lunes, 8 de febrero de 2010

LA EXPOLIACIÓN POLÍTICA

Expoliar es despojar con violencia o con iniquidad, y esta última es una injusticia grande, una maldad, de modo que entendemos por expoliación política el despojo que se hace, de la cosa pública, con gran injusticia por parte del expoliador.

Frédéric Bastiat, un político y ensayista francés de la primera mitad del siglo XIX, en una obra magistral que denominó La Loi (La Ley), habla de varios tipos de expoliación; una, la castigada por la ley, como el robo, el hurto, el fraude, la estafa; otra, la amparada por la ley, que según su tésis atenta contra la persona, la libertad y la propiedad; distingue, además, la expoliación legal, que tiende a sistematizarse, de la ilegal.

Este autor tiene una claridad de ideas por encima del común de los mortales al tratar este tema. Señala que la propia ley puede convertirse en instrumento de expoliación, ya que el legislador, generalmente el beneficiario de la misma, busca de esa manera eximirse de la vergüenza de verse como expoliador, poniendo incluso todo un andamiaje de policías, jueces, magistrados y carceleros al servicio del expoliador, llegando al colmo, a veces, de convertir en criminal a la víctima de esa expoliación que pretende defenderse de este sistema.

En la sencillez de sus ideas nos indica que es muy fácil de identificar la expoliación: si la ley quita a unos lo que les pertenece, si le entrega a otros lo que no les pertenece, si ejecuta a favor de uno en detrimento de otro, algo está mal y hay que eliminarlo del andamiaje legal.

Hace más de 160 años tuvo la lucidez de advertirnos que, al encontrar leyes que permiten la expoliación, hay que ponerles remedio, ya que los hechos aislados se extienden, se multiplican y se hacen sistemáticos.

También se anticipó a observar que el beneficiario de la expoliación, al abrogarse la ley que lo permite, se alzaría en gritos, evocaría sus derechos adquiridos, diría que con esa acción se limita el crecimiento de la nación, que su nueva prosperidad incidirá en el bienestar del país a través de los generosos salarios que su nueva condición le permitirá pagar, sentenciando finalmente: "La expoliación legal se sistematiza precisamente cuando se sistematizan tales argumentos".

Toda la exposición de Bastiat está encaminada, doctrinariamente, a defender posiciones que consideró importantes pero que hoy no deseo resaltar. Baste decir, por el momento, que los últimos acontecimientos en los que el Presidente de la Corte Suprema de Justicia se ha visto envuelto, viajando a Brasil haciéndose acompañar de su secretaria con el pretexto de que no habla portugués y, encima, con invitación que cubría todos los gastos, pero sacándole viáticos a la partida correspondiente que, imagino, está bajo su misma responsabilidad, no han hecho sino hacerme recordar la palabra que tanto utilizara el político francés y que hoy dibuja, en un solo caso, lo que puede estar sucediendo en casi todas las esferas institucionales.

Por supuesto que considero que el dinero embolsado por concepto de hoteles y viáticos, media vez fueron cubiertos por la Corte Suprema Brasileña, deberá devolverlos; es decir, tanto él como élla. Pero eso no es suficiente.

Guatemala acaba de salir de un proceso de elección de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de las Cortes de Apelaciones amparado en la nueva Ley de Comisiones de Postulación que había sido engavetada y que finalmente pudo ser aprobada a raíz de la convulsión política y social que ocasionó la prematura muerte del abogado Rodrigo Rosenberg Marzano.

Hasta se dio el incidente de verse, el Congreso de la República, a raíz de un fallo de la Corte de Constitucionalidad, constreñido a dejar sin efecto los nombramientos, para Magistrados de la Corte Suprema, de tres abogados, y forzado a efectuar nueva elección, debido a las tachas que, aún no siendo constitutivas de delito, inhabilitaban para optar al cargo a los candidatos electos.

El asunto, ahora, es que la tacha se da en el ejercicio del cargo. El Magistrado Presidente de la Corte Suprema de Justicia debe ser un ejemplo de honradez para la sociedad para que, sin reproche alguno, pueda administrar justicia, pero desde el momento en que se ha aprobado a sí mismo y a su secretaria, viáticos por Q.129,000.00 cuando él mismo recibió la invitación con las condiciones de la misma y, además, es el beneficiario de tal expoliación, asumiendo que no hay absolutamente nada que decir de la compañía de la dama, aunque sí que un viaje de 3 días, más dos de viaje, lo hayan convertido en uno de 9 días, no queda más que un camino sensato enmarcado dentro de la ética y de la moral, dado que en el ámbito de la juridicidad téndrá que devolver el dinero.

Ese camino, si el Magistrado Presidente antepone los intereses de su país a los propios, es la renuncia al cargo, no sólo a la Presidencia, sino a la magistratura.

Es lamentable el bochorno personal, pero más lamentable que los expedientes de la Justicia, en Guatemala, estén en manos manchadas de dinero que nunca debió llegar a esos bolsillos. La confianza en la autoridad por él ejercida se ha fragmentado, y no hay absolutamente nada que haga olvidar a los guatemaltecos, como no sea la renuncia, que merecen una persona diferente ejerciendo dichos cargos.

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