El último libro de Andrés Oppenheimer, ¡Basta de historias!, editado hace tan sólo unos tres meses, nos abre los ojos con relación a cómo hay que cambiar el enfoque de la educación, desde la perspectiva de las políticas públicas y desde la visión del conglomerado nacional, para volvernos más competitivos, como país, en la búsqueda del anhelado desarrollo que nos ayude a elevar el precario nivel de vida que viven nuestras mayorías de población.
En ese orden de ideas, el impulso que se le da, mayoritariamente desde la iniciativa privada, la Instituto Técnico de Capacitación, INTECAP, debe revisarse, no sólo para que esa iniciativa privada lo haga con más decisión, sino para que, desde el sector público, se haga todo lo posible para facilitar la ampliación y la modernización de sus instalaciones, para convertirlo en una universidad que eleve la capacitación que brinda al nivel de licenciaturas, para que, ya como universidad, logre establecer convenios con las mejores universidades del mundo para otorgar doble titulación en el país y para que, eventualmente, eleve los conocimientos de sus estudiantes y de sus mismos profesores, a nivel de doctorado, lo que le permitiría, con el tiempo, convertirse en un importante ente centralizador, además, de la investigación e innovación en el país, siempre en apoyo del sector productivo.
Lo que hace y ha venido haciendo el INTECAP, con transparencia, con pública honradez, es ya loable y admirable, pero a la luz de la globalización del comercio, de la economía, de los servicios financieros, el país debe estar en condiciones de dar un paso adelante para mejorar la capacidad de nuestro sector laboral y, así, poder atraer mayores y mejores inversiones, especialmente en tecnología.
Desde nuestra particular visión, la mejor opción que tenemos, por el momento, porque hay otras un tanto más complicadas, es la conversión del Instituto en Universidad, con todas las de ley.
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