La falta de transparencia suele achacársele únicamente a algún político de turno, pero gran parte de la responsabilidad recae, también, en los electores.
Hay indicios claros de que un candidato, al obtener el favor del elector, será más o menos transparente.
De un candidato que haya baleado y matado a varias personas en una borrachera, en un país vecino, no es mucho lo que pudiera esperarse a nivel de principios.
Igual se puede decir de quien llega al proceso de elección en libertad bajo fianza, sujeto a un proceso por lavado de fondos en otra institución del Estado.
¿Y qué se puede decir del candidato que, ante el descubrimiento de que la empresa que se quedó con más de ochenta millones de quetzales del Congreso de la República le pagó con un cheque lo que podría interpretarse como una comisión, se lava las manos diciendo que era el desembolso de un préstamo?
Cuando un candidato ha recorrido varios partidos políticos buscando "hueso", ¿es bueno o malo lo que deba esperarse de su gestión, si es votado?
Los electores, pues, tienen gran responsabilidad en haber llevado a ocupar puestos importantes a candidatos que daban señales de lo que iban a llegar a hacer. De ahí que, estando a tiempo de enterarse y de ver quién es quién, que sirvan las letras de este ensayo para estimular a la gran masa de ciudadanos que, en su bondad o ingenuidad, depositan su confianza en los candidatos que los llegan a buscar y a pedirles el voto.
La ciudadanía electora deben estar consciente del papel que juega y de la importancia de no darle el voto ni a los payasos, ni a los farsantes, ni a las personas que los llegan a buscar pero tienen un pasado deshonroso o poco claro.
La educación cívica ciudadana es fundamental para que mejore la transparencia de nuestras autoridades.
Ojalá, algún día, podamos decir que la ciudadanía responsable comparte los créditos de un buen gobierno porque supo escoger bien.
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