La Política de Desarrollo Rural, con la implementación de la
nueva Ley y la puesta en marcha del flamante Ministerio de Desarrollo, las
dudas con respecto a la legalidad o inconstitucionalidad, funcionalidad y utilidad, no sólo persisten
sino que se agudizan en la medida que nada parece cambiar en el campo y se
convierte en un tema de actualidad (http://politicaysentidocomun.blogspot.com/2010/01/la-administracion-de-tierras-la.html).
Hay dudas acerca de que la decisión política, el acuerdo
para establecer el Ministerio, que ya denunciáramos que sólo ocasionará más
burocracia y, por ende, más gasto al Estado en detrimento de la inversión real (http://politicaysentidocomun.blogspot.com/search?q=desarrollo), haya sido la adecuada, y el retraso en la implementación técnica acompañada de
la falta de fortalecimiento presupuestario, ocasionarán, en la medida que el
tiempo de este gobierno avance, una relación proporcional entre expectativas y
frustraciones, lo que puede dar lugar, en un futuro, a mayores presiones
sociales.
Como nosotros vemos, la solución al problema agrario en
Guatemala no está en la creación de más burocracia o de la simple búsqueda de
articulación de políticas públicas en el campo, sino en una fuerte, consistente
y prolongada inversión en educación que, a la larga, mediante el esfuerzo de
por lo menos dos o tres generaciones, produzca individuos que no pujen por un
pedazo de tierra para subsistir, sino crezcan dentro de la industria del
conocimiento, del desarrollo de nuevas tecnologías o de la prestación de una
variedad de servicios especializados que le provean, a las grandes mayorías hoy
desposeídas, de oportunidades de trabajo, de desarrollo personal y de ingresos
que en este momento no son capaces de soñar, siquiera.
La presión por la tierra, en otros países y otras latitudes,
fue parecida a la que hoy vivimos en Guatemala; el centro y el Oeste de lo que
hoy es Estados Unidos de América fue conquistado, poblado y “civilizado” por la
presión que mucha gente recién llegada a los centros urbanos del Este, ejercía
sobre la tierra; sin embargo, desde entonces, hace poco más de cien años, para
ahora, la población de ha casi centuplicado, pero la presión por la tierra no
es un problema en ese país porque las grandes mayorías están más vinculadas a
las industrias, sean manufactureras, sean de servicios.
Se hace necesaria muchísima inversión en el campo
guatemalteco para que haya fuentes de trabajo en el interior, pero se le hace
la guerra, casi discriminadamente (porque hay proyectos dañinos y otros que no
lo son), a prácticamente cualquier inversión que trate de llegar.
La justificación que algunos nuevos generadores de opinión
arguyen es que la visión alrededor de esos proyectos es la de las oligarquías y
de los extranjeros, pero que no es la de los pueblos originarios, lo cual no
puede ser generalizado, pues conocemos de algunas comunidades indígenas que no
sólo entienden lo que, por ejemplo, un proyecto hidroeléctrico significa en su
entorno en cuanto a creación de empleo y de nuevas oportunidades de inversión
con tan solo contar con una fuente confiable de energía, sino sus líderes trabajan
en sus respectivas comunidades y hacia afuera, en búsqueda del tan ansiado
capital para desarrollar este o aquél proyecto.
Es la educación consistente, acompañada de muchos más
proyectos para desarrollar el agro lo que, finalmente, debiera llevarnos a
convertir Guatemala en un país en vías de industrializarse y, así, salir de la
pobreza, es decir, ya no más política de gobierno sino Política de Estado, que trascienda la duración de varios gobiernos.
Comencemos por ver los casos de la gente más rica del mundo.
¿Acaso Bill Gates, de Microsoft, Carlos Slim con sus empresas de telefonía, o
Mark Zuckerberg, uno de los fundadores de Facebook, hicieron sus respectivas
fortunas a partir del elemento tierra?
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