien sobre la opinión de otra persona. Hay que darle valor al trabajo que hacen decenas de miles de contadores y revisar más por el área de los inventarios, que obligar a la gente a gastar más para mantener sus declaraciones al día.
7. El clima de negocios tan turbio que produce un gobierno dedicado a ver cómo se gasta hasta el dinero que no ha logrado recaudar, y la criminalización que hace el ente recaudador del ciudadano que contribuye, en nada ayudan a que la economía del país capte más inversiones, genere mayores niveles de empleo y, por ende, impulse los niveles de consumo y, al crecer el Producto Interno Bruto, PIB, lo haga también el nivel de captación de recursos para el Estado. Pongamos un gobierno que entienda esta premisa y que deje a todo el mundo ponerse a producir sin sentirse perseguido, y la captación de ingresos tributarios subirá por encima de los niveles porcentuales históricos.
8. El liderazgo poniendo orden en los aumentos de sueldo de los funcionarios, en las compras y contrataciones superfluas y amañadas, en los despilfarros en viajes y viáticos, en las negociaciones de pactos colectivos y un largo etcétera de cuestiones que son mal vistas y bien interpretadas por los ciudadanos que contribuyen a la cosa pública, cada días más exasperados de declarar ingresos y pagar impuestos a sabiendas que están contribuyendo al "desmadre", tiene que darse antes de tener la altura moral de hablar de que el ciudadano no paga, que se necesita más dinero del contribuyente o endeudar al país entero. Urge que surja un liderazgo que entienda esta premisa y se ponga del lado del gran empleador: el ciudadano votante.
9. Las declaraciones de los organismos multilaterales, como el Fondo Monetario Internacional, FMI, el Banco Mundial, BM, o el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, todas vienen cargadas y lo que hacen es tratar de impulsar la carga impositiva, para arriba, porque actúan, antes que de buenos consejeros, en su calidad de acreedores soberanos del Estado, y su interés está no sólo en asegurarse un repago de lo ya prestado, sino en seguir colocando su dinero en nuestros países, razón por la cual, a pesar de que parecen provenir con absoluta buena fe y técnicamente sustentadas, hay que tener cuidado con ellas y tener siempre en mente, en primer lugar, los intereses del país a la hora de tomar decisiones de fondo.
10. Por último para efectos de este ensayo, para no cansar a los lectores, nos sumamos a quienes sabemos y entendemos que Guatemala es un país sui generis para efectos de medir la tasa impositiva, pues no es la totalidad de la población económicamente activa la que contribuye, sino una parte de ella, y tampoco es cuestión de meter a todo el mundo, como algunos quisieran, a pagar impuestos, pues la pobreza es agobiante y se hace necesario un proceso de educación, desde la niñez, para cambiar las estructuras de producción en el campo y, así, dentro de una, dos o más generaciones, poder comenzar a hablar que, aquí, todos pagamos impuestos. Pretender subir la tasa impositiva sin entender estas diferencias es castigar, innecesariamente, a un sector productivo que es ejemplar y que, a pesar de los gobiernos y las legislaturas que ha tenido, sigue produciendo y haciendo crecer al país.
Ojalá se dé la oportunidad de exponer bien estas ideas, algún día, y que quien nos gobierne, a partir de 2016, no sea un personaje de escritorio sino conozca las comunidades del interior tanto como la dinámica de las clases urbanas, las haga suyas y actúe en consecuencia.
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