viernes, 4 de mayo de 2012

LA VALENTÍA Y CLARIDAD DE IDEAS DE FELIPE LARRAIN, MINISTRO DE HACIENDA DE CHILE

Tengo muchos años de no verlo, pero recuerdo perfectamente cuándo fue la última vez que lo vi.  Coincidimos en el aeropuerto de Miami; él iba hacia Chile y yo regresaba a Guatemala.

Conocí a Felipe Larrain, mientras quien escribe fungía como Director por Guatemala del Banco Centroamericano de Integración Económica, BCIE, en donde comenzó a reunirse el grupo que inició el Programa Nacional de Competitividad, PRONACOM, en Guatemala; él era un profesor de la Universidad de Harvard que, junto al Instituto Centroamericano de Administración de Empresas, INCAE, con recursos del BCIE, coadyuvaban a darle una dirección a la discusión, cuando todavía se trataba de identificar los diferentes "clusters" que le convenían al país.

Posteriormente lo vi, nuevamente, con ocasión de un seminario de una semana de duración, en las instalaciones del Centro Kennedy de la Universidad de Harvard, acerca de los diferentes sistemas latinoamericanos de administrar la salud y la seguridad social.

Anoche tuve la ocasión de escucharlo en el canal de la televisión chilena, en medio del debate de una reforma fiscal y tributaria que se pretende llevar a cabo en Chile.

Fue grato escuchar la claridad de sus ideas, pero más grato que escucharlo es comprender la visión de largo plazo que, con las reformas que se pretenden, tiene en mente, especialmente cuando habló, dentro de todo el contexto de la entrevista, del manejo del salario mínimo, pues sus declaraciones denotan lo que hemos venido diciendo en este espacio (http://politicaysentidocomun.blogspot.com/2012/01/la-ciudad-de-guatemala-y-el-indice-de.html), acerca del daño que una elevación desconsiderada del mismo le hace a los trabajadores que en ese momento están desempleados pero, especialmente, a los jóvenes que requieren un tratamiento especial para que los contraten, aún cuando hay que pagarles para que aprendan a trabajar.

Según recuerdo de sus explicaciones, más que subir el salario mínimo, lo que están tratando de hacer en Chile (y lo están logrando, por las cifras que mencionó), es bajar los niveles de inflación (el año pasado fue de 4.4% y este año la van logrando bajar al 3.8%), pues está más en el interés del gobierno elevar el nivel adquisitivo de los trabajadores que optar por lo más sencillo, no luchar por los otros indicadores y simplemente subir el salario mínimo año con año.

Para las grandes masas de votantes todo esto puede parecer difícil de entender, aunque con el tiempo se vaya viendo que es mejor para toda la economía que haya menos desempleados y más personas consumiendo y contratando servicios; de ahí que sea valiente defender una política que contiene todo el sentido común del mundo, en lugar del consabido populismo que tan mal pega en América Latina como en las sociedades acostumbradas a que sus ciudadanos pongan la mano y se cuelguen del "Estado Bienestar" (éste será tema aparte).

No sólo le deseo éxito a Felipe en su gestión, sino específicamente en el tema que ahora abordamos.  Por funcionarios como él, preparados, con visión y sin pena de decir las cosas como las cree y las entiende, es que Chile no ha dejado de ser uno de los países cuya economía más ha crecido, en términos porcentuales, en América Latina, si no es que está por encima del gigante Brasil.

Será  interesante que las ideas que hemos expresado en este espacio durante tanto tiempo, alrededor de la falta de sentido común que consiste subir el salario mínimo sin darle más pensamiento, cuente, ahora, con un ejempo palpable de que, así, las cosas funcionan mejor para todos.

De ahí a convencer a los responsables de este tipo de políticas, será previsiblemente más fácil.

La juventud chilena probablemente no caerá en cuenta del beneficio que es vivir en una sociedad gobernada por personas conscientes del daño o beneficio que una decisión errónea puede inferir para ellos.  Es igual a la inversa: nuestra juventud vive agradecida con los gobernantes y equivocados asesores que suben, cada vez más el salario mínimo, aunque nunca encuentren un patrono dispuesto a pagarles esas cada vez más elevadas cargas por enseñarles a trabajar.

Como dicen en buen chapín: ¡Bien piscinas pero con tennis!

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