miércoles, 9 de abril de 2014

LA FRAGMENTACIÓN DEL PODER EN EL TRANSCURSO DEL TIEMPO

     Empezamos a tener noción de la actividad política y social del país desde que, siendo trasladados al colegio donde cursábamos párvulos, jugábamos trocitos y en el arenero, resultamos metidos en medio de una manifestación estudiantil violenta en contra del entonces Presidente de la República, Miguel Ydígoras Fuentes, aunque éramos demasiado jóvenes como para recordar su gobierno.

     Sin embargo, sí tenemos la suficiente edad como para recordar el desempeño de los gobiernos, desde el de Julio César Méndez Montenegro, hasta el actual, que son 12 Presidentes y un Jefe de Estado (aunque se haya auto proclamado Presidente), bajo el amparo de dos diferentes Constituciones de la República, la de 1965 y la de 1985.

     Hemos notado que casi siempre tiende a analizarse algún asunto en un momento dado, estáticamente, pero nuestra tendencia, durante años, ha sido la de tratar de ver la dinámica de las cosas, es decir, de dónde vienen, cómo han estado en determinado momento, en qué están en el momento de estudio y, lo que es más interesante, tratar de predecir, conforme a la tendencia que vemos, hacia dónde nos llevará en el futuro o qué podemos esperar, para prever o para promover los cambios necesarios para que las cosas vayan por el rumbo que deseamos.

     En el tema del ejercicio del poder, lo que hemos visualizado durante estas décadas observando y, últimamente, analizando, es una fragmentación del mismo.

     La separación de poderes que alguna vez inspirara Montesquieu en un libro publicado en Ginebra a mediados del siglo XVIII, El Espíritu de las Leyes (y que luego desarrollaran innumerables autores), dio el fundamento filosófico para que, al estallar la Revolución Francesa, en 1789, comenzase a tener aplicación práctica.

     La influencia de esas ideas en la América Hispana fue inmensa, y también comenzaron a tener aplicación a raíz de los procesos de independencia y la conformación de las nuevas repúblicas americanas con sus característicos tres organismos.

     Sin embargo, el peso del presidencialismo durante más de siglo y medio de vida independiente dio margen a que, poco a poco, comenzase un proceso de "desmantelamiento", por decirlo de alguna manera, de ese inmenso poder que llegaron a tener presidentes de antaño.

     No hablamos de un simple proceso de descentralización o de desconcentración, que suelen verse desde el ámbito puramente administrativo, sino de cortarle posibilidades de ejercicio de poder real al Organismo Ejecutivo, especialmente.

     Con el advenimiento de la nueva Constitución Política de la República de Guatemala promulgada en 1985, este proceso se acentúa: para que ya no haya más fraudes electorales como el que provocó el Golpe de Estado del 23 de marzo de 1982 y se crea un ente autónomo a cargo de dichos procesos, el Tribunal Supremo Electoral, TSE; para que no haya influencia del Presidente de la República en el tema de la persecución penal, se crea el Ministerio Público, MP, como un ente autónomo donde el poder del primero, en teoría, se limita al nombramiento del Fiscal General y Jefe del mismo.

     Otra manera de frenar la discrecionalidad del Presidente fue la creación del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano y Rural, en donde el primero sigue teniendo gran peso, pero tiene que hacerse acompañar en la toma de decisiones por los demás miembros del mismo.

     La creación de la Corte de Constitucionalidad no la vemos como un acto deliberado para limitar el ejercicio del poder del mandatario, pero en la práctica sí ha salvado al país de algunas ilegalidades que alguno de los ex Presidentes han tratado de cometer en su ejercicio, como el intento de anular al Congreso de la República y a la Corte Suprema de Justicia por el ingeniero Jorge Serrano Elías, en 1993.

     Tampoco creemos que sea el caso de la Procuraduría de los Derechos Humanos, PDH, como tampoco lo fue, en un principio (posteriormente, en 1998), la creación de la Superintendencia de Administración Tributaria, SAT, pero de hecho, esta última sí ha venido a limitar la capacidad presidencial de ejercer poder, y una muestra de ello es el pulso que, recientemente, se llevó a cabo entre Ministro de Finanzas y Superintendente, donde los dos fueron perdedores, el segundo por verse obligado a renunciar originalmente, el primero por tener que hacerlo después al demostrarse, mediante números reales, que el superintendente siempre había tenido la razón.

     No escapa a este análisis el caso de las Universidades del país, que en un sano intento por despolitizar procesos de elección a cargos importantes o las mismas instituciones, las involucraron, de manera que unos y otras no se despolitizaron, pero sí convirtieron a la academia en nuevos campos del ejercicio político, lo cual, estimamos, no le trajo un beneficio concreto al país.  Dentro de estos cambios se vieron especialmente afectadas las Facultades de Derecho, al grado que es conocido que algunas Universidades crearos su Facultad solamente por tener derecho de participar en algo que, indudablemente, han de ver como un rico pastel.

     Emitir más juicios de valor con respecto a lo positivo o negativo de lo que ha sucedido con la limitación del ejercicio del poder y a su proceso de fragmentación, es difícil y requeriría análisis menos superficiales que el presente, pero baste ver la trampa en la que se ha convertido la posibilidad de llevar obra a donde se requiere, en el interior del país, para darnos cuenta que el proceso de desconcentración de poder merece, al menos, que se revise.

     Dwight Eisenhower, el general que luchó y ganó durante la Segunda Guerra Mundial, quien después fue Presidente de Estados Unidos de 1953 a 1961, todavía es recordado porque fue capaz de hacer la mayoría de la red de autopistas de ese enorme país en 4 años.  Si no hubiese tenido la capacidad de ejercer poder, es seguro que no lo habría podido hacer.  Estamos hablando de una obra monumental de decenas de miles de kilómetros de carreteras de varios carriles de ancho, lo que le permite hoy a Estados Unidos, con todo y que tiene un inmenso territorio, a que todo centro productivo tenga acceso de autopista a no más de 3 millas de distancia (menos de 5 kilómetros).

     Lo que sucede, en todo caso, es que la fragmentación del poder, en teoría, parece ser algo que todos debiéramos apoyar, pero como todo en la vida, ocasiona consecuencias, y a veces es bueno saber que la gran pobreza, la extrema pobreza que no suele vivirse por los ciudadanos de los centros urbanos, está detrás de la loma que nos produce bienestar porque en un paseo vemos un bello paisaje, y que ese gran sector de población espera respuestas rápidas, oportunas, muchas veces para sobrevivir en este planeta, y la tendencia de la toma de decisiones en cuerpos colegiados es a discutirlas mucho, a posponerlas sin que en esto haya realmente malicia, y si terminan los períodos de nombramiento, a que lleguen otras personas, sus relevos, a enterarse de lo que pasa y que la decisión de fondo para poner manos a la obra su vuelva a retardar o nunca se tome, por mucho que el presidente insista.

     Los presidentes, muchas veces, han tenido la culpa de esta tendencia a fragmentar, porque han abusado del poder que se les ha confiado, pero así como ponemos el ejemplo de este ex presidente estadounidense, vemos con idealismo puro que a Guatemala ha de llegar un presidente cuyo ejercicio de poder sea sano y cuyas decisiones sean en favor de los más necesitados, con sensación de urgencia, pues no se trata sólo de generaciones de guatemaltecos que pierden la oportunidad de educarse o de capacitarse para triunfar en la vida; muchas veces son decisiones que pueden salvar vidas de niños, de mujeres, de ancianos.

     El poder de los líderes tribales de hace miles de años, como el de los de las primeras Ciudades-Estado de Grecia o de las primeras Repúblicas ahí o en la península itálica, se hizo para ejercerlo, y normalmente fue efectivamente ejercido conforme a su respectiva época y en beneficio de los representados.  Nuestros líderes fallaron muchas veces en el camino.  ¡Pero habrá de venir un mandatario con un renovado estilo, con principios y valores, que demuestre lo contrario!




No hay comentarios:

Publicar un comentario