El proceso electoral para definir quiénes habrán de ser nuestras próximas autoridades ha dado comienzo. En la contienda por alcanzar la Presidencia de la República, contrario a lo que habíamos vaticinado hace varios meses (que estaban y siguen estando dadas las condiciones para una tercería que, finalmente, no surgió o no ha surgido), se perfilan sólo dos candidaturas con opción de gobernar, la de Otto Pérez Molina, del Partido Patriota, y la de Sandra Torres Casanova, del partido Unidad Nacional de la Esperanza.
Las demás, por más respetables que sean las personas que las encabezan y sus respectivos binomios, según nuestra particular visión de las cosas, hoy por hoy, están perdidas.
Sin embargo, en medio de toda la parafernalia que produce un proceso electoral como el guatemalteco, recargado de partidos políticos, con exceso de candidatos y, especialmente, lleno de ilegalidades o, por lo menos, faltas de respeto por la ley, lo que vemos es, ante todo, una falta de respeto y consideración por los menos afortunados de nuestros conciudadanos que, por el hecho de vivir en el estado de situación que produce su falta de recursos económicos y, por ende, con grandes deficiencias en salud, en vivienda, en educación (la seguridad ahora afecta a todos por igual, ricos y pobres), pero por el hecho de ser las grandes mayorías, se han convertido en el objeto del diseño maquiavélico de estrategias de campaña.
Utilizar la pobreza de los demás para hacerse nombre es impúdico, es inmoral, es antiético, y eso es precisamente lo que la campaña de la ex Primera Dama, aparte de ilegal y violatoria de la Constitución, ha hecho por nuestros hermanos y hermanas menos afortunados del interior del país.
Convocar miles de personas a una reunión con el "gancho" de que entregarán láminas, molinos de nixtamal, máquinas de coser, machetes o cualquier objeto tipo "espejito" para atraer la atención de la gente, y encima hacer que se vayan defraudados de regreso a sus casas, no tiene nombre.
Utilizar los recursos del Estado, que deben ser sagrados, para montar un programa clientelar, tampoco lo tiene. Y para leernos bien hay que escribir las cosas como son: no estamos definitivamente en contra de un programa de la naturaleza del que han dado en llamar de "cohesión social", pero cualquier entrega de fondos públicos debe ser transparente, bien fiscalizada y, especialmente, alejada totalmente de cualquier tentación por hacer política. ¡Es que con la pobreza no se debe jugar, y es con la pobreza de la gente la que han venido explotando!
En el otro lado del espectro, el bien posicionado general retirado Pérez Molina, con una campaña todavía tibia, esperanzada, quizás, en los anticuerpos que la ex Primera Dama genera y seguirá generando en iglesias y en la generalmente más enterada población de los centros urbanos.
Es un error, creemos, que ambos candidatos que encabezan hoy las preferencias, le apuesten al antivoto o a la falta de entusiasmo que otros colegas candidatos sean capaces de generar o no en esta lid.
Desde nuestra peculiar posición de espectadores seguimos viendo la oportunidad para un tercero que, con un poco de ingenio, sepa diferenciarse de los demás y cambie las cosas, inyectándole un poco de entusiasmo a la escéptica población, que con razón ya no quiere saber mucho o nada de los políticos.
Salir a hacer campaña antes que la ley, así sea administrativa como se ha objetado, lo permita, es en sí mismo un desprecio al orden y una apuesta a la ignorancia de las mayorías menos afortunadas.
Se necesitan hombres y mujeres, haciendo política, con un fundamental respeto por la ley, por las instituciones y por los ciudadanos, pero especialmente alguien que voltee a ver a los más pobres como lo que son, ciudadanos de a pie que necesitan que la autoridad esté de su lado, no que los utilicen de trampolín, pensando en ellos tan solo cuando de generar votos se trata.
Ojalá alguno de los allegados a los candidatos, a todos en general, les hiciera llegar estas líneas. La opción por los más pobres no es sólo retórica de la Conferencia Episcopal o de alguna iglesia influenciada por la Teología de la Liberación, es una realidad que quien desee gobernar este país debe entender.
Los ciudadanos que viven en los centros urbanos merecen todo nuestro respeto y, ahora que estamos bajo fuego cruzado debido a estos años de debilidades gubernamentales, también nuestro apoyo, pero quien ha recorrido aldeas, caseríos y caminos de montaña, sabe y entiende que el campesino tiene muchas más carencias que en las ciudades, es gente buena, sencilla y linda que se merece más respeto y menos manipulación.
Desde la óptica que hemos explicado, nosotros que tantos años le hemos dedicado a la política y, especialmente, a los temas de desarrollo, declaramos desde esta tribuna virtual nuestra opción por los más necesitados.
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