Es difícil tener una visión completa
del panorama político guatemalteco que involucre no sólo quién es quién, hoy,
sino una proyección dinámica de quién podría ser, y qué, en tal o cual tiempo.
Los escenarios políticos son de todos
los colores, olores y sabores; algunos pertenecen al pasado, y estos son los
que nos sirven para calcular, mal que bien, lo que podría ser el futuro
cercano, el mediano y el largo plazo.
Las cuestiones de todos los días sólo
son elementos que llegan a matizar, cada vez mejor, el pasado, del cual debemos
sacar provecho para interpretar lo que se viene.
Entusiasmados, cuando por primera vez nos involucramos, por llegar a aportar positivamente y a cambiar las cosas para
bien, nos metimos en el tema político. Hoy, casi 24 años después, nos damos cuenta que
hemos venido navegando contra la corriente. Seguimos tratando de ser el mismo, aportando nuestras ideas y accionar, en lo que se puede, en forma positiva, pero la calidad
de la vida ciudadana, el desorden institucional, los niveles de corrupción, ese
terrorismo gubernamental, la falta de transparencia en las compras y
contratación de servicios, la falta de respeto mínimo a la ley y hasta a la Ley
Fundamental, campean más impúdicamente que en aquellos días de agosto de 1987
en que decidimos involucrarnos y dejar de criticar sin tener realmente el
conocimiento de cómo funcionan las cosas por dentro.
Ese entusiasmo que mencionamos fue bien
abonado por nuestra primera experiencia pública, la del gobierno municipal. Luego, con el proceso enmarcado dentro de la
Agenda de Esquipulas, en esa búsqueda de la paz de Centroamérica por los
centroamericanos, participamos del entusiasmo por fundar el Parlamento Centroamericano, institución en la cual pudimos aprovechar el tiempo para aprender y para pulir habilidades oratorias y la capacidad de expresar las ideas de una manera más
ordenada y comprensible para todos.
En ese ir y venir en las diferentes
legislaturas del Parlamento
Centroamericano también tuvimos ocasión de asumir otros retos, tan disímiles
unos de los otros, pero siempre con el afán de aprender, de hacer las cosas lo
mejor que se pudiera y con la convicción de que los cargos no son eternos y que,
al salir, debíamos dejar una mejor institución que la que recibimos.
Así, nos integramos a la Banca de
Desarrollo con el Banco Centroamericano
de Integración Económica, BCIE, el cual logramos movilizar de tal manera, con el apoyo de un pequeño
equipo de colaboradores (éramos 4 personas en total), que el BCIE hizo por Guatemala más, en esos cuatro años (de 1996 a 2000), que
los 36 años anteriores, juntos.
Otro reto importante en nuestra vida
pública fue integrarnos al equipo que llegó a rescatar, del desastre en que
estaba, el Registro General de la
Propiedad, una institución noble y centenaria que no funcionaba porque su
sistema informático "lo habían colapsado" y, encima, no había dinero
para sacarlo adelante, cargo que ocupamos 4 años y 3 meses (2004 a 2008) y que
sirvió para que dejáramos una institución que ahora es reconocida por el Banco Mundial como el Mejor Registro de América
Latina y el Caribe.
Paralelamente, en esos años nos tocó,
también, ser fundadores del Registro de
Información Catastral, RIC, institución que quedó encaminada pero,
entendemos, ha sido totalmente politizada durante este gobierno (nos referimos al de
Álvaro Colom y Sandra Torres), sirviendo las plazas disponibles, que estaban contempladas para
hacer trabajo técnico y jurídico, de botín político, hasta donde sabemos.
Luego, con las vergüenzas que implican en el ámbito internacional los
asesinatos políticos, los divorcios a la carta y las candidaturas ilegales, nos toca contemplar cómo se nos ha venido encima, asqueándonos, desde el entorno
más regional del Parlamento
Centroamericano (lo cual nos permite tener una visión un poco más general
del panorama, y objetivamente desapasionada, que el que pudiera tener, por
ejemplo, un diputado del Congreso de la República), el actual proceso electoral.
Nuestra independencia de criterio con
relación a quién es quién, tanto de partidos políticos como de candidatos, con
sus componendas y sus aspiraciones legítimas, las analizamos desde una panorámica
estéril, pues no tenemos pertenencia activa, en este momento, ni siquiera a un partido
político, ya que, desde que renunciáramos a la Secretaría de Actas del Partido
de Avanzada Nacional, PAN, (seguimos inscritos en el TSE como afiliado), el único partido político al cual hemos pertenecido
en este casi cuarto de siglo, (donde fuimos fundadores y Presidente del Grupo de Juventudes, Secretario de Relaciones Exteriores y de Actas, y delegado del Comité Ejecutivo Nacional en varios departamentos), no hemos deseado incorporarnos a ningún otro, aunque hemos recibido algunas cordiales
invitaciones que hemos agradecido en su oportunidad y dejado pasar.
La razón de ser de un político, a nuestro entender, es prepararse y someterse al criterio de la ciudadanía para ocupar
cargos de importancia para llevar a cambiar el estado en que están las cosas.
Hoy, con la experiencia acumulada y
con esa característica de llamar al pan, pan, y al vino, vino, estamos seguros que
podríamos no sólo elegirnos para el Congreso
de la República o reelegirnos para el Parlamento
Centroamericano, sino que podríamos encabezar alguno de esos listados de
candidatos a diputados, pero no hay, hoy, partido político que merezca ese esfuerzo de nuestra parte, y las constantes cavilaciones tienden a llevar las decisiones que harán
de nuestro actuar político, en estos días, por otro lado.
Convencidos que esa Mano Invisible nos ha guiado todos estos
años por toda esa serie de experiencias para enriquecernos intelectualmente, para enseñarnos, para
diferenciarnos de los demás porque hemos vivido la manera de administrar, de rendir
cuentas, de tratar con personal, con comunidades del interior, con sindicatos y con lo más importante: con el
público usuario; de resolver problemas complejos que requieren no sólo ideas
novedosas sino la conformación de los mejores equipos de profesionales y el
valor necesario para tomar decisiones e implementarlas, llegamos a la conclusión
que la carrera, como político, en este momento, debe tener un giro distinto y,
también, diferenciado.
Mientras todos, o casi todos, andan
viendo cómo se colocan en los listados que este año se someterán a
consideración de la ciudadanía, nosotros hemos venido viendo, meditando y, finalmente, tomado la determinación de abstenernos, en estos momentos, de participar en la
política partidista activa. ¡Nos ha llegado a asquear!
Un poco venimos influenciados por la
falta de dinámica del Parlamento
Centroamericano (institución que nos atrevemos a criticar porque también lo
hacemos de frente y desde adentro), la cual tiene que reformarse y cambiar si,
finalmente, se desea que sobreviva. Hemos sido, quizás, el único diputado que ha pedido su clausura desde su propia Asamblea Plenaria.
Cansa y hastía la falta de seriedad
con que muchos de los diputados centroamericanos ven al Parlamento. Es, a
veces, desesperante, navegar contra la corriente, una que a veces es más
proclive a las ilegalidades, como toda la batalla legal que tuvimos en tiempos de
"La Coordinación" (cuando asumió ilegalmente la presidencia Gloria Oquelí de Macoto), que en este espacio quedó documentada; o a veces
más proclive a la estulticia, como defender a Muhamar Gadafi, a capa y espada,
aunque aquél no sepa ni qué es el Parlamento
Centroamericano y salga a provocar bombardeos a civiles, asesinatos a
población indefensa y violaciones de mujeres que no piensan como él.
Hemos llegado al momento de decir, como se indica arriba, en reuniones de la Bancada de Guatemala o de Asamblea Plenaria, que
mejor cerremos la Institución, por esa falta de amor y de compromiso que vemos,
porque muchos prefieren aprovecharse para viajar, para cobrar sin trabajar
(como últimamente lo está haciendo el más sonado de los ex Presidentes de un
país vecino, de apellido Zelaya para mayores señas) o para cualquier cosa, menos para la agenda política de la
integración.
Ha llegado el momento en que
voluntariamente ceda ese espacio en el Parlamento para que alguien, con sangre
nueva, con ideas frescas y representando, quizás, a otro sector de la
ciudadanía, lleve sus propias batallas, pues nunca hemos estado aferrados a puesto
alguno y no será la primera vez que voluntariamente no nos postulamos, pues ya lo
hicimos en 1999, en que la ley interna del Banco
Centroamericano de Integración Económica (el artículo 19 del Convenio
Constitutivo, según tratamos de recordar), nos lo impedía, pero el argumento de
quienes me instaban a hacerlo es que nadie se iba a enterar, como efectivamente
algunos ex Directores de dicho banco así lo han hecho en algunos cargos y nadie les ha reclamado
nada.
Es que el respeto a la legalidad no
se hace por si alguien se fija o no. ¡Eso es listura! El legado que le queremos dejar a hijos (que jamás nos han visto colarnos en una fila o pasarnos un semáforo en rojo), nietos y ciudadanía en general, es que la ley está para
respetarse, y ese respeto es intrínseco de cada quien, eminentemente personal,
no depende de si los demás se dan cuenta o no de nuestras violaciones
legales. Basta con saberlo uno mismo para determinar no sólo que está mal, sino
que, así, las cosas no se hacen.
Proyectamos los escenarios al futuro
cercano y más nos damos cuenta de lo importante que es contar con casi un cuarto
de siglo de experiencia en todas las ramas: en el gobierno municipal, en el
gobierno central, en la banca de desarrollo, en el aspecto parlamentario.
Conocemos del trato con la gente, de
trabajar con las comunidades, de cómo armar un proyecto y qué requisitos piden
los entes financieros multilaterales y, sobre todo, tanto año de diputado nos ha
enseñado a escuchar a los demás y a esperar el momento apropiado para dar a
conocer nuestra línea de pensamiento, para forrar esas ideas primarias con los
mejores elementos de que disponemos y, así, lograr expresarnos mejor y convencer a
los demás por el peso de los argumentos.
Todo ese caudal de experiencias no
puede desperdiciarse. Como intelectual, creemos que debemos prepararnos para retos
mucho mayores, pues sentimos que estamos templados como el acero y en la mejor
etapa de la vida para dar y para aportar en otros escenarios.
Hoy podemos escribir, involucrarnos y
proponer, pero hemos analizado todo y ése no es nuestro destino en estos momentos.
Al finalizar nuestro mandato como
diputado, el 28 de octubre de 2011, habremos culminado lo más sagrado que un
político puede ser: representar, con dignidad, con honor, con honradez, con
valor, los intereses de una ciudadanía que, a través del voto, ha confiado en
uno.
Al finalizar ese mandato estaremos en la
llanura, que es desde donde estamos convencidos que deben surgir los verdaderos
líderes que estén dispuestos a encabezar un movimiento de cambio que tenga que
ver con la gente y no con canciones, con publicidad o con técnicas
mercadológicas.
No tener partido político nos ha dado
una independencia increíble para decir y opinar en la Asamblea Plenaria del Parlamento Centroamericano. No tener
partido político nos dará la independencia de salir a hablar con las personas
para armar algo nuevo, algo distinto que pueda ser interesante para todos, que
conlleve la fuerza innata de la población, especialmente de los que durante nuestra experiencia como portavoz electo hemos denominado "Los sin Voz", esos
hombres y mujeres, jóvenes, ancianos o en su mejor momento que por su pobreza,
por su buena fe, por su ignorancia y sus carencias son la mayoría de las veces
manipulados y engañados, y que en nosotros siempre han tenido esa voz que los
defiende, que prevé sus circunstancias y sus necesidades.
No tendremos el dinero ni la gente, hoy,
para armar un proyecto nacional que haga historia, pero sí la claridad de
ideas, la experiencia y la convicción para continuar un proyecto que inició
hace ya tantos años y que todos los políticos de altos vuelos debieran comenzar
por donde nosotros hemos iniciado: aprendiendo, haciendo, asumiendo el reto y
completando las tareas, una a una, sin saltarse etapas, mojándonos las botas.
Ya el tiempo y la gente dirán... Nosotros hemos aguzado los sentidos, pero al fin y al cabo, ¡es esa Mano Invisible la que
manda!
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