Estados Unidos de América acaba de finalizar, con la aprobación del Senado, el nombramiento de nuevos embajadores, tanto para México como para Guatemala.
Todo pasaría desapercibido dentro de la rutina ordinaria, como no fuera por las desafortunadas declaraciones que, el recientemente nombrado embajador para Guatemaa, Arnold Chacón, según la Agencia de Noticias AP, profiriera.
Según dicha agencia noticiosa, Chacón dice que "trabajará con funcionarios gubernamentaes guatemaltecos, sociedad civil y la comunidad internacional para promover una reforma al Estado de Derecho y a las instituciones judiciales de la nación centroamericana" (elPeriódico, miércoles 3 de agosto de 2011, página 7). ¡Bien dice el refrán popular que en boca cerrada no entra mosca!
¿Acaso corresponde a un embajador de un país extranjero (en este caso, una potencia extranjera), tan sólo promover una reforma al Estado de Derecho? ¿Acaso le corresponde venir a tratar de modificar las instituciones judiciales? Aparte de que esas no son las atribuciones ni las facultades de un embajador, ¿tan bajo perfil tiene la persona nombrada, que no sabe que esas modificaciones, en todo caso y sin excepción, le toca hacerlas al Congreso de la Repúbica y no a funcionarios gubernamentales, menos a la sociedad civil y muchísimo menos a la comunidad internacional?
Declaraciones proconsulares de tal naturaleza solamente reflejan el desdén con que Estados Unidos de América, que se ve a sí mismo todavía como un Imperio, nos ve a los pequeños, medianos y más grandes países de latinoamérica, y en nada abonan a las buenas relaciones que, eso sí está dentro de sus atribuciones, debe venir a fomentar el señor embajador en nombre del pueblo y del gobierno estadounidense.
Podremos ser un país con grandes problemas, tanto de pobreza como de otras y variadas índoles, pero eso no le da derecho al más encopetado embajador a venir a nuestro terruño con aires de conquistador, mandamás o capataz.
Sería de mayor beneficio del nuevo embajador irse enterando que, con todos los problemas que en Guatemala tenemos, le corresponde a los guatemaltecos salvaguardar, defender o preservar el Estado de Derecho en nuestro país.
Sus mejores ideas, su buena fe y su hombría de bien podrán ser bien recibidas y apreciadas por quienes conformamos esta sociedad cosmopolita, pero con el respeto debido a nuestra soberanía y a la independencia de nuestros poderes públicos.
Ojalá las primeras expresiones de las ideas que trae el nuevo embajador estadounidense sean producto de falta de experiencia de su persona y no de una agenda dictada por sus superiores en el Departamento de Estado.
El daño que las filtraciones de sus comunicaciones internas, a través de wikileaks, ha sido tremendo en el nivel de confianza de prácticamente todo el resto del planeta, incluyendo sus aliados, y esta desafortunada manera de vernos, expresada en público, no abona a restablecer la misma.
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