Anoche, en el History Channel, que suele presentar aspectos de la historia para que sea digerido, especialmente, por el público estadounidense, presentaron un interesante programa que se llama algo así como "10 maneras de aniquilar a Bin Laden". La verdad no me fijé bien en el título del mismo.
Sin embargo, haberlo visto despertó en mí, de nuevo, esa inquietud por los derroteros en que un grupo relativamente pequeño de personas puede encaminar al total de seres humanos que poblamos este planeta.
Es obvio que el mundo cambió. De escenarios de guerra a lo Juan Jacobo Rousseau, entre Estados, tesis devenida, quizá, por el marco que brindó la Paz de Westfalia (1648), escenarios desarrollados posteriormente, a su vez, por Carl von Clausewitz, gran estratega militar, en donde había un territorio demarcado, una vanguardia o frente de batalla y una retaguardia, líneas de aprovisionamiento, etcétera, la destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York y los ataques simultáneos en Washington, cambiaron la historia de la guerra para siempre desde el 11 de septiembre de 2001.
La planificación y ejecución con perfección de nanocirujano de los ataques a los trenes de cercanías en la estación de Atocha, en Madrid, con la clara finalidad de operar cambios políticos que, a su vez, generasen la retirada de las tropas españolas de Iraq, en marzo de 2004, mientras se opera en Medio Oriente y en el corazón profundo de África, son otros ejemplos de que ahora, el escenario de la guerra, es el mundo.
La rebelión potencializada por el odio, sea alimentado por la religión o por las ansias de libertad, como en Chechenia, cuyos "mártires" han secuestrado escuelas llenas de niños y dinamitado trenes en marcha (provocando, a su vez, una represión inhumana que los ha diezmado, alimentando más ese odio), está en marcha por el mundo; la guerra no está en alguna parte, está en las mentes de muchos hombres, mujeres y, sí, niños también, que se están desarrollando en un mundo sin precedentes.
Cuando fueron los atentados de Nueva York y Washington con aviones convertidos en bombas formidables, me preocupé por enterarme un poco, dentro de lo cual encontré un libro, traducido al español y editado mucho antes de los sucesos, que advertía, con nombres y apellidos, de la posibilidad de un ataque fuera de toda ortodoxia por parte de Al Qaeda y de su líder, a quien ya identificaban como Osama Bin Laden, un hombre con una fortuna, en ese entonces, superior a los 5 mil millones de dólares, lo que le proporcionaba una enorme capacidad de maniobra.
Lo que ha pasado desde entonces es difícil de entender, desde nuestra perspectiva occidental, como la declaración de guerra a Iraq con su dictador, Saddam Hussein, pero sí estamos seguros que todo esto ha sido un enorme catalizador en contra de las democracias de América y de Europa, especialmente dentro del mundo musulmán, fundamentalista o no, y al dejar por fuera las democracias asiáticas, lo que leemos entre líneas es que todo esto trata de la dominación del mundo, de la hegemonía por el poder global.
Dentro del contexto analizado, los problemas milenarios entre palestinos y judíos también le añaden leña al fuego.
Ahora bien, desde la caída del muro de Berlín en 1989 y el posterior derrumbamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, que dio con la independencia de varias de estas repúblicas en donde la URSS tenía y mantenía armamento de destrucción masiva, atómico, biológico, nunca ha quedado claro qué pasó con la totalidad de ese armamento que, durante décadas, sirvió para "disuadir" al adversario de utilizar, a su vez, su armas.
No se ha llegado a conocer, siquiera, un inventario creíble de dicho armamento, pero a la vez, he podido leer, durante estas dos décadas, varios reportajes que hablan del mercado negro de las mismas, es decir, de la venta de armas de destrucción masiva al mejor postor.
El libro al que me he referido antes, cuyo nombre no puedo citar porque no lo tengo a mano, ya mencionaba los intentos de Al Qaeda por comprar este tipo de armamento, para lo cual le sirvió su involucramiento en el conflicto en los Balcanes entre Bosnia, Serbia, Herzegovina y Montenegro, a donde acudieron a apoyar a los musulmanes que estaban siendo masacrados por los serbios.
A través de los años hemos podido, de lejos, observar el desarrollo del conflicto: por un lado, occidente contando sus muertos a diario, como se dan las noticias a diario del precio del petróleo, suba o baje aunque sean centavos; pero por el otro bando, capitalizando, como un triunfo, cada muerto que occidente exhibe.
Lejos de estar desmoralizados, los combatientes del terror del presente siglo, en la medida que la coalición de ejércitos occidentales no han sido capaces ni siquiera de ubicar y atrapar o eliminar al líder enemigo, aún siendo la fuerza militar más poderosa de la historia, no sólo siguen combatiendo con ahínco en donde hay fuerzas regulares de la coalición, sino, estoy seguro, siguen planificando con entusiasmo el siguiente golpe al capitalismo y a occidente, con toda su fuerza y el entusiasmo de quien se ha salido con la suya varias veces.
Como practicante de artes marciales, tanto milenarias como las modernas híbridas, sé que cuando se planifica un golpe va a un punto vital, pues se pretende, al infligir daño al contrincante, inmmovilizarlo parcial o totalmente. Nunca se planifica un golpe para hacer cosquillas.
¿Qué nos podría llamar a pensar que las alianzas militares de occidente ganaron un conflicto? Nada. ¿Qué podría ser el indicio de que, siquiera, van ganando esta partida? ¿La declaración del Presidente Barak Obama de que finaliza la guerra en Iraq? No lo creo. Es más, desde el anuncio, he podido observar cómo su contraparte ha salido más a las calles a acosar a sus tropas en su retirada y a los relevos locales, que han de vivir angustiados, lo cual no dudo que pueda ser interpretado por ellos como la derrota de los invasores.
Todo lo anterior me hace pensar que en el futuro, lejos de vivir en un planeta con una paz relativa, las cosas se van a complicar.
Los artefactos explosivos recién encontrados en naves aéreas de carga, debido a una gestión de inteligencia, sólo nos demuestran que la actividad clandestina por destruir objetivos continúa febrilmente.
Creemos que es cuestión de tiempo volver a ver blancos políticos, como una capital, centros importantes para la industria, como alguna ciudad donde hay grandes refinerías o naves con químicos, volar por los aires o ser consumidos por las llamas o por la radiación. Podría ser cuestión de tiempo, también, la liberalización de alguno de esos demonios microscópicos utilizados para la guerra biológica, pues el daño a la economía de occidente sería inconmensurable.
En lo que sí fue claro el informe de la Comisión Conjunta del Congreso de los Estados Unidos, que fue rendido en 2004, es lo relativo a que este conflicto va para largo. La Comisión se refiere a una generación. Quién sabe. Quizás sean más generaciones las que la humanidad necesita para que los seres humanos nos entendamos entre sí.
No es casualidad que desde Homero, en el siglo VIII Antes de Cristo, hasta André Glucksmann, en el siglo XXI de nuestra era, el odio sea uno de los temas alrededor del cual ha girado y sigue girando la humanidad.
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