lunes, 28 de abril de 2014

LA GRANADERA, LA MÚSICA DE MARIMBA Y EL CULTO A LA PERSONALIDAD

     Dicen que "La Granadera", la marcha que tradicionalmente ha sido utilizada cuando ingresa a un recinto el pabellón nacional o el presidente de la República, fue un regalo que España le hizo a Guatemala.  Su autor permanece anónimo, y nos atrevemos a pensar que ese regalo tuvo que hacerse en el primer tercio del siglo XIX, pues dicha composición musical sirvió de himno de las Provincias Unidas del Centro de América y, al irse disolviendo poco a poco la Federación, los diferentes Estados siguieron utilizándola hasta que, de alguna manera, quedó enraizada a los actos protocolarios del estado de Guatemala, como quedó indicado al principio.

     El resto de países de Centroamérica lo consideraban, hasta hace poco, el Himno a Centroamérica, y en actos oficiales del Parlamento Centroamericano fue imponiéndose, poco a poco, el que compusieran para esos fines el autor musical Rafael Castillo y el poeta Rafael Arévalo Martínez.

     Hay dos excepciones a la utilización de "La Granadera" en actos oficiales guatemaltecos: una donde reinó la improvisación, en el acto de juramentación del presidente Ramiro de Leon Carpio, en que no tenían a mano una grabación ni de esta ni del Himno de Guatemala, por lo cual este último fue interpretado a capella.  La otra, deliberada, durante el gobierno de Álvaro Colom, en que se sustituyó la misma por la pieza "El Rey Quiché", del autor Jesús Castillo, nos parece.

     Nuestra experiencia viendo, oyendo y viviendo actos protocolarios es que, tanto la primera pieza como la segunda, fomentan el culto a la personalidad de los mandatarios, un lastre harto pesado del que debieran desprenderse nuestras autoridades. Si el gobierno de Álvaro Colom hubiese optado por cualquier otra pieza de nuestro repertorio vernáculo musical, podríamos pensar otra cosa, pero haber escogido un tema en donde la marimba es secundaria pues la melodía es de una flauta, con un referente a una de las realezas que hubo en nuestro territorio, solamente nos inclina a afirmar que lo hizo por el título, porque se sentía un rey o, por lo menos, aristocrático frente a los demás escuchas, sus súbditos en el supuesto imaginario.

     Los signos de los tiempos cambian, y en ese sentido debiera preservarse "La Granadera" para el ingreso, en solitario, de nuestro pabellón nacional, pues la pieza aludida es bella, apropiada para proporcionarle un marco de grandeza como corresponde a un símbolo patrio, mas no a una autoridad terrenal.

     El ingreso del presidente a algún acto debiera ser acompañado por una de tantas de nuestras bellas piezas de marimba, que simbolice el amor de sus hijos por la tierra que los vio nacer y la manera alegre que tienen los súbditos de esta gran nación para festejar la vida, por infortunadas que sean, en determinado momento, las circunstancias que se atraviesan.

     El repertorio nacional alcanza para que se use una pieza distinta cada semana, durante los cuatro años de mandato que tiene un Presidente de la República, sin repetir una pieza.

     Lo interesante de esta propuesta, aunque es a todas luces de forma, está en el fondo: debemos dejar atrás ese culto nefasto a la personalidad que tiende a envilecer el comportamiento de quien es tratado de esta manera.  Las autoridades son temporales y son nacidas del voto popular, no de la aristocracia.  

     Con cada pieza distinta de marimba que se use para enmarcar la llegada del mandatario a cualquier acto se engalana una actividad y se recuerda a todo el mundo que el acto es para beneficio de la comunidad, de la sociedad, y no una oportunidad para inflar el ego y contribuir a deformar el temperamento y a generar esa prepotencia que ha enfermado tanto a ediles y mandatarios.

     No encontramos algo mejor que la música de la marimba guatemalteca para hacer, de un acto oficial nuestro, ante todo, un acto cívico; de un acto presidido por una persona, un acto de los ciudadanos; de un acto donde se discuten cuestiones serias concernientes al buen gobierno, una fiesta para los electores y un culto a la ciudadanía y a su participación en los asuntos que son de todos, y no al revés.

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