jueves, 4 de febrero de 2010

REFLEXIONES ALREDEDOR DE CUALQUIER REFORMA FISCAL

En temas fiscales y tributarios, así sea el país que sea, no todo está dicho, de modo que siempre es necesario, de vez en cuando, revisar las leyes que regulan la recaudación de impuestos.

Las contribuciones de la población encaminadas al sostenimiento de los organismos del Estado (y no sólo del gobierno, que es quien suele presionar al alza) están siempre ligadas a otro tipo de circunstancias, como los niveles de desempleo, el crecimiento o decrecimiento de la economía, la capacidad de atracción de nuevas inversiones, especialmente la inversión extranjera directa, IED, el aumento de inversión en educación, en salud, en infraestructura, etc.

En Guatemala, por razones constitucionales, también están ligados al tema que hoy nos ocupa, los situados que la Carta Magna establece, ya para las municipalidades, ya para el deporte, ya para la Universidad de San Carlos, de modo que, de beneficiarios porcentuales de un presupuesto, en la realidad son esto y, al tratar este tema, también son grupos de presión; unos más, otros menos, pero desde el momento en que el crecimiento de los impuestos permite un mayor financiamiento específico de esos renglones, lógico resulta pensar que, por lo menos, son grupos que, aunque consideren otras razones importantes, tenderán a no oponerse.

En el contexto actual de Guatemala, golpeada por los embates de una crisis mundial que comenzó siendo inmobiliaria en Estados Unidos, se convirtió en crisis financiera contaminando a los bancos más grandes del mundo, y terminó siendo una crisis económica mundial generalizada por los efectos colaterales que provocó no sólo en los niveles de desempleo en casi todos los países, sino en el renglón del consumo, tan importante para mantener los niveles de nuestras agroexportaciones, cuando se habla de subir impuestos, hay que ser más que cuidadoso.

Resulta que las exportaciones de Guatemala son eminentemente agroindustriales y, en alguna medida, de una industria primaria que, en la mayoría de los casos, depende casi totalmente de la capacidad de consumir de los países hacia los cuales se exporta. Cuando los países receptores de nuestra producción están mal, nosotros tendemos a estarlo también; nuestras exportaciones, si no crecen en términos de volúmen o de generación de divisas, por lo menos tienden a estancarse.

La mayoría de las veces vamos a encontrar pequeñas, medianas y grandes empresas despidiendo trabajadores en tiempos como los actuales. Una elevación de impuestos o del salario mínimo (que este será otro tema), no ayuda a mantener la estabilidad del entorno para estas empresas, de modo que son quienes menos ganan, la generalidad de las veces, quienes al final de cuentas se quedan sin ingreso alguno al sufrir los despidos.

En nuestro país ninguna cifra tiende a ser confiable, pero estamos seguros que estos últimos dos años ha habido desempleo; el desempleo en la industria que sufre por la baja de las exportaciones también le pega a los niveles de consumo, de manera que también en el sector comercial se comienza a sentir la falta de movimiento y se empiezan a dar despidos en esta importante parte de la economía, generándose más impacto en el consumo y acentuando el círculo vicioso al cual entramos y que parece que el actual gobierno no desea ayudar a salir.

Son pocos los sectores de la economía que siguen creciendo. Uno es el sector bancario y otro el de los seguros. Ambos hasta se han dado el lujo de subir tasas y primas, respectivamente. Aparte de esos dos, casi todo lo demás sectores de la economía han tenido que bajar precios para poder competir y continuar manteniendo el mismo nivel de negocio, como los de comida rápida, o han tenido que cerrar tiendas, despedir gente, prescindir de servicios o clausurar definitivamente las actividades.

El ambiente descrito no es favorable para hablar, siquiera, de subir impuestos. Me parece que en estos momentos hay que privilegiar la estabilidad para fomentar la IED y las inversiones de las empresas guatemaltecas para generar, con urgencia, más plazas de trabajo, romper el círculo vicioso y comenzar a convertirlo en uno virtuoso en donde todos vayan teniendo no sólo trabajo sino mejores trabajos.

Hacerlo al revés, como lo pretende el gobierno, mi sentido común me dice que es fomentar la delincuencia. Si no ayudamos todos a generar oportunidades de trabajo honrado para la juventud, especialmente, luego no exijamos que el Ministerio Público investigue todo lo que pasará. Es importante que la visión integral de nuestros problemas nos haga entender que la violencia que se da en las calles, los niveles de desempleo y la simple vociferación para subir impuestos, todo está relacionado.

Por supuesto, no escapa a mi visión que para bajar los índices de delincuencia se hace necesario que el Estado invierta donde es necesario, y que eso requiere de recursos, pero ahí es donde quiero ir llegando.

No se puede hablar de reforma fiscal cuando los niveles de corrupción son tan detestables como los actuales. ¡Es exactamente al revés! Se requiere que hayan subido, primero, los niveles de transparencia en la ejecución del gasto para que un gobierno, cualquier gobierno, tenga la cara de salir a pedirle a la población más dinero para invertir.

Pero desde el momento en que hay un enorme despilfarro de los recursos exiguos con que se cuenta, ¿con qué cara se le piede al empresariado, a la población, a los profesionales, que se saquen dinero de la bolsa para que siga la piñata?

Hasta las amas de casa que suelen trabajar mucho pero sin remuneración, y que dependen del dinero que les pasa un esposo, un hijo, un sobrino o un nieto, para hacer maravillas con el gasto de la casa, tendrán que disponer de menos dinero en la medida que ese esposo, ese hijo, ese sobrino o nieto tengan que sacárselo de su bolsillo y entregárselo al Estado.

Me parece que, por todas las razones anteriormente apuntadas, es un pésimo momento para hablar de subir impuestos.

Pero oponerse por oponerse no es mi estilo. Creo que Guatemala sí deberá ver de qué manera sube la tasa de impuestos que todos pagamos. El problema, por el momento, es que no todos lo hacemos, de modo que no es del todo cierto que en este país se pague alrededor de un 10% de tasa impositiva. Lo que sucede es que la mayoría paga 0% y los pocos que pagamos hemos de estar en los niveles de quienes menos pagan en Europa, pero bien que pagamos, sin realmente recibir los beneficios que, en otros países, se tienen. De modo que la Superintendencia de Administración Tributaria, SAT, tiene esta tarea pendiente.

El tema del contrabando es otro tema pendiente en el cual, unos pocos, están "colgados de la hamaca", beneficiándose de sus contactos corruptos, de sistemas obsoletos, de leyes permisivas que permiten a funcionarios comprados una discrecionalidad fuera de toda lógica. Al amparo del contrabando han amasado grandes fortunas, aparentemente sin hacer daño a nadie, pero todo centavo dejado de pagar, frandulentamente, a las arcas nacionales, significa, en teoría, atraso, menos salud, menos educación, menos inversión en saneamiento, etc

Para quienes vivimos en este país y vemos tantos funcionarios de un solo gobierno sujetos a procesos penales por muchos delitos ligados a sus actos de corrupción, y comparamos las actitudes de los actuales funcionarios, no podemos menos que manifestarnos en contra de que, en estos momentos, se discuta una elevación de los impuestos de todos, para nutrir más esa tremanda piñata que están haciendo y para generar más desempleo y desalentar las inversiones.

Hoy lo que Guatemala necesita es estabilidad. Se requiere no sólo recuperar el rumbo en la ejecución del gasto, honorabilizando la inversión de cada centavo cobrado, sino grandes dosis de sensatez, cordura, prudencia, sentido común, buen juicio, como quieran llamarle a esta virtud que parece faltar al actual mandatario y a su equipo de gobierno.

El padre de familia que se ha quedado sin empleo, el hijo que desea ayudar y no consigue su primer trabajo, la hija que por más que hace no logra conseguir un mejor sueldo, la madre que despiden por recorte de personal o cierre de la empresa o la maquila donde trabaja, todos ellos se merecen una mejor oportunidad, un trabajo digno. No es subiendo impuestos para regalar más magdalenas, por ejemplo, o para gastarse decenas de miles de quetzales en viajes y viáticos, que se les apoyará.

El gobierno necesita entender a los necesitados y apoyarlos, no aprovecharse de ellos para generar clientes, y su terquedad con el tema de la reforma fiscal pareciera ayudar sólo a sus clientes, no a la totalidad de guatemaltecos y guatemaltecas a quienes se debe por mandato legal.

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