Ayer domingo, 7 de febrero de 2,010, se celebraron elecciones generales en Costa Rica con total normalidad, pero lo que no es normal es el proceso político de ese país.
Costa Rica fue, durante bastante tiempo, un país eminentemente bipartidista. El poder se turnaba entre el Partido Liberación Nacional, PLN, y el Partido Unidad Social Cristiana, PUSC, ambos de centro izquierda.
El desgaste de ambos partidos, frente a la población, comenzó dando signos externos con el florecimiento de otros líderes externos, especialmente el fenómeno Ottón Solís, quien planteaba una tercería más apegada al centro derecha, lo cual ya, en las dos elecciones pasadas, cambió la composición de la Asamblea Legislativa.
Fue el descubrimiento de actos de corrupción, que llevaron eventualmente a la condena del ex-presidente Rafael Angel Calderón Forunier, por peculado, el hecho que terminó de romper el prolongado equilibrio bipartidista costarricense, ya que su partido, el PUSC, aunque compitió, quedó en cuarto lugar y sacó tan solo poco menos del 4% de los votos para Presidente de la República, y 6 de los 57 diputados de la Asamblea, es decir, poco menos del 11%, bastante por debajo del Movimiento Libertario de Otto Guevara.
La ganadora indiscutible de la elección, la Presidenta Electa Laura Chinchilla de Rico, una consultora del BID, del PNUD y de la AID, entre otros, especializada en temas de reforma judicial y policial y seguridad pública, que hasta finales de 2008 fue la Vicepresidenta de la República haciendo mancuerna con el Presidente Oscar Arias.
La señora Chinchilla de Rico se convirtió en candidata del PLN, el partido oficial, al ganarle la elección interna a Johnny Araya, quien ha sido Regidor, Ejecutivo Municipal y Alcalde de San José, la capital de Costa Rica.
Lo cierto es que, de dos partidos preponderantes, la elección de ayer fue de 6 partido políticos, de modo que el proceso democrático costarricense está cambiando para diversificar la oferta.
Una cosa queda en claro. En Costa Rica existe sensibilidad frente a la corrupción, y el partido político del Presidente Calderón recién pagó en las urnas las consecuencias de actos reñidos con la honradez. ¡Un poco de eso quisiéramos en Guatemala!
Falta ver que la nueva Presidenta, que llega a ejercer su mandato con un fuerte sesgo en el tema que más preocupa a los costarricenses, la seguridad, tenga una mejor comprensión del proceso de integración de la región y sus beneficios, y que si no está de acuerdo con alguna o algunas de sus instituciones, que tenga la claridad de ideas para luchar por su reforma, proceso en el cual, estoy seguro, encontraría muchos aliados para hacerlas funcionar más eficiente y transparentemnte.
¡Felicidades, Presidenta Chinchilla!
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