viernes, 18 de mayo de 2012

UNO AMABA SU TRABAJO; OTRO, A SOLOLÁ; EL OTRO EL ARTE Y LA MÚSICA


Es sorprendente cómo puede uno conocer personas tan variadas en esta vida.

Es la trascendencia hacia otros planos de algunas gentes lo que me motiva a expresar algunas cavilaciones al respecto.

Don Felipe Sajvín fue nuestro panadero.  Apenas lo conocí pues dejaba el milenario alimento antes de las 6 de la mañana, pero lo vi algunas veces cuando, de madrugada, salía a caminar, en su pickupito rojo, destartalado, que el último día se le descompuso y, al meterse debajo a tratar de arreglarlo, se le vino encima y, siendo un anciano, expiró bajo el peso de su vehículo.

Lo traigo a cuenta porque es el perfecto representativo de la naturaleza del guatemalteco: madrugador, trabajador, cumplidor, responsable.  Mes y medio después de su partida habría cumplido 20 años de servirnos sin una sola falla, y la sola ausencia de su producto, un día, fue indicio suficiente de que algo malo le había pasado.

Otra persona que se fue, con quien compartimos charlas indescriptibles, fue don Rafael Téllez García, un amante verdadero de su terruño, Sololá (aunque a lo lejos recuerdo que me pudo haber contado que nació en San Juan Sacatepéquez).  De los políticos guatemaltecos, que en estos casi 25 años hemos conocido muchos, es Rafa Téllez, quizás, el más vivaz e ingenioso, el más conocedor de la idiosincrasia de su pueblo y el más “chispudo”, término que en Guatemala aplicamos a la gente que tiene de respuesta la mejor ocurrencia, inmediatamente, ante cualquier circunstancia.

Las “Crónicas” que dejó escritas en tres tomos dan una idea de las discusiones que los Diputados Constituyentes tuvieron para conformar nuestra actual Constitución Política, tanto en el edificio del Congreso de la República, donde funcionaba, como en reuniones privadas en donde se cabildeaban algunos temas.

Por último, deseo referirme a un gran artista, Leonel Flores, a quien conocí en Panajachel, Sololá, en octubre de 1991, en una Reunión Previa a la instalación del Parlamento Centroamericano en donde él fungió como técnico de sonido.  Hicimos buena amistad, al grado de regresar juntos en su pick up Datsun 1200, celeste, sin saber todavía que era un genio musical, que tenía un grupo que se llamaba Terracota en el cual tocaba, producía, componía, era su diseñador de efectos especiales, coreógrafo y fundador.

En una actividad posterior en que presentamos a una diva del canto de origen griego que ha grabado unos 400 discos en más de nueve idiomas, por no decir nombres, dentro de la faceta de Promotor del Arte, propusimos que Terracota abriera el evento y así fue.  El éxito del grupo local fue tan grande y el aplauso tan largo y apoteósico, que la diva montó en cólera y retrasó su salida como media hora más, seguramente molesta de que un grupo nacional de un país pequeño provocara reacciones en el público que sólo para ella quería.  ¡Quién sabe!

En fin, el éter es ahora su morada, y siendo gentes tan distintas y sin conocerse entre sí, lo que hicieron en vida lo hicieron con pasión, responsabilidad, amor y persistencia, logrando en sus diferentes oficios y profesiones un grado de excelencia que hoy, a manera de tributo y despedida, nos atrevemos a invitarlos, donde estén, a que se conozcan y, desde ese plano, nos ayuden a inspirarnos en nuestras labores y nos contagien el amor que sintieron, cada quien, por lo que fueron y lo que hicieron.

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