lunes, 17 de noviembre de 2014

MÉXICO. EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA ESCONDIDA.

     Comencemos por lamentar y por ponernos del lado de la ciudadanía mexicana que, hoy, lamenta la desaparición de varias decenas de estudiantes, uno de los macabros episodios que a nuestras sociedades está tocando vivir, una expresión que no llega al día siguiente pero que ha estado en el fondo de nuestros sentimientos.  Es inaudito lo sucedido.

     Dentro del curso de las investigaciones surgió una fosa común donde aparecieron los restos de otros veintitantos seres humanos; ¿y cuál ha sido la reacción?  Que por los resultados de las pruebas de ADN se demuestra que no son los estudiantes desaparecidos. ¡Nada más!  ¿Es que nadie se pregunta quiénes son y de dónde salieron?

     Lo más seguro es que se trate de migrantes centroamericanos, de esos que, yendo en grupo, no se conocían entre sí, de manera que les pudo haber pasado lo mismo y no hubo un conglomerado social que, al unísono, los reclamara, pero tuvieron exactamente el mismo fin.

     ¿Por qué nadie se cuestiona de dónde salieron esos cuerpos y quiénes son los responsables de una gran matanza que, por lo impactante de la otra noticia, parece secundaria pero no lo es?

     Es que, desde afuera, da la impresión que la ciudadanía mexicana todavía tiene adormecida la conciencia, y el suceso de los estudiantes parece que la ha venido a despertar, pero sólo a medias.

     Las señales de que algo terrible viene pasado han sido claras.  Ahí están los muertos de San Fernando, Tamaulipas, descubiertos en una fosa común en agosto de 2010 (aquí algo de lo que, en su oportunidad, dijimos en la Asamblea Plenaria del Parlamento Centroamericano, donde se trató el tema con participación de los observadores mexicanos: http://politicaysentidocomun.blogspot.com/2010/09/una-posicion-politica-en-el-contexto-de.html).

     El mundo está cambiando y, por el momento, parece que fueran tomando control los más violentos, pero esa conciencia colectiva tiene que despertar para asumir roles más activos frente a una problemática que, si hoy le pegó a otros (porque son migrantes o porque son los hijos de alguien más), nos puede pegar duro, en el seno de nuestras propias familias.

     La ciudadanía, sea mexicana o de cualquier lugar del mundo, tiene que estar siempre atenta a este tipo de señales.  No entendemos cómo, apareciendo fosas con cuerpos masacrados, somos capaces de pensar que eso es cosa del estado vecino, del departamento vecino o del municipio vecino, cuando los engendros del mal andan sueltos, se creen amos de todo y de todos y no hay cohesión, entre autoridades y sociedad civil, para enfrentar el problema.

     Recordemos que los estudiantes desaparecidos y las personas cuyos cuerpos aparecieron en otra fosa común, de tantas, tienen hermanos, padres, madres, abuelos, primos, novias, y si unos sufren en grupo y piden respuestas, los otros también las esperan en su soledad, pero tienen el mismo derecho a obtenerlas.

     Que estas pocas líneas sentidas coadyuven para que llegue a oídos de las autoridades que investigan sobre la ecuanimidad y el respeto que todos se merecen ante el dolor que este tipo de tragedias representan.  

     Desde acá acompañamos a todos aquellos familiares que no saben del paradero de algún familiar.

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