Hubo dos artículos de prensa que, al leerlos hoy, me hicieron reflexionar acerca del enunciado del título de este ensayo.
El primero se refiere a las protestas de algunas comunidades de Guatemala, en su mayoría indígenas, en contra de un proyecto hidroeléctrico que desea impulsar el gobierno, que en la medida que no se vuelve una realidad, le pega a todos nuestros bolsillos porque, en lugar ser una sociedad que produce y que convive consumiendo energía renovable, lo seguimos haciendo con la que es producida con recursos fósiles, como el carbón y el búnker, cada día más caros, lo cual puja hacia arriba en el precio promedio de la energía eléctrica, ésta empuja los costos de los productos de consumo y, todo estos, en su conjunto, en general, haciendo más difíciles nuestras subsistencias y, por ende, manteniéndonos en la pobreza.
No se me mal entienda. No estoy a favor de inundar lugares ocupados, hoy, por seres humanos, sino a favor de la construcción de proyectos, que no necesariamente tienen que ser nocivos, aunque así los perciban algunos por falta de información o de acuciosidad, los que harán que el precio de nuestra energía eléctrica no sólo se estabilice, porque no dependerá de los precios del mercado de los carburantes en el mundo, sino le proporcionará certeza en cuanto a este renglón a los inversionistas que deseen echar a andar proyectos productivos en nuestro país, con lo que se coadyuva a romper varios círculos viciosos, como el de la dependencia, el de la falta de empleo, el de la pérdida de oportunidades, etc.
El otro artículo es el que reporta lo que la reina de España, Sofía, le dijo al presidente de Bolivia, Evo Morales, en el sentido que ahora son los españoles los pobres y los bolivianos los ricos, en referencia a dos eventos: el primero, a la crisis económica, financiera y de desempleados que está viviendo España; la otra a la nacionalización que hizo Bolivia de sus enormes recursos naturales.
Me quedé elucubrando varias ideas alrededor del concepto "riqueza", que es algo así como el denominador común de ambos artículos; la que no tienen nuestros pobladores de las comunidades del interior del país; la que pretende generarse con el recurso hídrico; la que se les ha escapado a los españoles por las políticas públicas que los han llevado a gastar mucho más de lo que tienen durante años; situación similar a la que viene sucediendo en Guatemala, para nuestro mal augurio, en otros países europeos que están al borde de la bancarrota, o en el país más rico de la Tierra, por el momento, Estados Unidos de América. Pero también es la riqueza que pretende recuperar el gobierno boliviano, pues falta ver si tiene las instituciones transparentes, la tecnología, la capacidad económica para invertir y la voluntad política que implica darle continuidad a los proyectos de exacción de gas, de litio, de metales preciosos, de tierras raras o de lo que sea, y consolidar todo en el largo plazo.
Por su falta de riqueza los ingleses invadieron China, India y las colonias españolas, mal defendidas por un imperio decadente, en su oportunidad. Por su riqueza posterior y el poder que esta representa no sólo dejaron India sino entregaron Hong Kong, situaciones en que el peso de la población tuvo qué ver también.
Por la pobreza de Guatemala y de Argentina y lo que esta representa, los mismos ingleses se pararon quedando con Belice, un territorio guatemalteco robado poco a poco, en la medida que durante décadas avanzaron depredando la selva de sus maderas finas, y con las Islas Malvinas. ¿Acaso la comunidad internacional arropó al país pobre frente al rico? La riqueza de Inglaterra generó el silencio de casi todos, en la Organización de Naciones Unidas, ONU, frente al acto de independencia de un territorio robado después de saquearlo.
¿Hubiese tenido Inglaterra la arrogancia de quedarse, hasta la fecha, con el Peñón de Gibraltar, que le arrebató a España, debilitada por una Guerra de Sucesión a la muerte de Carlos II, si no hubiese sido una potencia con suficientes recursos?
La misma suerte de España, en esa oportunidad, estuvo ligada a la riqueza, tanto suya como la de Francia, pues el sucesor natural era el Delfín, pero las demás potencias tuvieron miedo que tanta riqueza, la de una Francia que venía del reinado más fuerte de su historia, Luis XIV, y la de España con su vasto imperio, provocó la intervención de Inglaterra y, por supuesto, de la otra potencia inmensamente rica: Austria. Lo más seguro es que, si España hubiese sido el pariente pobre, no hubiese habido quién se peleara por esa herencia.
Pero fue debido a la generación de riqueza de esa pequeña isla que se llama Inglaterra, que sus monarcas y gobernantes tuvieron la capacidad de armar la flota naval más poderosa de su momento y hasta la osadía de irse a meter, a punta de fusil, a bayoneta calada o en la obscuridad de la noche, contrabandeando y robando los recursos bajo el amparo de patentes de corso, una ficción jurídica inventada para tener licencia de asalto a mano armada, en contra de otras potencias menos ricas y, por ende, más débiles.
Otra isla, mucho más pequeñita y del otro lado del planeta, ya ni sería tomada en cuenta como no fuese por la riqueza que han logrado reunir sus laboriosos habitantes; tal el caso de Taiwán, que en el mediano plazo ha subsistido en la medida que su contraparte, el enorme gigante, China, ha sido un país pobre, pero también, en la medida que esa circunstancia cambia y los chinos continentales se enriquecen, el futuro de la isla y de sus relaciones diplomáticas es más incierto.
Por otro lado, países a quienes nadie volteaba a ver porque su población empobrecida vivía en los oasis perdidos entre las arenas de unos desiertos que no valían nada, ahora que el petróleo los ha convertido en los más ricos del planeta, todo el mundo reconoce su importancia y, a donde van sus dirigentes, son recibidos con alfombra roja.
Las prerrogativas de que goza Estados Unidos de América en el concierto de naciones no son debidas a la simpatía o tolerancia de sus gobernantes frente a sus pares, sino al hecho de que, desde que son potencia económica, son escuchados, tomados en cuenta y hasta seguidos por otros países; pero toda esa situación puede cambiar, pues sostengo que la importancia que los demás países le den y hasta el prestigio de que goza, está íntimamente ligado a su riqueza, y los últimos gobiernos, especialmente el actual, están echando a perder esa riqueza, endeudándolo peligrosamente y llevándolo a niveles en los cuales su capacidad de recuperación para pagar lo que ha gastado de más y todavía debe, frente al crecimiento de otros países emergentes, porque no están solos en el mundo, será sumamente difícil o echada a perder definitivamente.
Poco tiempo ha tardado el mundo en balancear los pesos de las hegemonías geopolíticas, que después de finalizar la Guerra Fría, ahora hace 23 años, y romperse un esquema bipolar de décadas entre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, y Estados Unidos de América, esquema que se rompió al hacerse evidente la pobreza y las carencias soviéticas, hoy ya no podemos asegurar el liderazgo absoluto de la contraparte americana, que al derrumbarse el imperio rojo se vio solo y fuerte en el pináculo de las potencias del orbe.
El prestigio que una democracia reciente, como la española, se ha ganado a pulso, se ve debilitada, hoy, no sólo por las pobrezas que vienen exhibiendo de un tiempo a acá, sino por otras consecuencias de esa debilidad sistémica, como son, por una parte, el fortalecimiento de las tésis independentistas que, encima, contaminan no sólo el debate político sino la visión que cualquier inversionista serio pueda tener para tomar decisiones que puedan afectar su patrimonio o el de quienes confían en su gestión; por la otra, y esta parte la comparten con los griegos, los parientes más pobres de Europa porque son los que más despilfarraron, lo constituye la vociferación feraz que hacen sindicatos, organizaciones y, últimamente, hasta ciudadanos tradicionalmente poco dados a organizarse para fines de protesta, como los padres de familia de los estudiantes.
Todo el mundo desea la riqueza y la mayoría trabaja para conseguirla. Todo el mundo quisiera librarse de la pobreza y muchas veces se vocifera y hasta patalea en la dirección contraria. Lo importante es entender que, en la visión que se tiene de los Estados, la romántica del maestro rural, siempre con el mismo y desgastado traje, de pobreza evidente pero de honradez, corazón y prestigio a toda prueba, no funciona. Los países con recursos económicos siempre verán a los países pobres sobre el hombro. Para que un país sea volteado a ver, tiene que tener con qué.
Es importante, entonces, cuidar la riqueza de las naciones y que sus gobernantes, en su función de gestores temporales de esos recursos, entiendan el riesgo que tienen de pasar a la historia como los que dieron al traste, no sólo con un patrimonio acumulado durante varias generaciones esforzadas, sino con el prestigio y la importancia con que, en el futuro, serán reconocidos los hijos y nietos de sus propios electores.
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viernes, 26 de octubre de 2012
lunes, 9 de mayo de 2011
EL DESPRECIO POR LA POBREZA Y POR QUIENES VIVEN EN ÉLLA
El proceso electoral para definir quiénes habrán de ser nuestras próximas autoridades ha dado comienzo. En la contienda por alcanzar la Presidencia de la República, contrario a lo que habíamos vaticinado hace varios meses (que estaban y siguen estando dadas las condiciones para una tercería que, finalmente, no surgió o no ha surgido), se perfilan sólo dos candidaturas con opción de gobernar, la de Otto Pérez Molina, del Partido Patriota, y la de Sandra Torres Casanova, del partido Unidad Nacional de la Esperanza.
Las demás, por más respetables que sean las personas que las encabezan y sus respectivos binomios, según nuestra particular visión de las cosas, hoy por hoy, están perdidas.
Sin embargo, en medio de toda la parafernalia que produce un proceso electoral como el guatemalteco, recargado de partidos políticos, con exceso de candidatos y, especialmente, lleno de ilegalidades o, por lo menos, faltas de respeto por la ley, lo que vemos es, ante todo, una falta de respeto y consideración por los menos afortunados de nuestros conciudadanos que, por el hecho de vivir en el estado de situación que produce su falta de recursos económicos y, por ende, con grandes deficiencias en salud, en vivienda, en educación (la seguridad ahora afecta a todos por igual, ricos y pobres), pero por el hecho de ser las grandes mayorías, se han convertido en el objeto del diseño maquiavélico de estrategias de campaña.
Utilizar la pobreza de los demás para hacerse nombre es impúdico, es inmoral, es antiético, y eso es precisamente lo que la campaña de la ex Primera Dama, aparte de ilegal y violatoria de la Constitución, ha hecho por nuestros hermanos y hermanas menos afortunados del interior del país.
Convocar miles de personas a una reunión con el "gancho" de que entregarán láminas, molinos de nixtamal, máquinas de coser, machetes o cualquier objeto tipo "espejito" para atraer la atención de la gente, y encima hacer que se vayan defraudados de regreso a sus casas, no tiene nombre.
Utilizar los recursos del Estado, que deben ser sagrados, para montar un programa clientelar, tampoco lo tiene. Y para leernos bien hay que escribir las cosas como son: no estamos definitivamente en contra de un programa de la naturaleza del que han dado en llamar de "cohesión social", pero cualquier entrega de fondos públicos debe ser transparente, bien fiscalizada y, especialmente, alejada totalmente de cualquier tentación por hacer política. ¡Es que con la pobreza no se debe jugar, y es con la pobreza de la gente la que han venido explotando!
En el otro lado del espectro, el bien posicionado general retirado Pérez Molina, con una campaña todavía tibia, esperanzada, quizás, en los anticuerpos que la ex Primera Dama genera y seguirá generando en iglesias y en la generalmente más enterada población de los centros urbanos.
Es un error, creemos, que ambos candidatos que encabezan hoy las preferencias, le apuesten al antivoto o a la falta de entusiasmo que otros colegas candidatos sean capaces de generar o no en esta lid.
Desde nuestra peculiar posición de espectadores seguimos viendo la oportunidad para un tercero que, con un poco de ingenio, sepa diferenciarse de los demás y cambie las cosas, inyectándole un poco de entusiasmo a la escéptica población, que con razón ya no quiere saber mucho o nada de los políticos.
Salir a hacer campaña antes que la ley, así sea administrativa como se ha objetado, lo permita, es en sí mismo un desprecio al orden y una apuesta a la ignorancia de las mayorías menos afortunadas.
Se necesitan hombres y mujeres, haciendo política, con un fundamental respeto por la ley, por las instituciones y por los ciudadanos, pero especialmente alguien que voltee a ver a los más pobres como lo que son, ciudadanos de a pie que necesitan que la autoridad esté de su lado, no que los utilicen de trampolín, pensando en ellos tan solo cuando de generar votos se trata.
Ojalá alguno de los allegados a los candidatos, a todos en general, les hiciera llegar estas líneas. La opción por los más pobres no es sólo retórica de la Conferencia Episcopal o de alguna iglesia influenciada por la Teología de la Liberación, es una realidad que quien desee gobernar este país debe entender.
Los ciudadanos que viven en los centros urbanos merecen todo nuestro respeto y, ahora que estamos bajo fuego cruzado debido a estos años de debilidades gubernamentales, también nuestro apoyo, pero quien ha recorrido aldeas, caseríos y caminos de montaña, sabe y entiende que el campesino tiene muchas más carencias que en las ciudades, es gente buena, sencilla y linda que se merece más respeto y menos manipulación.
Desde la óptica que hemos explicado, nosotros que tantos años le hemos dedicado a la política y, especialmente, a los temas de desarrollo, declaramos desde esta tribuna virtual nuestra opción por los más necesitados.
Las demás, por más respetables que sean las personas que las encabezan y sus respectivos binomios, según nuestra particular visión de las cosas, hoy por hoy, están perdidas.
Sin embargo, en medio de toda la parafernalia que produce un proceso electoral como el guatemalteco, recargado de partidos políticos, con exceso de candidatos y, especialmente, lleno de ilegalidades o, por lo menos, faltas de respeto por la ley, lo que vemos es, ante todo, una falta de respeto y consideración por los menos afortunados de nuestros conciudadanos que, por el hecho de vivir en el estado de situación que produce su falta de recursos económicos y, por ende, con grandes deficiencias en salud, en vivienda, en educación (la seguridad ahora afecta a todos por igual, ricos y pobres), pero por el hecho de ser las grandes mayorías, se han convertido en el objeto del diseño maquiavélico de estrategias de campaña.
Utilizar la pobreza de los demás para hacerse nombre es impúdico, es inmoral, es antiético, y eso es precisamente lo que la campaña de la ex Primera Dama, aparte de ilegal y violatoria de la Constitución, ha hecho por nuestros hermanos y hermanas menos afortunados del interior del país.
Convocar miles de personas a una reunión con el "gancho" de que entregarán láminas, molinos de nixtamal, máquinas de coser, machetes o cualquier objeto tipo "espejito" para atraer la atención de la gente, y encima hacer que se vayan defraudados de regreso a sus casas, no tiene nombre.
Utilizar los recursos del Estado, que deben ser sagrados, para montar un programa clientelar, tampoco lo tiene. Y para leernos bien hay que escribir las cosas como son: no estamos definitivamente en contra de un programa de la naturaleza del que han dado en llamar de "cohesión social", pero cualquier entrega de fondos públicos debe ser transparente, bien fiscalizada y, especialmente, alejada totalmente de cualquier tentación por hacer política. ¡Es que con la pobreza no se debe jugar, y es con la pobreza de la gente la que han venido explotando!
En el otro lado del espectro, el bien posicionado general retirado Pérez Molina, con una campaña todavía tibia, esperanzada, quizás, en los anticuerpos que la ex Primera Dama genera y seguirá generando en iglesias y en la generalmente más enterada población de los centros urbanos.
Es un error, creemos, que ambos candidatos que encabezan hoy las preferencias, le apuesten al antivoto o a la falta de entusiasmo que otros colegas candidatos sean capaces de generar o no en esta lid.
Desde nuestra peculiar posición de espectadores seguimos viendo la oportunidad para un tercero que, con un poco de ingenio, sepa diferenciarse de los demás y cambie las cosas, inyectándole un poco de entusiasmo a la escéptica población, que con razón ya no quiere saber mucho o nada de los políticos.
Salir a hacer campaña antes que la ley, así sea administrativa como se ha objetado, lo permita, es en sí mismo un desprecio al orden y una apuesta a la ignorancia de las mayorías menos afortunadas.
Se necesitan hombres y mujeres, haciendo política, con un fundamental respeto por la ley, por las instituciones y por los ciudadanos, pero especialmente alguien que voltee a ver a los más pobres como lo que son, ciudadanos de a pie que necesitan que la autoridad esté de su lado, no que los utilicen de trampolín, pensando en ellos tan solo cuando de generar votos se trata.
Ojalá alguno de los allegados a los candidatos, a todos en general, les hiciera llegar estas líneas. La opción por los más pobres no es sólo retórica de la Conferencia Episcopal o de alguna iglesia influenciada por la Teología de la Liberación, es una realidad que quien desee gobernar este país debe entender.
Los ciudadanos que viven en los centros urbanos merecen todo nuestro respeto y, ahora que estamos bajo fuego cruzado debido a estos años de debilidades gubernamentales, también nuestro apoyo, pero quien ha recorrido aldeas, caseríos y caminos de montaña, sabe y entiende que el campesino tiene muchas más carencias que en las ciudades, es gente buena, sencilla y linda que se merece más respeto y menos manipulación.
Desde la óptica que hemos explicado, nosotros que tantos años le hemos dedicado a la política y, especialmente, a los temas de desarrollo, declaramos desde esta tribuna virtual nuestra opción por los más necesitados.
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