miércoles, 19 de noviembre de 2014

LOS EXPERIMENTOS GUATEMALTECOS: EL CASO DE LAS ADOPCIONES

     Guatemala ha sido campo fértil, como conejillo de Indias, para los experimentos políticos financiados desde el extranjero, aventuras que no siempre han dado buenos resultados.

     Es innegable que en 1994 hubo un avance cuando se instauraron los procesos penales orales, pero al eliminar los juzgados de paz, que le proporcionaban un acceso cercano a cierto tipo de justicia a las comunidades rurales, lo que propiciaron, frente a la desesperación por no obtenerla, fue el fenómeno de los linchamientos de personas, las que no siempre merecían un final como el que recibieron.

     También ha habido experimentos fomentados desde adentro, como la creación de la Superintendencia de Administración Tributaria, SAT, a la cual, tímidamente, no se le dio la autonomía necesaria y se le fijan metas, políticamente, de lo que debiera ser eminentemente técnico, y descuidaron totalmente su conformación interna, al grado que hoy es peor que una Torre de Babel, esa construcción que pasó a la historia porque los operarios no se entendían entre sí, y decimos peor porque las últimas revelaciones indican que no sólo no se entienden, hasta con sistemas informáticos independientes y no conectados entre sí sino, los feudos creados durante estos quince años, los tienen enfrentados en una lucha sorda, casi imperceptible, en reparticiones de poder que tocan a las más altas esferas del poder.

     Uno de los experimentos políticos financiados desde el exterior y defendido a ultranza por algunos connacionales es el de las adopciones.  No se le ocurra al lector confundirnos con el comercio de niños, que es distinto y desde ya abominamos; el caso es que, por frenar un fenómeno que rebasaba no sólo a las autoridades sino a los mínimos valores humanos, la presión internacional por legislar en el sentido que los burócratas y activistas de escritorio de los países nórdicos requerían, sin conocer nuestra realidad de carne y hueso, los impulsaron a aprobar las leyes que, hoy, le frustraron las oportunidades de desarrollarse a miles de niños que, en nuestro país, no tienen quién vele por ellos.     

     El colmo pareciera ser que Estados Unidos de América, EUA, uno de los financistas e impulsores de esa ley, hoy protesta y exige que se resuelvan las adopciones a favor de familias estadounidenses que han de estar pataleando en la Embajada de ese país porque tienen años de hacer trámites, de gastar dinero en viajes y en hoteles, y de mantener una relación de padres e hijos con los niños que, de cuando en cuando, tienen que volver a abandonar en el orfanato y continuar con la pesadilla de los expedientes, a la caza de la resolución que les permita abandonar el país con el niño al cual van a cuidar, para nunca más querer volver.

     Pero ese no es el colmo.  Este lo constituye el hecho de que varios expedientes se han cerrado porque las personas que iban a ser adoptadas ya cumplieron la mayoría de edad.  ¿No es esto una muestra evidente que la bella institución que crearon los romanos no opera? ¿No es esto una muestra de lo patética que es la situación?

     El otro colmo es que EUA financió y apoyó una ley de adopción que no funciona en un país pobre (donde hace décadas hasta pudieron hacer pruebas de contaminación de enfermedades sexuales con seres humanos), sin oportunidades, y ahora se queja "y no se explica" por qué los niños y jóvenes se atreven a desafiar a la muerte para irse a internar, aunque sea ilegalmente, a su territorio.

     Las cosas en su contexto: el comercio de seres humanos, sean de la edad que sean, debe ser severamente sancionado, tanto económica como penalmente; pero la adopción internacional es algo urgente de revisarse, y no por apoyar a las familias en su desesperación por lo interminable de los trámites, sino por los niños y niñas de este país.

     ¿Alguien se ha puesto en la situación de estos niños que son visitados constantemente por sus posibles padres adoptivos y nuevamente abandonados en el orfanato con la promesa de regresar, así durante años? ¿Es esto justo para esos pequeños guatemaltecos que esperan algo mejor de nosotros, los adultos que sí estamos en condiciones de entender su dolor y sus sufrimientos?

     Lo que existe por la relación de estas familias que desean adoptar y los niños que los llegan a conocer, es cariño, es amor, y la frialdad de nuestras instancias legales, para variar, funcionan en el sentido contrario a lo que debiera ser.  ¿Adónde quedó el sentido común?

     Desde este espacio siempre hemos abogado por quienes hemos denominado "los sin voz".  Si algunos no tienen voz en nuestro país son los niños huérfanos, especialmente quienes están encerrados permanentemente en instituciones públicas, por eso recogemos su sentimiento, lo hacemos nuestro y lo proyectamos al resto de la sociedad: ¡Es urgente hacer algo al respecto!

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