lunes, 7 de julio de 2014

LA ENVIDIA. MOTOR DEL DESARROLLO

     A mediados de 2008 comenzamos a escribir lo que sería nuestro segundo libro, el cual llevaría el título que lleva este ensayo, pero a medio camino se dio el Golpe de Estado que el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, le dio a la Constitución de ese país y, luego de escribir sobre el tema durante varios meses, perdimos el rumbo sobre el propósito original, hasta la presente fecha.

     Sin embargo, el principio que postulábamos, esa envidia sana que produce ver al vecino prosperar y querer hacer lo mismo para ponernos a la par, sigue siendo válido.

     No sabemos si, finalmente, ese libro será terminado y verá la luz algún día, pero en aquella oportunidad tuvimos a bien entrevistar a varias personas involucradas con el movimiento cooperativista del país y, la semana pasada, recibimos el mismo día del evento una invitación electrónica para participar de una rueda de prensa que daban las mujeres cooperativistas agrupadas, a la cual asistimos aunque fuese a la carrera.

     Intercambiar opiniones con estas esforzadas mujeres, aunque fuese por unos pocos minutos, y escuchar el planteamiento de sus inquietudes, las cuales dicho de paso apoyamos abiertamente, ha renovado nuestro entusiasmo por darle forma final a esas ideas nacidas del amor que le profeso a los proyectos de desarrollo de este bello país que nos viera nacer.

     Ojalá Dios nos dé la oportunidad de finalizar ese proyecto tantos años postergado y que nos provea la inteligencia, los contactos oportunos y los medios para ayudar a toda esta gente que está día a día produciendo en condiciones que se pueden mejorar, para que se puedan apoyar y fortalecer tantos y tan variados proyectos.

     La pobreza no se erradica, en la infinitud de los tiempos, regalándole a la gente para que mal subsista, sino ayudando a formar nuevas generaciones de personas productivas que puedan salir, por sí mismas, de las precarias condiciones de supervivencia que hoy mantienen, y sean generadores y generadoras de su propia riqueza, de una riqueza que, en manos de mujeres, estamos seguros que llegará de más eficiente manera a sus niños, esas personitas vulnerables que hay que nutrir y alimentar física e intelectualmente para que mejor dirijan, algún día, los destinos de la patria.

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