Hoy vuelve a ser noticia, en Guatemala, la muerte, por sed e inanición, de una migrante guatemalteca en el desierto de Arizona. ¿Habrá sido noticia en el resto del mundo? ¿Habrá sido noticia en la misma Arizona donde tanto odio se tiene ahora contra los migrantes? Ni siquiera en Guatemala ha sido una nota de prensa destacada sino una de provincia, dado que la fallecida provenía del interior del país.
Aprovechamos esta nota para recordar que la grandeza de Estados Unidos de América y su conversión en potencia mundial durante el siglo XX se debe, precisamente, a esa población, especialmente europea, que migró voluntariamente hacia ese país, durante el siglo XIX, que lo pobló, se montó sobre la era industrial, y generó la riqueza que hoy disfrutan, sin la cual, estamos seguros, nadie los voltearía a ver ni serían capaces de imponer sus criterios o sus políticas a los demás.
No es que se nos olviden otro tipo de migrantes, los que se vieron obligados a migrar en calidad de objetos, como los esclavos provenientes de África durante los siglos XVII, XVIII y XIX, o los chinos que dejaron el pellejo y hasta la vida por construir los ferrocarriles que se convirtieran en columna vertebral del desarrollo del siglo XIX, con lo cual se completa, prácticamente, una migración global que ayudó a forjar lo que hoy conocemos como Estados Unidos de América, país grandioso en muchos sentidos, en cuyo seno un gran contingente de población, renegando de sus orígenes, hoy son los mayores críticos y opositores a que existan derechos para las personas migrantes que, como sus antepasados, buscan mejores oportunidades de vida para ellos y para sus familias.
Una de las mentes más brillantes de la historia para explicar, en palabras, los fenómenos sociales, Federico Engels, en el prólogo de 1890 del "Manifiesto del Partido Comunista" que, junto con Carlos Marx publicaran en enero de 1848, hace ya una clara alusión a la manera como Estados Unidos (sic.), en la época en que el "Manifiesto" fue publicado, absorbía las energías sobrantes del proletariado de Europa y como, junto con Rusia, esas masas proletarias que prosperaban en dos diferentes partes del planeta se convirtieron en el mercado de los productos industriales europeos, lo cual, aunado a la provisión que ambos hacían de materias primas, se habían convertido en pilares del orden social europeo, pero que en el momento en que escribía el prólogo, 1890, ya las cosas habían cambiado: la emigración europea imprimió un gigantesco desarrollo a la agricultura estadounidense (él dice norteamericana, pero eso es impreciso) y, además, le ha permitido "...entregarse a la explotación de sus copiosas fuentes industriales con tal energía y en proporciones tales, que dentro de poco echará por tierra el monopolio industrial de que hoy disfruta la Europa occidental...".
¿Sucedió lo que predijo Engels? Ciertamente. También previó la repercusión revolucionaria de estas dos circunstancias, en primer lugar, sucumbiendo la pequeña y mediana propiedad del granjero ante las grandes explotaciones, y en segundo lugar, el aparecimiento en las zonas industriales de un copioso proletariado, a la par de una gran acumulación de capitales.
Podemos estar o no de acuerdo con Marx y con Engels, pero estos textos provenientes de observadores de estos fenómenos en la época en que Estados Unidos de América se erigió no sólo como una nación más sino como una fuerza industrial poderosa que, posteriormente, la convertiría en una potencia global de carácter comercial, científica, financiera, militar y, a veces, policial, son efectivamente reveladores del papel que jugaron los migrantes, sin cuyo concurso esa enorme porción de tierra jamás habría tenido el desarrollo del cual hoy gozan.
Por otro lado, las economías europeas de principios del siglo XXI, con tantos problemas que no son hoy objeto de análisis, difícilmente van a salir adelante sin el concurso de una migración que les ayude a revitalizarse, especialmente tomando en cuenta que son países en donde la modernidad, "su modernidad", les ha llevado a tener tasas de crecimiento poblacional negativas.
Puesto en este contexto, para un descendiente de migrantes estadounidense es hasta beneficioso que haya migración que llegue, fresca, no sólo a hacer las tareas que los "nacionales" ya no quieren hacer, sino a crear esas bases proletarias, para hablar en términos marxistas, que son la base del mercado en donde el encumbrado industrial puede vender sus productos.
No nos apartamos del hecho que Estados Unidos de América tiene el derecho, como la Unión Europea, de defender sus fronteras, pero mejor servirían los dirigentes políticos de ese primer mundo a sus respectivas naciones si estudiaran sus propios orígenes, si dejaran de lado el racismo y la xenofobia y comprendiesen mejor que nadie que todos necesitamos de todos.
Basta ver la foto de nuestro planeta desde el ojo electrónico de un alejado satélite para comprender, y caer en cuenta, que es una sola esfera nuestro mundo y que la ruta que llevamos en el Universo es la misma para todos.
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