El mundo tiene algunos años de venir enfrentando una crisis
que, en su evolución, primero fue financiera, luego económicamente generalizada
y ahora vuelve a dar un nuevo latigazo financiero, especialmente en España que,
con la quiebra del Banco Bankia, viene a poner en evidencia la enorme carga
que, sobre las finanzas de los bancos de Estados Unidos de América y de Europa,
tuvo y sigue teniendo, en un lado la burbuja inmobiliaria, en el otro, lo
mismo, sólo que denominado el “peso del ladrillo” (la reciente pérdida de 2
millardos de dólares de Estados Unidos, por parte de JP Morgan, es un tanto
distinta).
En una entrega anterior (http://politicaysentidocomun.blogspot.com/2010/01/la-burbuja-inmobiliaria-la-crisis.html)
tratamos de explicar cómo es que a Centroamérica, dentro de esa crisis mundial,
protegidos por la Normativa de Basilea que nuestros acreedores extranjeros nos exigían,
nos iba mejor, pues el cumplimiento de estas exigencias y parámetros, que ellos
utilizaban para establecer si nuestros bancos eran sanos o no para prestarnos
dinero, a la larga nos protegió.
Sin embargo, al observar la debacle de los bancos
estadounidenses y de la mayoría de bancos europeos, incluyendo los alemanes,
que son los más interesados en que Grecia (http://politicaysentidocomun.blogspot.com/2010/05/el-efecto-papandreu-bomba-de-tiempo.html), España, Italia y Portugal les puedan
pagar las enormes sumas de dinero que les deben, podemos prácticamente
concluir que Basilea fue creada sólo para los bancos de los países “en vías de
desarrollo”, no para los bancos de los países industrializados, de esos que
integran el G-8 y hasta el G-20. ¿No es
esto equivalente a hipocresía?
Luego, se supone que los bancos, en todos los países del
mundo, son entidades debidamente supervisadas, tomando en cuenta especialmente
que son las instituciones en donde miles de millones de personas confían su
dinero, pero la supervisión, aún asumiendo que no tenían reglas claras internas
para hacerlo, pudiendo suplir estas con los índices que exige la normativa de
las reuniones de Basilea, parece ser inexistente. ¿No es esto equivalente, también, a
hipocresía?
Ahora bien, lo que constituye el colmo de la hipocresía es
la actitud o el proceder de las grandes calificadoras de riesgo (Moodys,
Standard & Poors, etc.) que, como tales, no fueron capaces de advertir
riesgo alguno, ¡ninguna de éllas! Ni con
la precipitada caída de los bancos, ni con las situaciones que, una por una, se
vinieron dando en Grecia, España, Italia y Portugal, aún cuando los procesos
que se agudizaron y provocaron los diferentes problemas de liquidez, en cada
país, son tan largos que han durado décadas, a la vista de todos, criticables y
objetables por unos y aplaudidos y defendidos por otros, pero a la luz del día,
y ellas no pudieron predecir, con los datos que contaban, absolutamente nada.
Es más, no sólo fueron totalmente incapaces de advertir de
riesgo alguno, que es su objetivo principal, sino participaron de las jugosas
tajadas de pastel de todos los negocios que, a nivel global, fueron parte de la
burbuja que les reventó en la cara.
Nunca hemos visto un reportaje que incluya un análisis de la cantidad de
dinero que las calificadoras de riesgo se embuchan en un año normal y cuál es
su responsabilidad (que debería estarse deduciéndoseles) en los problemas que,
por su falta de visión, de previsión o su connivencia, se vienen dando en
muchísimas economías, y la catástrofe que ha significado para millones de
familias en el mundo que se han quedado sin nadie que produzca por falta de
trabajo.
Eso sí, después de cada “reatazo” que dan los bancos, o los
tumbos y traspiés de las diferentes economías, ahí van ellas, al unísono,
rebajándole el grado de calificación al banco que ya tronó o al país en
problemas, y subiéndoles el nivel de la prima de riesgo. ¡Después del trueno: Jesús, María!
¿Habrá alguno de los Premios Nobel de Economía, que casi
todos escriben, lo hacen muy bien y son leídos y respetados en todo el mundo,
que haya pedido que se revise, siquiera, el papel que juegan las Calificadoras
de Riesgo?
Si el riesgo no se establece y mide por anticipado, ¿de qué
sirve cualquier comentario posterior? ¿Cuánto cobran por hacerle al mundo este
jueguito de “calificar” un riesgo que nunca ven antes del “porrazo”?
En nombre de los desempleados del mundo (que nunca hemos
entendido por qué en España les denominan “parados”), sólo hacemos ver que los
que debieran ceder su espacio son todas aquellas personas que, involucradas en
la responsabilidad de prever un riesgo, tan delicado como el funcionamiento de
la banca a nivel global, no le atinen, jamás, a un pronóstico; y contrario a lo
que debiera ser su trabajo, le “tapan el ojo al macho” con medidas posteriores
para justificar su sueldo y hacernos creer que así debieran ser las cosas.
Con Calificadoras de Riesgo y políticos hipócritas que, a
sabiendas, les permiten seguir actuando así, lo que falta del siglo XXI promete
ser más riesgoso que nunca, en términos financieros, por el enorme efecto que
estas instituciones crean por su alto nivel de globalización.
Dejémonos ya de hipocresías y, a sabiendas que ganan cientos
o miles de millones al año, exijámosles que hagan su trabajo con niveles de
excelencia. ¡Este mundo bien se lo merece!
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