El Partido Patriota, PP, con el general Otto Pérez Molina a la cabeza, se ha mantenido durante estos últimos tres años, consistentemente, encabezando, aunque con diferentes números, las preferencias para gobernar el siguiente período constitucional, lo cual no ha obstado para que, desde nuestro particular análisis, hayamos mantenido la tesis de que podría haber surgido una tercera candidatura fuerte.
Sin embargo, la fecha en la que estamos y, muy especialmente, el tristemente desordenado e inconsistente discurso político del Presidente de la República, Álvaro Colom, que no debió serlo, sino un informe de su gestión durante el último año ante el pleno del Congreso de la República, sólo nos viene a señalar que el próximo gobernante será, paradójicamente, Otto Pérez Molina.
Es que, precisamente, las falacias (por no decir mentiras ni adjetivarlas de descaradas) contenidas en el discurso presidencial han, desde nuestra perspectiva, desarticulado toda posibilidad de triunfo electoral del partido oficial.
Encuestas publicadas señalan que alrededor del 87% de la población del país no le cree al Presidente cuando da alguna declaración y, si pudiéramos agregar algo, nos pondríamos encabezando el grupo que no le cree absolutamente nada al mandatario.
Hasta los retorcidos argumentos que utilizó para quedar bien con los diputados lo hunden, por ejemplo, si los diputados son unos héroes, responsables de salvar la vida de las madres parturientas porque aprobaron el presupuesto de salud (lo cual, sea dicho de paso, es su harta obligación, ¡sólo eso faltaba!), la persona del Presidente, es decir, Álvaro Colom, es el responsable directo de la muerte de tantas personas inocentes y de que tanto niño quede huérfano prematuramente por la violencia que se lleva, ensangrentados, a sus progenitores, pues si los diputados aprueban el presupuesto de seguridad, ha sido él quien ha ordenado, junto a su esposa, que no es funcionaria pero manda más que él, que se lleven los recursos urgentes para prevenir la delincuencia y combatirla a otros programas.
Ahora bien, de todo lo que escuchamos ayer de la sesión solemne del Congreso de la República, que nos proporciona la certeza de que ganará el PP, en un ambiente político que se ha caracterizado por tener dos contendientes fuertes, el oficialismo y sus alianzas electoreras (que sólo así se entienden por todo lo que se han dicho en el pasado, especialmente con relación a la culpa de todo del anterior gobierno, de donde salieron casi todos los fundadores de la Gran Alianza Nacional, GANA), por un lado, y el PP por el otro, sin que los demás partidos hayan demostrado tener posibilidades de llegar a gobernar, fue el anuncio de que llevará la propuesta de ley para abolir la pena de muerte.
Olvidémonos, por un momento, de la cantaleta de la Reforma Fiscal, la cual consideramos necesaria pero que no puede proponer un gobierno corrupto sin tener gran oposición, especialmente en un año electoral.
El debate de la abolición de la pena de muerte significará sólamente la muerte de las intenciones del partido de gobierno de retener el poder, así sea la Primera Dama o el Presidente del Congreso quien resulte candidato.
Las inmensas mayorías sienten, con razón, que el desbordamiento de la violencia y la organización de delincuentes para mantenernos en zozobra se debe, en gran parte, a la estupidez de algunos políticos, diputados, que se las llevan de legisladores (los tres términos son distintos), que entramparon su aplicación, de manera que ahora hay decenas de condenados a muerte que siguen extorsionándonos y enviando sus sicarios a asesinarnos desde el interior de las prisiones.
Así como nosotros apoyamos la pena de muerte y haremos lo que esté en nuestras manos para defender el derecho de la sociedad de aplicar esta pena a los reos que han sido citados, oídos y vencidos en juicio llevado a cabo con todas las garantías para que tengan una buena defensa, así habrá muchísimas personas. La mayoría de ellas no tendrá el interés o la capacidad de apoyar su restablecimiento, pero sí entenderán quién es quién dentro del ámbito electoral, de manera que este será un tema que influirá en la decisión a la hora de depositar el voto en las urnas.
Tendría que haber un terremoto político en nuestro país para cambiar las cartas que ayer echó el Presidente, quien, por cierto, llega tarde a hacerse el santo y pedir que nos unamos todos por el país, cuando ha sido él, quien por ley representa la unidad de la nación, quien nos ha insultado y nos ha tratado hasta de idiotas y pendejos a quienes no pensamos como él.
Nos resistimos, finalmente, a opinar si ha sido, o no, el peor gobierno de los últimos tiempo. Difícil resistirse, sí, pero preferimos darle el beneficio de ponerse a trabajar este último año antes de emitir nuestra humilde opinión, que será una más dentro de las múltiples que escribirán la historia.
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Estoy igualmente en favor de que se aplique la pena de muerte como corresponde según nuestra legislación vigente. Ojalá no fuese necesario aplicarla, pero en la circunstancia que vive la nación viene a ser un mal necesario, ¡muy necesario!. Hay delincuentes que ya no tienen "chapús" (que no tienen cura para reincorporarse sanamente a la sociedad civilizada). Quines dicen que la pena de muerte no es disuasiva les invito cordialmente a que piensen, que mediten, que entiendan, que la cárcel tampoco lo es, de lo contrario no habría delicuentes que tienen 4, 15 o más de 20 ingresos a prisión y siguen delinquiendo, o quienes delinque desde la prisión. Es injusto que esos malditos que secuestran violan, extorsionan y asesinan, tengan techo, ropa y comida calientita puntualmente servida y pagada con nuestros impuestos, a cambio de que estos impuestos sean invertidos en inocentes niños, jóvenes, adultos y ancianos, mujeres y hombres que vusten andrajos y pasan frio y hambre, mueren sin servicios de salud del que sí gozan los presos, y cuyo único delito es ser pobres y marginados por la socidad y el Estado, pero que viven su pobreza con dignidad y son incapaces de matar por ello.
ResponderEliminarDios quiera que algún día Guatemala pueda abolir la pena de muerte, pero éste no es el momento.