La juventud de todos los países tiende a ser la menos consciente de la importancia que tiene, para la calidad de vida del conjunto de la sociedad, su participación política.
Los políticos tradicionales, tradicionalmente malos y consistentemente nefastos para el desarrollo de los países, le apuestan a la indiferencia de la juventud para tomar el poder y, ya aferrados a él, continuar devastando instituciones, presupuestos y aspiraciones por tener, todos, un mejor país.
¡Despierta, juventud! Los procesos políticos no son equiparables a un partido de fútbol que se espera porque se sabe cuándo es, para observarlo desde lejos. Esa actitud puede afectarnos todo un período presidencial más, como ha sido en el pasado.
Es ahora que tu nación te necesita. ¡Y ese ahora tiene carácter permanente! Si la patria se abandona no navegará a la deriva en un océano de santa paz, sino caerá en las garras de quienes hoy aspiran a depredarla. Con tan sólo ver de quiénes son las pintas de piedras, rótulos, puentes, barandas y árboles en la carretera se pueden identificar.
No puede uno quejarse a medio camino si, cuando ha habido oportunidad, no se aprovecha para tratar de encausar el rumbo de quienes pretenden gobernarnos, por desidia, por pereza, por lo que sea.
Una juventud comprometida con las cosas públicas de su país seguramente tendrá un más provechoso porvenir.
El poder de la juventud organizada es su voto, y lo ha venido desperdiciando, pero hoy está a tiempo de cambiar las cosas, dándole la espalda a los mentirosos y farsantes y apoyando opciones políticas más serias.
Además, se requiere la formación de un gran semillero para tener los candidatos y los funcionarios serios del mañana. La participación de la juventud, por donde se vea, es ganadora.
Volvemos a insistir: ¡¡Despierta, juventud!!
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