martes, 15 de mayo de 2012

LA HIPOCRESÍA DE LA BANCA MUNDIAL, DE LOS SUPERVISORES BANCARIOS Y DE LAS CALIFICADORAS DE RIESGO


El mundo tiene algunos años de venir enfrentando una crisis que, en su evolución, primero fue financiera, luego económicamente generalizada y ahora vuelve a dar un nuevo latigazo financiero, especialmente en España que, con la quiebra del Banco Bankia, viene a poner en evidencia la enorme carga que, sobre las finanzas de los bancos de Estados Unidos de América y de Europa, tuvo y sigue teniendo, en un lado la burbuja inmobiliaria, en el otro, lo mismo, sólo que denominado el “peso del ladrillo” (la reciente pérdida de 2 millardos de dólares de Estados Unidos, por parte de JP Morgan, es un tanto distinta).

En una entrega anterior (http://politicaysentidocomun.blogspot.com/2010/01/la-burbuja-inmobiliaria-la-crisis.html) tratamos de explicar cómo es que a Centroamérica, dentro de esa crisis mundial, protegidos por la Normativa de Basilea que nuestros acreedores extranjeros nos exigían, nos iba mejor, pues el cumplimiento de estas exigencias y parámetros, que ellos utilizaban para establecer si nuestros bancos eran sanos o no para prestarnos dinero, a la larga nos protegió.

Sin embargo, al observar la debacle de los bancos estadounidenses y de la mayoría de bancos europeos, incluyendo los alemanes, que son los más interesados en que Grecia (http://politicaysentidocomun.blogspot.com/2010/05/el-efecto-papandreu-bomba-de-tiempo.html), España, Italia y Portugal les puedan pagar las enormes sumas de dinero que les deben, podemos prácticamente concluir que Basilea fue creada sólo para los bancos de los países “en vías de desarrollo”, no para los bancos de los países industrializados, de esos que integran el G-8 y hasta el G-20.   ¿No es esto equivalente a hipocresía?

Luego, se supone que los bancos, en todos los países del mundo, son entidades debidamente supervisadas, tomando en cuenta especialmente que son las instituciones en donde miles de millones de personas confían su dinero, pero la supervisión, aún asumiendo que no tenían reglas claras internas para hacerlo, pudiendo suplir estas con los índices que exige la normativa de las reuniones de Basilea, parece ser inexistente.  ¿No es esto equivalente, también, a hipocresía?

Ahora bien, lo que constituye el colmo de la hipocresía es la actitud o el proceder de las grandes calificadoras de riesgo (Moodys, Standard & Poors, etc.) que, como tales, no fueron capaces de advertir riesgo alguno, ¡ninguna de éllas!  Ni con la precipitada caída de los bancos, ni con las situaciones que, una por una, se vinieron dando en Grecia, España, Italia y Portugal, aún cuando los procesos que se agudizaron y provocaron los diferentes problemas de liquidez, en cada país, son tan largos que han durado décadas, a la vista de todos, criticables y objetables por unos y aplaudidos y defendidos por otros, pero a la luz del día, y ellas no pudieron predecir, con los datos que contaban, absolutamente nada.

Es más, no sólo fueron totalmente incapaces de advertir de riesgo alguno, que es su objetivo principal, sino participaron de las jugosas tajadas de pastel de todos los negocios que, a nivel global, fueron parte de la burbuja que les reventó en la cara.  Nunca hemos visto un reportaje que incluya un análisis de la cantidad de dinero que las calificadoras de riesgo se embuchan en un año normal y cuál es su responsabilidad (que debería estarse deduciéndoseles) en los problemas que, por su falta de visión, de previsión o su connivencia, se vienen dando en muchísimas economías, y la catástrofe que ha significado para millones de familias en el mundo que se han quedado sin nadie que produzca por falta de trabajo.

Eso sí, después de cada “reatazo” que dan los bancos, o los tumbos y traspiés de las diferentes economías, ahí van ellas, al unísono, rebajándole el grado de calificación al banco que ya tronó o al país en problemas, y subiéndoles el nivel de la prima de riesgo.  ¡Después del trueno: Jesús, María!

¿Habrá alguno de los Premios Nobel de Economía, que casi todos escriben, lo hacen muy bien y son leídos y respetados en todo el mundo, que haya pedido que se revise, siquiera, el papel que juegan las Calificadoras de Riesgo?

Si el riesgo no se establece y mide por anticipado, ¿de qué sirve cualquier comentario posterior? ¿Cuánto cobran por hacerle al mundo este jueguito de “calificar” un riesgo que nunca ven antes del “porrazo”?
En nombre de los desempleados del mundo (que nunca hemos entendido por qué en España les denominan “parados”), sólo hacemos ver que los que debieran ceder su espacio son todas aquellas personas que, involucradas en la responsabilidad de prever un riesgo, tan delicado como el funcionamiento de la banca a nivel global, no le atinen, jamás, a un pronóstico; y contrario a lo que debiera ser su trabajo, le “tapan el ojo al macho” con medidas posteriores para justificar su sueldo y hacernos creer que así debieran ser las cosas.

Con Calificadoras de Riesgo y políticos hipócritas que, a sabiendas, les permiten seguir actuando así, lo que falta del siglo XXI promete ser más riesgoso que nunca, en términos financieros, por el enorme efecto que estas instituciones crean por su alto nivel de globalización.

Dejémonos ya de hipocresías y, a sabiendas que ganan cientos o miles de millones al año, exijámosles que hagan su trabajo con niveles de excelencia.  ¡Este mundo bien se lo merece! 

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