Guatemala ha producido grandes valores para la humanidad,
dentro de los cuales podemos citar, sin lugar a dudas, a Rosalina Tuyuc, una
mujer que vivió y sobrevivió el conflicto armado interno y, sufrida como muchas
mujeres que experimentaron circunstancias similares, surgió del campo y asumió
un verdadero liderazgo, de los de buen sentido en medio de una agenda por demás
difícil, especialmente por el peso de los estigmas en contra de las propuestas
provenientes del campo frente a la ciudadanía urbana, a su condición de mujer y
de indígena, y por la ideologización que, de toda posición, hace un grupo o el
otro.
Sus días de diputada compartiendo sus obligaciones de madre,
con naturalidad, la terminaron de formar; su crecimiento como mujer y como
persona la hacen uno de esos raros espíritus cuya voz es escuchada,
especialmente, por lo que se ve, en el extranjero.
La sonrisa que nos transmite en todas las fotografías, ahora
que ha regresado a su país procedente de Japón, donde fue galardonada
nuevamente por su consistente trayectoria a favor de la Paz (sí, con
mayúscula), es fiel reflejo del anhelo de felicidad que ese pueblo al que
pertenece, añora.
Ojalá todo esto sea un preámbulo para que, en el futuro, se
le considere como una fuerte candidata al Premio Nobel de la Paz. ¡La Paz del mundo se merece una Rosalina
Tuyuc!
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