martes, 2 de marzo de 2010

ENCUESTA SOBRE LA ECONOMÍA, LA CORRUPCIÓN Y LA REFORMA FISCAL

Agradezco a los lectores que respondieron a la pregunta que, a manera de encuesta, publicara en este espacio virtual.

Preguntaba acerca del parecer de las personas acerca de la conveniencia, o no, de efectuar un aumento de impuestos disfrazado de reforma fiscal, cuando la economía está deprimida y hay altos índices de corrupción, y la respuesta ha sido unánime.

El ciento por ciento de lectores que emitieron su voto opinan que, cuando la economía no está funcionando bien y, además, hay señales claras de que el producto de los actuales impuestos, en lugar de estar siendo bien aplicado, se está perdiendo en actos de corrupción, no es conveniente hablar de subir impuestos.

A mí me parece que el procedimiento debe ser totalmente al reves.

A la par que se combate la corrupción, que no la pueden detener bajo las actuales circunstancias porque la actitud de este gobierno bicéfalo, en sus más altas esferas, da las señales contrarias y, más bien, la fomenta; y cuando las personas que luchan por mantener a flote la economía, que en el caso de los últimos dos años en Guatemala el gobierno poco ha hecho por este tema, y la carga de sostener esa enorme peña ha recaído en su totalidad en la población económicamente activa, en las empresas, en las cooperativas, en los trabajadores y hasta en los migrantes. Pues digo que, cuando este par de circunstancias se hayan revertido, es decir, cuando ya no afloren casos de corrupción todos los días, como ahora, y la economía esté pujante, todo el mundo empleado y produciendo, entonces podrá hablarse oportunamente de una reforma fiscal que tienda a elevar la carga impositiva para apoyar los programas sociales del gobierno.

La insistencia de hacer todas las cosas a contrapelo del sentido común y, a veces, contraviniendo la legalidad, hace que la población, que los ciudadanos, los electores, se desencanten cada vez más de la política y de los políticos, de sus políticos.

Esto genera un círculo vicioso porque, en la medida que el despilfarro y el autoritarismo campean, asqueando a la población, en esa medida las personas más capaces de nuestra sociedad son reacias a participar en política, dejando la agenda nacional en manos ineptas que, a su vez, generan más malestar, molestias, enojos y animadversión.

Guatemala se merece ser liderada por gente capaz, con experiencia, con una escala de valores, con visión de país, con claridad de ideas e imaginación, con poder de convocatoria de los mejores elementos, no por los más mañosos que se creen iluminados, que en su frustración interna llegan a meterle la uña, con todo y sus familiares políticos y amiguetes, a todo lo que encuentran.

Ante todo lo que sucede, la sociedad guatemalteca debiera cerrar filas, escribir a los diputados de su distrito y frenar, tanto la pretendida reforma fiscal, como el endeudamiento del país y el déficit fiscal. Lo anterior sin olvidarnos, por supuesto, de la responsabilidad que los diputados tienen en la liberación de candados al Presupuesto de la Nación, medida que no sirvió para agilizar nada bueno sino para abrir el arca donde todo el mundo ha pecado y sigue haciéndolo.

Cuando uno tiene fugas de cualquier naturaleza, lo primero que se hace es cerrar la llave principal, no comprar más agua, gas o lo que sea. Es cuestión de sentido común.

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