La reciente transición de uno de los patriarcas del periodismo en Guatemala, don Oscar Marroquín Milla, hacia las esferas del éter, me hace evaluar el legado de libertad que, con el arduo trabajo de periodistas como él, actividad en la cual me he venido involucrando en los últimos tiempos, le brindaron a nuestro país personajes de la talla de don Federico Hernández de León y don Clemente Marroquín Rojas, especialmente.
Ya desde hace casi dos siglos tuvimos famosos periodistas, como los próceres Pedro Molina, Francisco Barrundia o José Cecilio del Valle, pero la labor de ellos todavía adolecía de verse coartada por la excesiva influencia de los vaivenes del poder, especialmente en aquellos tiempos de franca rivalidad entre las fracciones conservadoras y liberales que finalizaron por dividir Centroamérica.
Todavía durante la dictadura ubiquista, entre los años 30’s y 40’s del siglo XX, se dieron cierres de medios por esa causa (la misma que, dicho sea de paso, le achacan a Vinicio Cerezo con el cierre de “Aquí el Mundo”, uno de los primeros telenoticiarios del país, a finales de los 1980’s), pero fue con las actitudes valientes y decididas a correr riesgos, especialmente de Marroquín Rojas, padre de Marroquín Milla, que esa situación no sólo fue cambiando poco a poco sino fortaleciéndose, fincándose, de manera que hoy todos gozamos de una prensa independiente que busca, encuentra, informa, opina y es capaz de producir cambios o renuncias de funcionarios, para bien o para mal.
Se atribuye a Cicerón, el famoso tribuno romano, haber dicho alguna vez que no hay hombre de nación alguna que, habiendo tomado por guía a la naturaleza, no pueda llegar a la verdad.
Los patricios guatemaltecos del periodismo llevaron en sus venas, en su naturaleza, el ser cronistas de acontecimientos y, quién sabe, pueda ser que muchas verdades del acontecer nacional han salido y salen a la luz por los riesgos que se corrieron y que todavía se corren al investigar, al opinar, al hablar con su verdad.
No conocí a don Oscar, pero sirvan estas letras un poco de tributo, otro poco de agradecimiento, por ese grano de arena en la búsqueda de la verdad, en la promoción de hechos buenos y malos que conforman nuestro acontecer, nuestra historia; labor cansada, mal retribuida y sin descanso que nos permite a otros enterarnos, fincar posiciones y expresarnos con mayor propiedad que en el limbo de la ignorancia que muchas veces las autoridades quisieran para nosotros.
Un respetuoso saludo a toda la familia de don Oscar, quienes han de estar tristes por su partida pero satisfechos de saber que se fue habiendo cumplido con su tarea y orgullosos de llevar su apellido.
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