viernes, 19 de febrero de 2010

EN DESACUERDO CON UN CONCEPTO DE JOSÉ ORTEGA Y GASSET. DE LAS ECONOMÍAS AISLADAS A LA GLOBALIZACIÓN.

Me gusta mucho leer, pero darle lectura a cuestiones históricas o a pensadores de antes tiene un sabor especial para mí. El hábito de leer es, probablemente, de las mejores herencias que haya recibido de mi padre y de mi madre, que a su vez vieron leer a sus padres.

Las generaciones que hoy convivimos en este planeta somos, seguramente, las que más controvertidamente vemos el tema de la lectura. Quienes más hemos leído en la historia somos, quizás, mi generación y las dos o tres que nos antecedieron. Por otro lado, las generaciones más jóvenes de la actualidad son, probablemente, de las que menos han leído en siglos de desarrollo de la cultura, y lo peor es que no saben de lo que se pierden.

En estos días, leyendo una crítica que el gran pensador José Ortega y Gasset hace de la literatura de otro portento de la intelectualidad, el escritor Pío Baroja (con quien, dicho sea de paso, mi abuela, la escritora Elisa Hall, se carteaba cuando apenas tenía 12 años), en un escrito de hace 100 años exactos, encontré, cosa rara, un concepto con el cual no estoy de acuerdo.

El mismo dice: "Una economía de reducidas proporciones modela una sociedad muy poco diferenciada. Así, en los pueblos primitivos el individuo puede elegir entre ser sacerdote, o guerrero, o forjador, u ollero, o pastor.".


Él decía que en la España de 1910 había dos docenas de maneras de vivir y nada más. Que el individuo, "...al llegar a la mocedad, es forzado a aceptar una de ellas, y, quiera o no, tiene que verificar la ablación o la compresión de aquellos miembros espirituales que no coinciden con el volumen del molde...", componiéndose el puebo de "...gentes esterilizadas por su oficio, que no coincide con su genialidad personal, con sus facultades e inclinaciones..."


Si eso es lo que se pensaba de España, recién desmantelados los últimos resabios de un imperio en donde no se ponía el sol y del cual se nutrió durante siglos, ¿qué podría pensarse de Guatemala o de cualquiera de nuestros países, en Centroamérica o en el Caribe, con unas economías tan pequeñas todavía y que, encima, tienen un siglo y tanto de luchar, no ya por su desarrollo, sino en contra de la argolla de la ignorancia, del lastre del hambre, del paradigma de la pobreza, de la carga que significa la desigualdad, de las carencias en todo sentido, especialmente de oportunidades.

Consecuente con el pensamiento orteguiano expresado, si de acuerdo a la economía española de hace 100 años no se disponía de más de dos docenas de posibilidades de desenvolverse en la vida, económicamente hablando, en nuestros países, hoy, no habría más de tres o cuatro maneras de hacerlo.

Debemos aceptar que el mundo, desde entonces, ha evolucionado. Es más fácil entender que esas dos docenas de maneras de enfrentar la vida han de haber correspondido, por igual, a España y a toda la América Latina en los albores del siglo XX, y que los pensamientos de Ortega y Gasset provenían de comparar con amargura, más bien, el incipiente desarrollo de los países anglosajones de esa época, que sin el reciente descalabro imperial del país mediterráneo, han de haber tenido mejores condiciones para que sus habitantes se desarrollaran y desenvolvieran.

Nuestras economías, hoy, no permiten que las sociedades que conformamos sean tan desarrolladas, pero existen otro tipo de mecanismos, que antes no había, para que una persona sin muchos recursos pero gran corazón y entendimiento, pueda encauzar su esfuerzo hacia metas hoy impensables.

Conocidísimo el caso de aquel joven que, por carecer de recursos, salía todas las noches a leer sus libros de medicina al amparo del poste de alumbrado público de la esquina del barrio, y con su perseverancia y gran capacidad, hoy vive retirado, al frente de una Fundación, ayudando a que niños de escasos recursos puedan tener, en nuestro país, la mejor cirugía de corazón del mundo, no sin antes dejar una huella de tal magnitud que se habla de la cirugía pediátrica cardiovascular de antes y de después de dicho médico.

Ese logro personal, que hoy compartimos con orgullo como si fuese un logro nuestro, se hizo en una época en que no era común el financiamiento estudiantil. Hoy existen, para los estudiantes dedicados, becas en muchísimos ámbitos que les pueden permitir desarrollarse en el campo que se les ocurra y, prácticamente, en el país que deseen.

Ortega y Gassett vivió en un tiempo en donde todo era limitado. Hasta la economía. Cien años después, la tecnología y la ciencia no sólo han desarrollado las economías de los países que en ellas invierten sino que han ampliado, exponencialmente, los campos de estudio y de desarrollo profesional o laboral de la población en general.

Por otro lado, la tecnología y la ciencia han disparado, por su parte, el segmento laboral de los servicios, en donde hoy las personas pueden encontrar más maneras de desarrollarse que las dos docenas que el respetado pensador veía como las únicas para los españoles de hace 100 años.

La diferenciación de las actividades en nuestras economías, por otro lado, es un proceso dinámico que, estamos seguros, tendrá un enorme desarrollo en los años por venir.

Pero hay que estar alertas. La globalización, proceso en que estamos cada día más vinculados, se está acentuando cada día. Es un proceso imparable a menos que suceda algo como la predicción de Nostradamus y el mundo entre en una crisis generalizada.

En la medida que esa globalización avance, habrá menos limitaciones para el movimiento de capitales, que son vitales para el desarrollo de las oportunidades, de modo que los países ya han entrado en una especia de competencia por atraer esas inversiones y aprovechar esas oportunidades. China, por ejemplo, está por convertirse en el país del mundo donde más personas hablan inglés, porque ha entendido lo importante de aprenderlo para incorporarse al mundo globalizado de los negocios y de los servicios. Hoy tiene más de 300 millones de niños aprendiendo inglés como segunda lengua.

Es vital, entonces, comprender que no es el tamaño de la economía sino la calidad y el enfoque en la educación, lo que permitirá que nuestra actual niñez y juventud compita por las mejores oportunidades, y no contra sus propios compañeros de clase, ni siquiera con los del otro instituto o los que se graduaron en Quetzaltenango o en Jutiapa. La pelea por esas oportunidades, independientemente del tamaño de las economías de los países, está globalizada, y pueden ser los vietnamitas, los polacos, los letonios, los pakistaníes, quienes mejor se preparen, hoy, para recibir las inversiones del mañana y crear más y mejores oportunidades en su gallinero, por decirlo de alguna manera.

Por eso es importante darle un enfoque diferente a la manera como estamos educando a nuestros niños. Por eso, también, es importante entender el mal o el bien que un maestro puede ocasionarle no sólo a los niños a su cargo, sino al país en general, a toda una generación.

No quiero juzgar, hoy, sobre la buena o mala valoración del movimiento magisterial a través de sus sindicatos, sino hacer hincapié acerca de las verdaderas fuerzas que mueven el campo de las oportunidades y cómo éstas pueden incidir en el tamaño de las economías, y no al revés.

Un político formado no puede escaparse del análisis de este tipo de influencias y de la manera como una cosa incide en el funcionamiento o desarrollo de otra.

Por eso es bueno cuestionarse las ideas y desbrozarlas a la luz de otros conceptos, así provengan de uno de los mejores pensadores de la historia, del cual tenemos la ventaja de poder leer sin necesidad de traducción alguna.

1 comentario:

  1. wola!!
    no me gusta naha de eso de la politica
    bye t.k.m
    mi correo es nahomi_prinss29@hotmail.com
    mandenme correos cachondos

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