Alemania
acaba de condicionar la continuidad de los programas de cooperación con
Guatemala a que, antes de las elecciones del presente año, se apruebe una
Reforma Fiscal como una muestra de que el país ayudado está dispuesto a
invertir en su desarrollo, pero creo que la posición alemana es un tanto
equivocada.
Lo
que Alemania debiera estar exigiendo para continuar desembolsando es
transparencia en la utilización de los recursos, honradez por parte de sus
contrapartes, los funcionarios públicos guatemaltecos, por lo menos para comenzar,
y no solamente exigir que los diputados le encaramen la carga tributaria a
quienes ya pagamos pues, probablemente, en un bis a bis con los ciudadanos alemanes, si tomamos en cuenta lo que
la educación y la salud nos cuestan en lo privado, por ejemplo, seguramente
pagamos tanto o más que ellos.
Por
supuesto que les concedo que ellos pueden hacer con su dinero lo que quieran:
suspender la cooperación, condicionarla, disminuirla, ampliarla, lo que se les
ocurra; pero quedan muy mal parados ante nuestros ojos al venir con propuestas simplistas,
exactamente iguales que las que provienen de las actuales autoridades que nos
gobiernan, que lo único que harían sería incrementar los ingresos para que,
quienes manejan los recursos, los nuestros y los de los alemanes y demás países
o instituciones cooperantes, roben más.
Alemania
y cualquier cooperante debieran ver que todo ese dinero que viene,
supuestamente, es para apoyar a personas que no tributan y que, hagan la
reforma que hagan a las leyes tributarias y fiscales, en el mediano plazo no se
ve la posibilidad de que lo hagan por sus precarios niveles de vida. En cambio, gran parte de la población que
tributa, que es una pequeña parte de la población total del país, sostiene la
carga de impositiva de todo el país, de modo que no es tan fácil comparar tasas
impositivas europeas, donde todos cooperan, con las de acá, donde la tasa se
diluye entre la gran cantidad de personas que no pagan impuestos y que no lo
hacen tan sólo porque no quieran, sino porque viven en unos niveles de pobreza
y de extrema pobreza que a duras penas subsisten, marginados de la economía
formal.
La
resolución no es fácil. Eso lo entendemos todos. Pero para quienes pagamos
impuestos, y nos cuesta hacerlo, nos agradaría ver a la comunidad cooperante,
que tan de gran ayuda ha sido en otras oportunidades, en una posición menos
simplista, exigiendo a los diputados que no aprueben presupuestos sin candados;
a los ejecutores que no hagan
transferencias poco transparentes, que cumplan con los plazos y demás
condiciones que ellos imponen y, especialmente, con normas éticas en la compra
y contratación de obras y de servicios; al ente contralor, que deje de hacerse
de la vista gorda y cumpla con su papel, pues es la prensa independiente la que
se encarga de descubrir muchos de los temas que ellos mismos debieran estar
vigilando en nombre de todos los contribuyentes.
Si
Alemania y los demás países cooperantes hablaran de honradez en el manejo de la
cosa pública y de reforma fiscal, simultáneamente, no dudaríamos en apoyarlos;
pero así, como la han planteado, se nos hace cuesta arriba.
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