Parece que el valor que se le da a una persona, cuando ya no está con nosotros, está íntimamente relacionado con lo que aquella pudo haber hecho con su vida de acuerdo a la ley del libre albedrío.
Mientras más entregado a sus semejantes haya sido, o más esforzado, o llevado una vida muy dura sin quejarse, más tendemos, quienes quedamos acá, a valorar a quienes se adelantan en ese proceso natural que significa desencarnar y partir al más allá.
Traemos todo esto a cuento en un espacio que tiene que ver con la política y el sentido común, por el contraste que sentimos al sentirnos gobernados por autoridades que, al dar declaraciones de que nos aguantemos en medio de toda esa violencia que tenemos que soportar en las calles, nos produce la convicción que no se valoriza la integridad humada y, especialmente, lo más preciado: la vida misma.
Cuando vemos todas esas desgracias naturales que han golpeado con mayor ahínco a la población que vive en condiciones de mayor vulnerabilidad, y que nuestras autoridades han pasado cuatro meses discutiendo, tanto oficialistas como opositores, todo lo concerniente al presupuesto y a los fondos para salir a socorrer a los damnificados sin que se haya comenzado la vigorosa reconstrucción que se requiere, estamos percibiendo más señales de la poca importancia que, para ellos, tienen todas esas personas que han perdido todo, que han perdido mucho o que, inclusive, han fallecido o están llorando sus muertos.
Todo esto contrasta con el recibimiento que le dieron a los cuerpos de cuatro migrantes tristemente abatidos por delincuentes en México, hace poco más de un mes, ocasión en la cual hasta sacaron a lucir a los cadetes, los estudiantes de la Escuela Politécnica, y les dieron un recibimiento de héroes.
No criticamos el homenaje que se les hizo, ya que en ocasiones anteriores hemos calificado a los migrantes, que todo lo sufren por tratar de darle a sus familias mejores condiciones de vida, como verdaderos héroes. Siempre los hemos apoyado.
Señalamos las incongruencias de unas autoridades que han estado más enfocadas en el saqueo y en ver de qué manera se perpetúan en el poder, que ante el sufrimiento de decenas de miles no paran de tirarse los platos en la cara y de negociar todo lo que tenga que ver con dinero en el Congreso de la República y que, ante tantos muertos que se dan todos los días, de otro tipo de héroes, como los pilotos del transporte urbano que siguen asesinando, se han insensibilizado completamente.
Haber esperado que arribaran los cadáveres de nuestros pobres migrantes para declarar tres días de duelo, agregando al mismo a las decenas de fallecidos por los fenómenos naturales, es clara señal de esa insensibilidad, y de que sólo se aprovechan del dolor de las familias de estos migrantes, y del que todos sentimos a la par de ellos por lo que les pasó por tan sólo buscar una mejor vida, para montar su espectáculo político, para hacer ver como si algo les importara y lucirse ante las cámaras.
¿Quién se acuerda de las hermanitas, niñas todavía, asesinadas cuando iban a la escuela? ¿Dónde está el duelo por tanto bebé, niños y niñas, asesinados por balas perdidas? ¿No son suficientes alrededor de cien pilotos, ayudantes y empresarios del transporte urbano para poner la bandera a media asta? ¿Y de los pacientes que mueren en los hospitales porque la burocracia no funciona y no son capaces de tener ni las medicinas ni los equipos necesarios para atender las emergencias, quién se acuerda? Probablemente sólo los profesionales y técnicos que están contratados para luchar contra la muerte y se ven vencidos todos los días porque tienen que luchar con cascaritas de huevo huero contra la guadaña.
Y de todos esos niños y adultos que mueren en sus casas de pura desnutrición, con los programas de "solidaridad" gastando a montones de dinero del Estado pero en los lugares donde están los votantes, no donde está la inanición ¿quién se acuerda?
Por eso, con el debido respeto pero en medio de este montaje politiquero, nos atrevemos a preguntar, ¿cuánto vale un muerto para que el Gobierno se mueva?
sábado, 25 de septiembre de 2010
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