He aquí el ensayo que en estos días cumple 10 años de añejamiento pero que, en esencia, no ha perdido ni perderá su vigencia:
"NAVIDAD MM
Tanto se ha discutido sobre el fin del milenio que no vamos a abundar en ello. Baste decir que, con el cierre del ciclo, estamos asistiendo a la MM conmemoración del nacimiento de la persona más influyente en la historia de la humanidad, como que los eventos en el tiempo se sitúan en los años antes de Él o después de Él.
Recordemos que cuando Dionisio el Exiguo, por encargo del papa Gregorio XIII, modificó, en el año 1582, el hasta entonces utilizado calendario Juliano, que databa del año 45 Antes de Cristo (A.C.) en que fue elaborado por el egipcio Sosigeno y decretado por el emperador Julio César, tomó en cuenta muchos elementos, pero tuvo distorsiones que hacen pensar a los estudiosos que el nacimiento de Jesús debió haber sucedido entre el año 4 y 2 A.C., dentro de esa escala, aunque suene paradójico o contradictorio.
Por otro lado, investigaciones astronómicas por medios computarizados señalan que la configuración planetaria de Júpiter y de Venus, que pudo dar lugar a la históricamente conocida Estrella de Belén, ligada tradicionalmente al nacimiento de Jesús, se dio efectivamente el 17 de junio del año 2 A.C., y si se escogió la actual fecha para celebrar la Navidad fue, como muchas fiestas cristianas, para ir sustituyendo paulatinamente otro tipo de fiestas paganas.
Esto en cuanto a lo temporal. En cuanto a la ubicación material del nacimiento, investigadores serios todavía no se ponen de acuerdo si éste se dio en Belén, que es lo más probable, o en Nazaret.
Por otro lado, la historia de la Revolución Moral que se dio hace casi dos mil años ha pasado a nuestros días a través de lo que conocemos como Los Evangelios, de los cuales el más antiguo data de alrededor del año 62 de la Era Cristiana, y el más reciente, de alrededor del año 95 de nuestra Era, es decir, de muchísimos años después que sucedieron los hechos que narran, cuando prácticamente todos los testigos de los sucesos que contienen habían fallecido.
Los cuatro famosos Evangelistas fueron unos de los más de cuarenta conocidos escritores que recogieron las tradiciones hasta entonces orales de los seguidores del Maestro, conociéndose la colección de estos escritos, a mediados del siglo II, como Memorias de los Apóstoles, y a finales del mismo siglo como Santa Escritura Cristiana, aunque fuera un tanto diferente de nuestros actuales Evangelios.
En el siglo III, lo aceptado por la Iglesia eran los Recepti in Eclesiam. Después, en el Primer Concilio de Nicea (año 325), que fue el primer concilio que celebró la Iglesia, es mencionada una colección de escritos patrocinada por San Atanasio, sin que sea realmente sancionada.
Es hasta el siglo V que la Iglesia de Occidente adopta lo que hoy todos conocemos como Evangelios.
Viene todo esto al caso precisamente para restarle la importancia que tanta gente le da. No estamos por conmemorar una fecha exacta de un hecho sucedido en un lugar conocido con precisión (que, teóricamente, debería estar varios metros bajo la actual superficie terrestre, por la acumulación de polvo durante el paso de los siglos).
Ni siquiera, como el título de este ensayo lo señala, es la Navidad número 2000 porque, por lo menos en teoría, los primeros 33 años de nuestra Era debió haberse celebrado no la Navidad, sino el Cumpleaños de Jesús.
Ya restada la importancia a eventos materiales sucedidos hace tanto tiempo, tratemos de resaltar la personalidad de quien logró, siendo simple carpintero, discutir con los Doctores de su época, hacer de gente sencilla como él los más valientes y ardorosos paladines de la nueva doctrina, inspirar hasta el martirio a millones de personas durante el curso de la historia; y seguir cautivando, pasados casi veinte siglos, a tantos cientos de millones de fervientes creyentes alrededor del planeta.
Vino al mundo Jesús de Nazaret, el Galileo, enmedio de una sociedad atrasada e ignorante. Encarnó entre los sojuzgados por uno de los imperios más largos, eficientes y sanguinarios que el mundo haya conocido: el Imperio Romano. Dentro de todos los pueblos sometidos por los romanos, nació dentro del más apegado a una cultura religiosa dominada por la idea de un solo Dios, que era vista hasta con desprecio por las demás culturas paganas, fueran estas libres o sometidas al imperio.
Pero aquella cultura del Dios único, fuerte, sanguinario e invencible ante los dioses de los adversarios, no era suficiente para el joven nazareno, quien como espíritu evolucionado que era y con los elevados valores morales que manifestaba, reconocía a un Dios que bajaba de su poderoso pedestal en donde exigía sacrificios de sangre y favorecía a unos en detrimento de otros, para compadecer los males y sufrimientos de todas sus criaturas, para exigir nuestro sacrificio personal en la lucha permanente contra las cosas mundanas en sustitución de la ofrenda que los seres humanos le hacían de sangre de otras especies.
¿Cómo un niño, hijo de artesanos, posiblemente tímido en un principio, se convirtió en el personaje más formidable de la historia de la humanidad?
Posiblemente su carácter de Iluminado le permitía entrever con meridiana claridad el porvenir de la humanidad, tener conciencia de su carácter mesiánico que le permitió autodenominarse Hijo de Dios con el prestigio que ello conlleva, y en arrebatos de inmenso amor hacia Dios y hacia los hombres, sacrificar todo, absolutamente todo, por la proclamación de sus ideales, sellando con su sangre la perfecta seriedad que le impuso a todas sus palabras, como una muestra de su apasionada fe.
Se sabe que mucha gente le advirtió del peligro que corría. Se sabe del éxito que tenían sus prédicas en Cafarnaún. Se sabe que Él advirtió que uno de sus mismos discípulos lo traicionaría y que, venciendo la más honda tristeza y la agonía provocada por el conocimiento de los hechos, se elevó por encima de éllas y les dijo a sus Apóstoles: "mi hora ha llegado". Pero lejos de permanecer donde su éxito podría haberle permitido tener cada vez más seguidores, y posiblemente llegar a viejo, o de dirigirse a otras comunidades u otros países, en una retirada que nadie le reprocharía, prefirió aceptar su misión con la humildad que todavía hoy es reconocida y admirada, y entrar montado en un asno a Jerusalén, venciendo sus propios temores y posiblemente enfrentando las reticencias de sus mismos y más cercanos seguidores, provocados por el terror por que se diese el desenlace que efectivamente se dio.
Otra de las características de su humildad y el sello inconfundible de su mesianismo lo constituye el hecho de que todo lo que advertía Él que pasaría, lo aceptaba como un mandato del Padre Celestial, Su Padre, quien echaba en su Espíritu el germen de la fortaleza de sus pensamientos escondiéndole las penas materiales; gobernaba en su corazón, llevaba los hilos de su voluntad inclaudicable, y dirigía hacia Él, Jesús, la sabiduría de sus elevados designios, destinándolo a grandes trabajos que habrían de cambiar el curso de la Humanidad, obteniendo a cambio la enorme recompensa de una vida futura, sentado a la derecha del Padre, en donde prometía aguardarnos para compartir la grandeza de las visiones celestiales.
Qué equivocados estaban los romanos, que lo sacrificaron para aplacar una probable revuelta local. La semilla que plantó con sus doctrinas, con la seguridad de que germinaría, terminó floreciendo en la misma Roma, convenciendo y convirtiendo en sus seguidores a los hombres más poderosos del planeta en ese entonces: los emperadores.
Es que siglos antes los había condenado a que cayeran en sus redes de ilimitado amor cuando, momentos antes de expirar, pidió a Su Padre que los perdonara porque no sabían lo que hacían, manifestando en el momento supremo de todo ser humano el enorme poder de su convicción, y proyectando la seguridad de que su reino verdadera y efectivamente no era de este mundo.
Hay muchos legados que podemos mencionar, pero de los más importantes son el Amor a Dios sobre todas las cosas, el amor fraternal que la humanidad se debe, la promesa de llegar, todos los hombres y todas las mujeres, a estar al lado de Él por el amor del Padre, para compartir un luminoso porvenir.
De las cosas más bellas e influyentes que nos dejó son sus palabras de aliento y de consuelo, la capacidad de ensanchamiento de nuestra esfera de libertad mediante el perdón de nuestros ofensores cuando lo que predominaba era la Ley del Talión; y muy especialmente, el poder de la oración cuando no se recita sin tener conciencia de lo que se dice, sino se eleva desde lo profundo del Ser, con convicción, en la armonía de nuestros cinco sentidos y con un corazón nuevo, libre de mancha y de vergüenzas por equivocaciones anteriores.
Finalicemos esta conmemoración elevando nuestros pensamientos hacia el profundo significado que tienen dos cosas: sus enseñanzas, que nos dejó sin realmente atribuírselas sino en función de Mensajero de Dios, y su voluntaria expiación, que sella con pétreo simbolismo el poder de sus creencias, la fe de su convicción y la veracidad de su sublime y claro mensaje.
Tanto se ha discutido sobre el fin del milenio que no vamos a abundar en ello. Baste decir que, con el cierre del ciclo, estamos asistiendo a la MM conmemoración del nacimiento de la persona más influyente en la historia de la humanidad, como que los eventos en el tiempo se sitúan en los años antes de Él o después de Él.
Recordemos que cuando Dionisio el Exiguo, por encargo del papa Gregorio XIII, modificó, en el año 1582, el hasta entonces utilizado calendario Juliano, que databa del año 45 Antes de Cristo (A.C.) en que fue elaborado por el egipcio Sosigeno y decretado por el emperador Julio César, tomó en cuenta muchos elementos, pero tuvo distorsiones que hacen pensar a los estudiosos que el nacimiento de Jesús debió haber sucedido entre el año 4 y 2 A.C., dentro de esa escala, aunque suene paradójico o contradictorio.
Por otro lado, investigaciones astronómicas por medios computarizados señalan que la configuración planetaria de Júpiter y de Venus, que pudo dar lugar a la históricamente conocida Estrella de Belén, ligada tradicionalmente al nacimiento de Jesús, se dio efectivamente el 17 de junio del año 2 A.C., y si se escogió la actual fecha para celebrar la Navidad fue, como muchas fiestas cristianas, para ir sustituyendo paulatinamente otro tipo de fiestas paganas.
Esto en cuanto a lo temporal. En cuanto a la ubicación material del nacimiento, investigadores serios todavía no se ponen de acuerdo si éste se dio en Belén, que es lo más probable, o en Nazaret.
Por otro lado, la historia de la Revolución Moral que se dio hace casi dos mil años ha pasado a nuestros días a través de lo que conocemos como Los Evangelios, de los cuales el más antiguo data de alrededor del año 62 de la Era Cristiana, y el más reciente, de alrededor del año 95 de nuestra Era, es decir, de muchísimos años después que sucedieron los hechos que narran, cuando prácticamente todos los testigos de los sucesos que contienen habían fallecido.
Los cuatro famosos Evangelistas fueron unos de los más de cuarenta conocidos escritores que recogieron las tradiciones hasta entonces orales de los seguidores del Maestro, conociéndose la colección de estos escritos, a mediados del siglo II, como Memorias de los Apóstoles, y a finales del mismo siglo como Santa Escritura Cristiana, aunque fuera un tanto diferente de nuestros actuales Evangelios.
En el siglo III, lo aceptado por la Iglesia eran los Recepti in Eclesiam. Después, en el Primer Concilio de Nicea (año 325), que fue el primer concilio que celebró la Iglesia, es mencionada una colección de escritos patrocinada por San Atanasio, sin que sea realmente sancionada.
Es hasta el siglo V que la Iglesia de Occidente adopta lo que hoy todos conocemos como Evangelios.
Viene todo esto al caso precisamente para restarle la importancia que tanta gente le da. No estamos por conmemorar una fecha exacta de un hecho sucedido en un lugar conocido con precisión (que, teóricamente, debería estar varios metros bajo la actual superficie terrestre, por la acumulación de polvo durante el paso de los siglos).
Ni siquiera, como el título de este ensayo lo señala, es la Navidad número 2000 porque, por lo menos en teoría, los primeros 33 años de nuestra Era debió haberse celebrado no la Navidad, sino el Cumpleaños de Jesús.
Ya restada la importancia a eventos materiales sucedidos hace tanto tiempo, tratemos de resaltar la personalidad de quien logró, siendo simple carpintero, discutir con los Doctores de su época, hacer de gente sencilla como él los más valientes y ardorosos paladines de la nueva doctrina, inspirar hasta el martirio a millones de personas durante el curso de la historia; y seguir cautivando, pasados casi veinte siglos, a tantos cientos de millones de fervientes creyentes alrededor del planeta.
Vino al mundo Jesús de Nazaret, el Galileo, enmedio de una sociedad atrasada e ignorante. Encarnó entre los sojuzgados por uno de los imperios más largos, eficientes y sanguinarios que el mundo haya conocido: el Imperio Romano. Dentro de todos los pueblos sometidos por los romanos, nació dentro del más apegado a una cultura religiosa dominada por la idea de un solo Dios, que era vista hasta con desprecio por las demás culturas paganas, fueran estas libres o sometidas al imperio.
Pero aquella cultura del Dios único, fuerte, sanguinario e invencible ante los dioses de los adversarios, no era suficiente para el joven nazareno, quien como espíritu evolucionado que era y con los elevados valores morales que manifestaba, reconocía a un Dios que bajaba de su poderoso pedestal en donde exigía sacrificios de sangre y favorecía a unos en detrimento de otros, para compadecer los males y sufrimientos de todas sus criaturas, para exigir nuestro sacrificio personal en la lucha permanente contra las cosas mundanas en sustitución de la ofrenda que los seres humanos le hacían de sangre de otras especies.
¿Cómo un niño, hijo de artesanos, posiblemente tímido en un principio, se convirtió en el personaje más formidable de la historia de la humanidad?
Posiblemente su carácter de Iluminado le permitía entrever con meridiana claridad el porvenir de la humanidad, tener conciencia de su carácter mesiánico que le permitió autodenominarse Hijo de Dios con el prestigio que ello conlleva, y en arrebatos de inmenso amor hacia Dios y hacia los hombres, sacrificar todo, absolutamente todo, por la proclamación de sus ideales, sellando con su sangre la perfecta seriedad que le impuso a todas sus palabras, como una muestra de su apasionada fe.
Se sabe que mucha gente le advirtió del peligro que corría. Se sabe del éxito que tenían sus prédicas en Cafarnaún. Se sabe que Él advirtió que uno de sus mismos discípulos lo traicionaría y que, venciendo la más honda tristeza y la agonía provocada por el conocimiento de los hechos, se elevó por encima de éllas y les dijo a sus Apóstoles: "mi hora ha llegado". Pero lejos de permanecer donde su éxito podría haberle permitido tener cada vez más seguidores, y posiblemente llegar a viejo, o de dirigirse a otras comunidades u otros países, en una retirada que nadie le reprocharía, prefirió aceptar su misión con la humildad que todavía hoy es reconocida y admirada, y entrar montado en un asno a Jerusalén, venciendo sus propios temores y posiblemente enfrentando las reticencias de sus mismos y más cercanos seguidores, provocados por el terror por que se diese el desenlace que efectivamente se dio.
Otra de las características de su humildad y el sello inconfundible de su mesianismo lo constituye el hecho de que todo lo que advertía Él que pasaría, lo aceptaba como un mandato del Padre Celestial, Su Padre, quien echaba en su Espíritu el germen de la fortaleza de sus pensamientos escondiéndole las penas materiales; gobernaba en su corazón, llevaba los hilos de su voluntad inclaudicable, y dirigía hacia Él, Jesús, la sabiduría de sus elevados designios, destinándolo a grandes trabajos que habrían de cambiar el curso de la Humanidad, obteniendo a cambio la enorme recompensa de una vida futura, sentado a la derecha del Padre, en donde prometía aguardarnos para compartir la grandeza de las visiones celestiales.
Qué equivocados estaban los romanos, que lo sacrificaron para aplacar una probable revuelta local. La semilla que plantó con sus doctrinas, con la seguridad de que germinaría, terminó floreciendo en la misma Roma, convenciendo y convirtiendo en sus seguidores a los hombres más poderosos del planeta en ese entonces: los emperadores.
Es que siglos antes los había condenado a que cayeran en sus redes de ilimitado amor cuando, momentos antes de expirar, pidió a Su Padre que los perdonara porque no sabían lo que hacían, manifestando en el momento supremo de todo ser humano el enorme poder de su convicción, y proyectando la seguridad de que su reino verdadera y efectivamente no era de este mundo.
Hay muchos legados que podemos mencionar, pero de los más importantes son el Amor a Dios sobre todas las cosas, el amor fraternal que la humanidad se debe, la promesa de llegar, todos los hombres y todas las mujeres, a estar al lado de Él por el amor del Padre, para compartir un luminoso porvenir.
De las cosas más bellas e influyentes que nos dejó son sus palabras de aliento y de consuelo, la capacidad de ensanchamiento de nuestra esfera de libertad mediante el perdón de nuestros ofensores cuando lo que predominaba era la Ley del Talión; y muy especialmente, el poder de la oración cuando no se recita sin tener conciencia de lo que se dice, sino se eleva desde lo profundo del Ser, con convicción, en la armonía de nuestros cinco sentidos y con un corazón nuevo, libre de mancha y de vergüenzas por equivocaciones anteriores.
Finalicemos esta conmemoración elevando nuestros pensamientos hacia el profundo significado que tienen dos cosas: sus enseñanzas, que nos dejó sin realmente atribuírselas sino en función de Mensajero de Dios, y su voluntaria expiación, que sella con pétreo simbolismo el poder de sus creencias, la fe de su convicción y la veracidad de su sublime y claro mensaje.
¡LAUDAMUS TE!
Dios Padre Celestial: Hoy que conmemoramos el advenimiento a esta Tierra de tu Hijo Jesús, deseamos elevar con humildad de hijos imperfectos, nuestros pensamientos, en oración, hacia tus Altas Esferas.
Nuestra primera intención es llenar profundamente de aire los pulmones y, sintiendo el calor de tu Divina Bondad derramarse sobre nosotros, con los ojos humedecidos por el sentimiento, agradecerte: por el soplo de vida que nos has dado, por el bello planeta en que nos has colocado, por las leyes perfectas que en la Naturaleza demuestran tu Soberana Presencia y tu Suprema Inteligencia.
Hoy que Tú has puesto a nuestra disposición la tecnología necesaria para ver, dentro de la inmensidad de tu creación, a miles de millones de años luz de distancia dentro de las profundidades inefables del Universo; hoy que sabemos que somos la aguja perdida en el pajar del tamaño de la más grande de las estrellas que creaste, deseamos agradecerte con renovadas energías que te dignes brindarnos la irradiación de tu benigno calor.
Hoy que vemos tan lejos en nuestros términos temporales la encarnación del Espíritu de tu hijo Jesús en esta Tierra, pero tratando de comprender la intemporalidad de la totalidad de tus obras, te agradecemos las enseñanzas que, con tu sello, nos dejara "por los siglos de los siglos". Comprendemos que Sus enseñanzas, que son las Tuyas, son la expresión de los más elevados valores morales a que, en el estado de nuestra evolución, podamos aspirar en esta etapa de nuestra existencia.
Dios Padre Celestial: Hoy que conmemoramos el advenimiento a esta Tierra de tu Hijo Jesús, deseamos elevar con humildad de hijos imperfectos, nuestros pensamientos, en oración, hacia tus Altas Esferas.
Nuestra primera intención es llenar profundamente de aire los pulmones y, sintiendo el calor de tu Divina Bondad derramarse sobre nosotros, con los ojos humedecidos por el sentimiento, agradecerte: por el soplo de vida que nos has dado, por el bello planeta en que nos has colocado, por las leyes perfectas que en la Naturaleza demuestran tu Soberana Presencia y tu Suprema Inteligencia.
Hoy que Tú has puesto a nuestra disposición la tecnología necesaria para ver, dentro de la inmensidad de tu creación, a miles de millones de años luz de distancia dentro de las profundidades inefables del Universo; hoy que sabemos que somos la aguja perdida en el pajar del tamaño de la más grande de las estrellas que creaste, deseamos agradecerte con renovadas energías que te dignes brindarnos la irradiación de tu benigno calor.
Hoy que vemos tan lejos en nuestros términos temporales la encarnación del Espíritu de tu hijo Jesús en esta Tierra, pero tratando de comprender la intemporalidad de la totalidad de tus obras, te agradecemos las enseñanzas que, con tu sello, nos dejara "por los siglos de los siglos". Comprendemos que Sus enseñanzas, que son las Tuyas, son la expresión de los más elevados valores morales a que, en el estado de nuestra evolución, podamos aspirar en esta etapa de nuestra existencia.
Te agradecemos asimismo por las personas que han engendrado nuestros cuerpos, por quienes les antecedieron y por quienes precedieron a quienes les antecedieron: e llos han llevado la simiente que Tú sembraras en todos los padres y madres, a tu imagen y semejanza, para poder ver a sus hijos con ese inmenso amor, que han no sólo creado y arraigado vínculos espirituales, sino han perpetuado tu obra y transmitido las enseñanzas de Jesús.
Agradecemos infinitamente, además, las responsabilidades que nos has dado al encomendarnos, a la vez, la continuación de nuestra estirpe en los hijos que nos has confiado, que en algunos casos empieza a fructificar en la promesa de una nueva generación. El amor de todo padre y toda madre por sus hijos, que llevamos grabado en el alma, nos hará ser responsables en su formación de conformidad con tus designios.
Te agradecemos también por nuestros hermanos y hermanas, por nuestras esposas y esposos, por los padres y madres de éstos y éstas, por los tíos, los primos, los sobrinos, los amigos, por nuestros patronos y empleados… todos parte de esa comunidad fraternal que Tú formaste. Te agradecemos por las enseñanzas y bendiciones que nos das a través de todos éllos, por las penas que, compartiéndolas, han ayudado a fortalecer nuestros espíritus, y las alegrías que nos dan sustento enmedio de las jornadas.
Permítenos elevar un pensamiento de cariño y de dulzura para quienes nos antecedieron en llegar a tu presencia. Hazles ver por tu bondad que nuestro amor por éllos perdura, y permíteles, por tu conmiseración, ser un fiel reflejo de tu brillo y acceder a los goces prometidos de tu Reino.
Te agradecemos infinitamente las enormes oportunidades de aprender, de adelantar espiritualmente, que has puesto a nuestro alcance, y que nos hayas permitido aprovecharlas. Inspíranos para que las bondades que de éllas resulten sepamos multiplicarlas y compartirlas con nuestros semejantes menos afortunados.
Sabemos que muchas veces, no comprendiendo la profundidad de tus mandatos, nos sometes a pruebas que están fuera de nuestro entendimiento, las que nos atrevemos a veces a cuestionar. Perdona, Amoroso Padre, nuestras impertinencias. Danos, en todo caso, la fortaleza, la luz indispensable para ver en cada cosa que no nos agrada o que aparentemente nos es adversa, la inmensidad de tu obra.
Ayúdanos a sacar provecho de cada pena, de cada aparente adversidad, para beneficio de nuestro prometido porvenir bajo el manto de tu luz. Que cada dolencia corporal nos sirva para bendecir los beneficios de tener un cuerpo sano. Haznos recapacitar a tiempo sobre las consecuencias de nuestros actos, producto del libre albedrío con el que Tú nos has dotado. Inspira nuestros pensamientos, elevándolos y apartándolos de tentaciones que en nada beneficiarían nuestra espiritualidad; llena nuestro corazón de amor por Tí y por nuestros semejantes, y danos la paciencia y la dulzura necesaria para derramarlo a manos llenas.
Gracias nuevamente por el Divino Mensajero que nos enviaras. Haz, por tu inmenso amor, que sus enseñanzas brillen, que se manifieste Su presencia en los corazones de todos nosotros, ayudándonos a perdonar cosas pasadas, teniendo la capacidad de comprendernos y buscando infatigablemente Tu presencia.
¡Laudamus te! ¡Laudamus te! ¡Laudamus te!"
Buen artículo, Jesús se merece todo el respeto posible como usted lo explica, ya que fue un gran iniciado, un avatar de dios…
ResponderEliminarPero lo que dice es cierto yo he leído que incluso desde los tiempos de los anacoretas se celebran fiestas paganas antiguas, incluso en Egipto se celebraba el 25 de diciembre el nacimiento de el dios HORUS… Es decir estas tradiciones tienen más fines comerciales; que fines religiosos; Incluso en la biblia cristiana explica que Jesús no nació en estas fechas se aclara una fecha muy diferente a lo que la gente cree..
Me gusto su blog.
Diputado que el gran arquitecto del universo, el gran arquitecto portador de la luz, lo bendiga a usted y su familia, feliz navidad y feliz año nuevo.
En nombre de mi padre y de mi familia le saludo con mucho cariño, que el GADU lo bendiga…
F. arturo magaña, hijo de memo magaña