El 6 de agosto del año entrante se cumplirán 20 años de que el primer servidor Web se pusiera en línea, dándose con esta pequeña conexión el primer paso hacia la era del siglo XXI (siempre he sido de la opinión que las eras que identifican un siglo no cambian con éste, sino tienden a traslaparse, de modo que el siglo XX, con sus pros y contras, recién está finalizando, y el XXI comenzó, prácticamente, con este sencillo acto de conectar un ordenador).
Todo esto sucedió en las instalaciones del Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire (CERN), ubicado en la frontera entre Francia y Suiza, en el cantón de Ginebra de este último país, y estuvo a cargo del británico Tim Berners-Lee, un ingeniero físico londinense nacido en 1955 y egresado de la prestigiosa Universidad de Oxford, a cuyo cargo ha estado, junto con un equipo de colaboradores, el desarrollo de las ideas y los protocolos que hoy permiten que exista una red electrónica de comunicaciones virtuales que ha cambiado verdaderamente al mundo y que ha sido el motor, prácticamente, de la economía global.
Lo anterior, por sí sólo, ya es merecedor de un premio de la naturaleza propuesta, pero lo que realmente me ha hecho apoyarla es lo que Beerners-Lee ha hecho, por todos nosotros, los internautas, después de aquel sencillo acto de conectar el primer servidor Web (que realmente no es tan sencillo, pues previamente había una larga carrera científica desarrollando tales productos y estableciendo las reglas del juego), que consiste en haber iniciado el proyecto con el ánimo de no lucrar sino de brindar total libertad de acceso a la humanidad, y se convertido en el mayor defensor de la integridad y de libertad de acceso, oponiéndose férreamente a proyectos segregacionistas, como el de permitir un tipo de acceso desde teléfonos celulares y otro desde ordenadores.
Pensándolo bien, es probable que no haya habido, en nuestra era, alguien que haya hecho tanto por cambiar el modo de vida del planeta como él. Cuando leemos de los centenares de millones de personas que sólo China e India han sacado de la extrema pobreza, nos atrevemos a preguntarnos si todo eso hubiese sido posible sin la herramienta fundamental de trabajo de hoy, la Internet.
Haber abierto la puerta a la sociedad de la información y haber creado las condiciones para que grandes economías se monten sobre esta era, partiendo prácticamente de la nada, son méritos suficientes para que, en el año de la efemérides de la primer conexión, se le otorgue el prestigioso Premio Nóbel, que en este caso, por sus contribuciones tan amplias, bien puede ser de física, de economía o de la paz.
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