lunes, 14 de julio de 2014

LA ENSOÑACIÓN MARINERA DE HEGEL Y EL DESARROLLO EN LA ERA DE INTERNET

     El político que no ha leído a los clásicos puede ser genial para hablar, pero hablará sin sustancia, sin verdadero fundamento, y su capacidad de aprehender las causas de las cosas y de prever sus efectos y consecuencias, lo que implica hacerlo sin emitir ulteriores juicios, será muy limitada.

     Se puede ser duro de entendederas, pero cuando se tiene disciplina, la lectura de ideas de los grandes pensadores del pasado, sin distinción de barreras ideológicas o de cualquier naturaleza, lo único que nos proporcionará en el quehacer político serán ideas más profundas, algún grado de clarividencia, mayores posibilidades de entrever consideraciones que, quien no lee o lee simplemente para entretenerse, "entrelineas", y no para aprender, no puede visualizar.

     Jamás hemos sido marxistas, por ejemplo, aunque tenemos amigos que lo son, pero hemos leído a Marx para comprender mejor sus ideas, para comunicarnos mejor con esos amigos y para tener las herramientas para comprender mejor los asideros conceptuales expresados por otro tipo de pensadores.  

     Si fuésemos pintores la diferencia entre leer y cultivar nuestra mente y no darle ese alimento intelectual sería pintar, o con una paleta de grises con muchas opciones limitadas a eso, o con una rebosante de colores y de oportunidades distintas para mezclar y mejor transmitir una imagen concebida en el éter del pensamiento.

     Es en este orden de ideas que, hace poco, releíamos a Hegel (Jorge Guillermo Federico), quien, al morir, dejó muchos escritos, uno de los cuales fue publicado años después de su fallecimiento: Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal, en donde, al explicar la visión racional de la historia universal, porque la razón rige al mundo y, por ende, la historia de este ha transcurrido racionalmente, le da, además, un fundamento geográfico, lo cual le sirve para explicar las tres fases por las que, hasta la época en que él vivió, ha pasado la humanidad, dependiendo del tipo de asentamiento humano en que se desenvolvió.

     La primera, la de las naciones nómadas, que corresponde a la del altiplano, la de las grandes estepas y llanuras que recorrió la humanidad trashumante, acarreando y guiando a sus ganados hacia los mejores pastos y bebederos y alimentándose de él; la segunda, que le proporcionó mayor arraigo y que corresponde a la del desarrollo de los agricultores, que corre a la par de los asentamientos fluviales que le permiten tener contacto con el líquido vital sin desvincularse de la tierra, movilizando los cereales y vegetales hacia él en lugar de movilizarse todos a la vez; y la tercera, la del asentamiento costero en que se vislumbran nuevas maneras de generar riqueza y novedosas condiciones de progreso, lanzando al ser humano al comercio, a la navegación, a la exploración de otros mundos, si se quiere, pues el hombre se sitúa en medio de un elemento que le da la idea de lo ilimitado y de lo infinito (aunque no sea ni uno ni otro), y lo anima a superarlo, dándose, por vez primera, el rompimiento del cordón umbilical de sus ancestrales vínculos con tierra firme.

     Entender cómo Hegel vislumbra la libertad del ser humano atada a su entorno geográfico y cómo aquélla evoluciona en la medida que este modifica el entorno en que el conglomerado social se desenvuelve, situando al autor en la Europa pre revolución industrial, la de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, es una herramienta invaluable para tratar de hacer lo mismo en la América Latina o África de principios del siglo XXI, en que fijar la visión sobre el horizonte marino ya no es suficiente para imaginarnos nuestra ruta, pues quienes tenemos ordenador vivimos una experiencia parecida todos los días, con una Internet que nos brinda respuestas a nuestras cotidianas inquietudes pero, en la medida que más respuestas tenemos, más dudas generamos, en un círculo virtuoso por la sed de saber y conocer más.

     La ensoñación marinera de Hegel que, según él, generó capacidades humanas que no pudieron perfeccionarse tierra adentro, es equiparable a las nuevas capacidades que hombres y mujeres (sin descartar, por supuesto, a los niños de ambos géneros) están, hoy, frente a sus computadoras, creando, generando nuevas maneras de hacer y de establecer las cosas, con nuevas velocidades e impensables economías de escala.

     Si hace dos siglos la imaginación, generadora de las nuevas ideas que fueron el germen del desarrollo de tiempos pasados, estaba limitada a los amaneceres o atardeceres en las playas y la visión de cómo aparecían o desaparecían las embarcaciones, con sus velas desplegadas, la capacidad de imaginar, hoy, es a la velocidad de la luz, con fotografías accesibles de las más lejanas galaxias que podamos conceptualizar, con la sumatoria de millares o millones de elevados pensamientos probando nuevas formas o profundizando conceptos que, en nuestros días, se añejan en cuestión de meses o semanas, descartándose o evolucionando hacia algo superior o, por lo menos, distinto o más especializado y mejor enfocado.

     La velocidad del desarrollo, hoy, comparada con la que analizó Hegel a través de la historia, es vertiginosa, y es alentador imaginar que lo que moldeó la geografía hace unos siglos, hoy lo impulsa y modifica algo intangible como la suma de tantos pensamientos del ayer y hoy e hipótesis aventuradas como archivos le caben a la red de computadoras que, hace apenas medio siglo, era algo impensable en nuestras vidas cotidianas.  ¿Y qué es medio siglo para el devenir completo de la humanidad?

     Esto nos hace pensar que la brecha evolutiva del desarrollo de las naciones, en la medida que los ciudadanos de unos países están conectados a la red y otros no, se ensancha a velocidades insospechadas.

     Es urgente la conexión del mundo de los pobres, hoy relegados a pocas o nulas oportunidades, al mundo de los privilegiados que gozan, ya, de dicha conexión.  Internet ha dejado de ser un privilegio; es una necesidad para la evolución del género humano.

     Visualizar el desarrollo de poblaciones con dádivas, ayuda exterior o banca multilateral, sin conectar a la gente donde hoy se están generando las nuevas ideas de desarrollo de la humanidad, e inventándose las nuevas maneras de generar riqueza, es tirar el dinero a la basura y engañarse, por mucho que tal o cual programa se denomina "de desarrollo".

     El mundo comenzará a desarrollarse, integralmente, cuando no quede un ser humano que no tenga acceso al caudal de conocimiento que representamos todos los seres humanos.  No entender esto no es ser duro de entendederas sino carecer de éllas.

2 comentarios:

  1. Muy buen post Lic. Flores que gusto leerle y más con este post tan profundo en cuanto a uno de los mejores exponentes en la historia de las ideas y reflejarlo a grosso modo con la actualidad y que difícilmente los políticos de hoy día y mucho menos los "políticos" guatemaltecos se esfuercen por hacer lecturas tan profundas como estas y las pongan en practica en su qué hacer en el ejercicio político real y etimológico de la política, Saludos, gusto leerle.

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  2. Muchas gracias por su comentario, don Carlos. Tiene razón. La lucidez de Hegel denota una mente verdaderamente brillante.

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