viernes, 11 de noviembre de 2011

LA POLÍTICA CENTROAMERICANA, ENTRE EL ASCO Y LA TRANSPARENCIA

Acaba de haber sendos procesos políticos en Centroamérica: uno en Guatemala y otro en Nicaragua; procesos que culminan con la elección de nuevas autoridades y que, dependiendo del curso del mismo, les otorga, o no, legitimidad.

En el caso de Guatemala, el proceso estuvo viciado, en un principio, por la pretensión ilegal de la ex Primera Dama de optar a la Presidencia de la República, a pesar de una prohibición de carácter constitucional. También permaneció viciado porque la candidatura de un Ministro Culto, que también tiene vedada la participación conforme a la normativa constitucional, fue finalmente avalada por un fallo dividido y más cuestionado de la Corte de Constitucionalidad.

Sin embargo, a final de cuentas, nosotros apreciamos que una fortaleza del proceso es que las Instituciones demostraron independencia, no se dejaron manipular del todo (con lo que esta sutileza implica) y los vicios de la principal ilegalidad no se permitieron; pero la gran debilidad continúa siendo la pobreza del electorado, que engendra dependencia, y la ignorancia (que requiere un análisis más profundo que hoy no haremos), pues a quienes vimos el desenvolvimiento de los escenarios imparcialmente, nos causó tremendo asco que uno de los candidatos le apostara, precisamente, a esa ignorancia y a esa dependencia de la gente, que en muchos casos puede protestar porque la conquista se hizo con espejitos, pero muchos fueron atraídos como palomillas al rededor de un foco encendido en la noche detrás de ofrecimientos sin fin. ¡Pobre Guatemala mientras no se eduque debidamente a las nuevas generaciones de jóvenes que vienen creciendo, pues tarde o temprano el país caerá en manos de estos oportunistas!

Ahora, lo verdaderamente despreciable y que produce asco hasta la náusea, es el totalmente viciado proceso político electoral de Nicaragua, en donde hemos venido denunciando lo que sucedió desde las elecciones anteriores, los atropellos a la oposición, las ilegalidades, los ríos de petrodólares de Hugo Chávez en manos de Daniel Ortega y no como apoyo al país y a los nicaragüenses.

No es mucho lo que se escucha o se lee, ahora, de la Organización de Estados Americanos, OEA, y su comparsa mayor, José Miguel Insulza, que se reeligió en el puesto de Secretario Genera de dicha Organización gracias a los votos que, con el dinero de los venezolanos, lidera el mismo Hugo Chávez (pues Fidel Castro ya no tiene el dinero que le proveía la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, ni la energía).

El mismo Centro Carter está obnubilado, y todo parece encaminarse a una aceptación tibia de la farsa electoral que el sandinismo nicaragüense y el orteguismo han montado para todos.

La pasividad de las organizaciones multilaterales, la aquiescencia de los países "democráticos" que están prestos a defender a un violador de la Constitución, como Manuel Zelaya Rosales, pero se hacen de la vista gorda ante las reiteradas violaciones éticas, morales y legales de Daniel Ortega y su grupo de secuaces, mientras son acallados por los ruidosos y vociferantes comparsas de la izquierda de nuevo cuño que ha encontrado cómo mimetizarse de comandantes de la montaña a líderes "democráticos", apesta, da pena.

Mientras en Guatemala asumirá un Presidente Constitucional porque hubo un esfuerzo de muchísimas personas de bien por mantener la institucionalidad del país, y el proceso político culminó de manera transparente, en Nicaragua se apresta a asumir, con las manos manchadas de todo tipo de fluidos apestosos, el segundo dictador con más larga trayectoria en la historia contemporánea de América Latina, y todo con el acompañamiento del silencio o de las voces débiles de quienes se llenan la boca y dan el pecho frente a otro tipo de circunstancias, pero le hacen la reverencia a quien maneja, por lo menos, 550 millones de dólares anuales, en forma personal, que Hugo Chávez, al frente de los intereses venezolanos, le pasa directamente a Daniel Ortega Saavedra.

Por lo pronto, estas pocas pero firmes líneas para dejar establecido que no todos caemos en el engaño o en la compra de voluntades. Habemos gente que se fija, que se da cuenta y entiende el sufrir de muchos nicaragüenses, cuyo esfuerzo personal por salvar la democracia en su país no fue suficiente en esta oportunidad. Desde ya elevamos nuestros pensamientos hacia ellos y les manifestamos que no están solos en esa lucha que debe continuar por que Nicaragua se encauce, finalmente, en el sendero de la democracia bien entendida.

En ese orden de ideas podemos augurar un cambio positivo en Guatemala, en donde saldremos del peor gobierno de la historia republicana para pasar a uno que todavía no sabemos cómo será, pero que podemos y debemos apoyar por el bien del país, con la clara intención de que sea lo mejor que se pueda. Ojalá se logre.

Para Nicaragua sólo podemos pensar que las cosas no sólo seguirán igual de malas, sino la alerta que hemos dado desde este espacio, relativa a la posibilidad de que se dé una nueva guerra civil, la renovamos.

En la década de 1970 vimo cómo el pueblo nicaragüense se levantó en armas para quitarse de encima a Anastasio Somoza, el dictador del momento, y nada diferente vemos ahora que el supuesto libertador se ha convertido, a su vez, en el tirano de turno. El pueblo nicaragüense podría estar a punto de volverse a levantar en armas, pues la luz del tunel que provee un proceso electoral sano, y una derrota transparente en las urnas, no se han dado.

En uno u otro caso, sólo esperemos que Dios nos acompañe.

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