jueves, 31 de julio de 2014

EL PRESUPUESTO DEBERÍA ESTAR LIGADO A LA RECAUDACIÓN DE UNA NACIÓN

     Las autoridades responsables de la aprobación del presupuesto (los diputados), de gastárselo o de ejecutarlo (especialmente los funcionarios del Ministerio de Finanzas, MiFin) y de recaudar el dinero para uno y otro propósito (en la Superintendencia de Administración Tributaria, SAT), desde hace un tiempo, bastante largo, no terminan de ponerse de acuerdo con las metas, las cifras que se manejan, las proyecciones para efectos de cálculo, los niveles de déficit fiscal, la carga tributaria y hasta en el marco jurídico que, al tocarlo a principios del actual gobierno (2012), generaron tal incertidumbre (con el involucramiento de otro tipo de autoridades, las que administran la justicia constitucional), que la imagen que tenemos, internamente, es de no tener rumbo, de ver al país cada vez más debilitado ante tanto endeudamiento, y externamente ha de ser, seguramente, de caos, lo que en poco ayuda a mejorar el clima de negocios del país.


     La gráfica que publica hoy, Prensa Libre, en su página 31, con el título de Recaudación histórica, de la cual reproducimos una fotografía porque su edición electrónica viene ilustrada con otro tipo de imágenes, en casi nada concuerda con el titular de la nota que la contiene: SAT no alcanzaría meta de recaudación.




     Y es que sucede que el MiFin establece las metas de recaudación bajo la óptica de quien también prepara el presupuesto, depende del Presidente de la República, es parte del Gabinete de Gobierno y tiene una enorme presión por gastar, mientras que la SAT hace el trabajo de recaudar efectivamente los tributos o impuestos o, por lo menos, la mayor parte.

     La gráfica evidencia que la recaudación ha venido subiendo año con año, pero bajo el anterior esquema, las metas de recaudación siempre serán superiores a la realidad.

     A propósito de realidad, ahí es precisamente en donde deseamos hacer énfasis y a lo que el título del presente ensayo se refiere.

     Como el proyecto de presupuesto es elaborado por el MinFin bajo las presiones anteriormente dichas para someterlo a aprobación de un conglomerado de diputados ansiosos por que este sea más grande cada vez, al grado de estarse ya hablando de un escenario alto de Q.79,477 millones para el año entrante (2015), con una proyección alta de ingresos de Q.55,950 millones (hay un escenario bajo también), lo que vemos es un esquema vicioso que, de no corregirse, nos lleva inexorablemente a un mayor endeudamiento cada año y, fatalmente, a una posición tan débil para enfrentar nuestros compromisos financieros como le hemos visto a otros países que descuidaron sus niveles de deuda y que han tenido que salir a clamar por que los rescaten.

     Hablarle a los ciudadanos que el déficit fiscal es únicamente del 2.8% del Producto Interno Bruto, PIB, es mentirles.  Si la nota de prensa dice que el déficit será de Q.13,497 millones (aunque de restar la cantidad menor a la mayor, en el párrafo anterior, nos da Q.23,527 millones, que ya de por sí es una diferencia enorme), el porcentaje del que debiéramos estar hablando no debiera referirse al PIB sino al del proyecto de presupuesto de que se trate, que en este caso sería el 16.98% el faltante (o el 29.60%, si sabemos restar y establecemos que la diferencia es de poco más de Q.23.5 millardos que se presupuestan para gastarse pero no se recaudarán).

     Cualquiera que haya hecho deporte sabe de la importancia de la precisión, del pulso para encestar, para meter un gol, para hacer un servicio de tenis de campo o de mesa, para batear o lo que sea.  Lo menos que esperamos de nuestras autoridades encargadas de las finanzas del Estado es que tengan la mayor certeza posible.  Se pierde un partido o un campeonato por una imprecisión de un milímetro, y lo que vemos en los cálculos y proyecciones más serias de nuestras autoridades da pavor.  Nos parece que cualquier persona que va a la carnicería del mercado de su barrio podría sacar mejor las cuentas, con todo y que el negocio de la carne también está revuelto.

     Como pensar es gratis, lo que se nos ocurre para terminar con tanta falacia, presiones desde el ámbito de la corrupción y en aras de una mayor certeza, es que el techo presupuestario debiera ser determinado por la realidad de la recaudación.

     Por ejemplo, si la recaudación al 31 de diciembre de un año dado termina en 100, el presupuesto del año entrante debiera ser 100, la meta de recaudación para ese año que comienza debiera ser un porcentaje sobre ese monto, y lo recaudado de más durante el año de ejecución del presupuesto debiera ir directamente a cancelar la deuda más cara del Estado en ese momento, lo cual ayudaría a ir desarmando esa bomba monetaria que cada vez es mayor.  

     Con el tema de los nuevos endeudamientos no estamos en total desacuerdo, pero nosotros abogamos por que los mismos se den únicamente para proyectos que generan sus propios medios de pago, y como de todos modos tienen que pasar por su aprobación en el Congreso de la República, pues nada cuesta hacerlo juntamente con la correspondiente ampliación del presupuesto para poder ejecutarlo.

     Los técnicos en finanzas podrán ser muy técnicos, y los políticos muy políticos, pero ambos han demostrado, durante décadas, estar alejados de la realidad y, especialmente, del ciudadano.

     Nosotros estamos acostumbrados a representar los intereses del ciudadano.  No tenemos actualmente un cargo que nos legitime, pero sí el deber cívico de continuar de su lado, y lo que vienen haciendo técnicos y la mayoría de políticos al respecto no es transparente, atenta contra nuestra soberanía e independencia financiera y nos está llevando al abismo. 

     

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